La tradición de la Misa del Gallo

En el siglo V de la era cristiana, el Papa Sixto III (432-440) estaba inmerso en una serie de polémicas con herejías como el nestorianismo y el pelagianismo (la primera consideraba a Cristo separado en dos naturalezas, humana y divina, y la segunda negaba el papel de la gracia). La correspondencia que mantenía con el obispo de Hipona, San Agustín, era fundamental para mantener claros los rumbos de la Iglesia. Pero también lo eran las obras y los símbolos que manifestaban las realidades sobrenaturales.

Eso se tradujo en la reconstrucción de la Basílica Liberiana como Basílica papal de Santa María la Mayor, ubicada en la colina romana del Esquilino, ya que ahí se había producido el célebre milagro de la nevazón junto a la aparición de la Virgen María. Era uno de los primeros templos dedicados a la Madre de Dios bajo el título “Nuestra Señora de las Nieves”, en alusión al referido acontecimiento. Una de las más preciosas reliquias de la Cristiandad vino a enriquecer la Basílica: la Sagrada Cuna (Sacra Culla). En efecto, en la cripta ubicada bajo el altar mayor fueron depositados en una hermosa urna de mármol los restos de las tablas del Pesebre en el cual nació Jesús, entregados por la Emperatriz Santa Elena, madre de Constantino.
El papa Sixto, con el aval del decreto conciliar, comenzó entonces a incentivar el sentido sobrenatural de la Navidad con la celebración de una vigilia y misa en el simbólico lugar que reunía las reliquias del pesebre con la devoción a María. La ceremonia debía realizarse apenas cantara el gallo; de ahí la tradición del nombre dado a esta misa, y que perdura hasta hoy.
Con los años la Misa del Gallo se trasladó al Vaticano y comenzó a ser replicada en todas las iglesias del mundo en la vigilia de Navidad, como una tradición sagrada y festiva de la Cristiandad occidental.
Este año el Papa Benedicto XVI espera a miles de fieles del mundo entero que confluyen al centro visible del cristianismo para, deponiendo por un momento las preocupaciones muchas veces agobiantes de nuestros días, acompañarlo en la víspera de la celebración del Nacimiento de Jesús, nuestro Salvador. En el rito de las fiestas profanas o familiares el hombre busca sobreponerse con alegría a la trivialidad y a los límites de lo cotidiano; en las grandes celebraciones sacras, puede abrir una ventana para que el tiempo se asome a la eternidad.
Basílica de Santa María la Mayor www.flickr.com/jimforest

En Santiago de Chile, los fieles seguirán una vez más la venerable costumbre, acudiendo a las Parroquias o a la Catedral Metropolitana, dedicada a la Asunción de la Virgen, donde se reunirán con fe y esperanza en esa noche de bendición para celebrar junto a su actual pastor, Monseñor Ricardo Ezzati, entre recogimiento, himnos de gratitud y alegres villancicos, la llegada del Niño Dios. Es la belleza sacral de la fiesta navideña, en que algo del Cielo parece posar sobre la tierra, vista a la luz siempre renovada de la tradición. Es una belleza sutil que se entrega generosa a quienes poseen suficiente nobleza y elevación de alma para dar el valor debido a los bienes del espíritu.

Ver publicación en: identidadyfuturo.cl/…/navidad-la-anti…