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El Siervo Sufriente. La cruz 15 julio 2008 Sección: El Calendario litúrgico En medio del griterío desbordado, Pilato les entregó a Jesús para que fuese crucificado (Jn). No es una mera condena por …Más
El Siervo Sufriente.

La cruz

15 julio 2008
Sección: El Calendario litúrgico

En medio del griterío desbordado, Pilato les entregó a Jesús para que fuese crucificado (Jn). No es una mera condena por rebelión, ni siquiera una condena a muerte sin más, sino la muerte en la cruz. Era tan injuriosa la condena que estaba prohibida para los ciudadanos romanos. A la tortura se añadía la infamia. Era una muerte lenta y exasperante, una tortura cruel, era el peor suplicio que podían encontrar para matar. Se clavaban las manos y los pies en el madero y al colgar, el cuerpo se consumía en la asfixia. Al desangrarse, se padecía gran sed y fiebres, unido a unos dolores intensos al estar colgado el cuerpo de tres hierros. Era una muerte pública, de escarmiento por la gravedad de los delitos.

Jesús va a dar un paso en ese abajamiento y humillación para salvar a los hombres. Podía haber sido de otro modo, pero entonces no se hubiera descubierto el misterio de iniquidad del pecado y su gravedad, ni se hubiera revelado la hondura del amor de Dios. La cruz era el modo de expresar un océano sin límites de verdad y de bondad. Demuestra el amor excedente de Dios, un amor que se da, dispuesto a todo, un amor hasta el vaciamiento total. La cruz muestra el valor del hombre, el gran precio que Dios está dispuesto a pagar por la salvación de cada uno. El mismo Dios se humilla y sufre, y las ideas humanas sobre Dios tiemblan ante la realidad de tanto sufrimiento de un Dios que quiere ser un juguete para los juegos macabros de los hombres perversos. La crueldad y el dolor se hacen medios para expresar el amor misericordioso. Y Jesús como hombre asume su papel con generosidad y convierte la muerte en acto de amor humano con valor infinito, porque también es Dios.

La cruz revela la misericordia, es amor que sale al encuentro del que experimenta el mal. la cruz es la inclinación más profunda de la divinidad hacia el hombre; es como un toque de amor eterno sobre las heridas más dolorosas, es un amor que vence en todos los elegidos las fuentes más profundas del mal. Y ¿por qué es esto así? Porque Jesús ama sobre todo al Padre. Y con ese amor ama a los hombres esclavos del pecado.

"Después de reírse de él, le quitaron la púrpura y le pusieron sus vestidos. Entonces lo sacaron para crucificarlo"(Mc). Lo desnudan de sus indignas vestiduras y quedan en evidencia todas las heridas y los golpes de la flagelación. La heridas, ya infectadas, se reabren y vuelven a sangrar; no hay en Él parecer ni hermosura; es el hombre que lleva marcados los signos de los pecados. Le colocan sus vestidos, y la túnica inconsútil fabricada por manos amorosas, vuelve a cubrir su cuerpo. Todos podrán distinguir bien quién es, pues ha vuelto a recuperar su aspecto. La corona de espinas la dejan, y cada movimiento hace que vuelva a sangrar la cabeza: el rojo de la sangre se confunde con el de la túnica. "Tomaron, pues, a Jesús; y él, con la cruz a cuestas, salió hacia el lugar llamado de la Calavera, en hebreo Gólgota, donde le crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado, y en el centro Jesús. Pilato escribió el título y lo puso sobre la cruz. Estaba escrito: Jesús Nazareno, el Rey de los judíos. Muchos de los judíos leyeron este título, pues el lugar donde Jesús fue crucificado se hallaba cerca de la ciudad. Y estaba escrito en hebreo, en griego y en latín. Los pontífices de los judíos decían a Pilato: No escribas el Rey de los judíos, sino que él dijo: Yo soy Rey de los judíos. Pilato contestó: Lo que he escrito, escrito está"(Jn). Pilato, sin saberlo, le ha proclamado rey, una vez más y definitivamente. Pero Cristo es rey, desde la cruz, sólo en aquellos corazones que captan el reinado de amor venciendo la tiranía del pecado y del diablo. El título ha quedado escrito en tres idiomas. pero el reino de Cristo será universal, pues por todos derrama su sangre.

El trayecto del pretorio hasta el lugar de la crucifixión no es largo, de un kilómetro, más o menos. Primero recorre unas pocas calles de Jerusalén, después atraviesa la puerta judiciaria, y, a campo abierto, asciende el pequeño montículo de Calvario, bien visible desde las murallas de la ciudad; los caminos pasan cerca del lugar de la ejecución.

Reproducido con permiso del Autor,

Enrique Cases, Tres años con Jesús, Ediciones internacionales universitarias