MENSAJE DEL DÍA 3 DE MAYO DE 1986, PRIMER SÁBADO DE MES,

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

 

     LA VIRGEN:

     Hijos míos, sigo haciendo llamadas de urgencia a la oración. También quiero que escuchéis mi voz..., que viva en vosotros para que Él os conduzca vuestra vida.

     Gritad a los pueblos que Cristo tiende la mano a todo el ser humano para sacarlo de la ciénaga del pecado. Es preciso la oración, hijos míos, para estar siempre con nosotros.

     Muchos de los que habéis llegado a este lugar estáis cambiando vuestras vidas por un camino recto y seguro para ir a Jesús. Seguid adelante, hijos míos; no os acobardéis, que, si antes habéis cerrado vuestros oídos a mis palabras, ahora estáis a tiempo. Estáis en el rebaño de mi Hijo; ¡no os salgáis de él! Ahí estáis seguros, hijos míos, porque Cristo es la Luz, que donde hay luz no existe la tiniebla.

     Os pido, hijos míos, que obréis de la palabra de Dios y que habléis de la palabra de Dios a todos aquéllos que están fuera de mi rebaño, para que participen de estas gracias que día a día derrama mi Corazón.

     Orad, hijos míos, para fortificar vuestro espíritu.

     Todo el que sigue el camino del Evangelio recibirá una gran recompensa. Yo estoy con vosotros y nunca abandono a aquéllos que vienen a mí.

     Quiero, hijos míos, sacaros de la esclavitud del pecado. Vuestra vida depende de un hilo, hijos míos. Por eso os pido: dejaos conducir por Cristo, que Él es el camino seguro y recto. Y no escondáis la luz bajo el celemín; sacadla, que todos la vean; y hablad por todos los pueblos. Gritad que Cristo los ama, y Cristo los espera a todos.

     Grandes calamidades, hija mía, van a caer sobre la Humanidad, porque muchas almas cierran sus oídos a mi llamada. Sigue hablando, hija mía, porque aquellos corazones endurecidos se están ablandando.

     Tu misión en la Tierra es ayudar a las almas, hija mía.

 

     LUZ AMPARO:

     Yo quiero, claro. ¡Ay! Quiero ayudarlas; pero si se dejan ayudar. Pero yo también quiero que me ayudes. ¡Ayyy!...

 

     LA VIRGEN:

     No puedo hacerte feliz, hija mía. Tu misión no es ser feliz en la Tierra. Tu misión es sufrir para salvar a las almas. Pero te prometo que no te haré feliz aquí, pero te haré feliz toda una eternidad.

 

     LUZ AMPARO:

     Bueno, pero es que cuesta. ¡Ay, lo que cuesta!...

 

     LA VIRGEN:

     No se hace lo que yo he pedido, hija mía. ¡España será castigada! He pedido que en este lugar se construya una capilla en honor a mi nombre y que se venga de todos los lugares del mundo a meditar la Pasión de Cristo que está olvidada, hija mía.

     Muchas almas consagradas se han desviado del camino de la oración y del sacrificio. No son pastores de almas; son destructores de almas.

     Grita que no robo almas de la Iglesia; que llevo almas a la Iglesia. Que me manifiesto en muchos lugares para que las almas vayan a la Iglesia a cumplir con los mandamientos; pero que ellos mismos quieren confundir mis palabras.

     Grita a los sacerdotes que sean pastores de almas; que están tibios muchos de ellos y se abandonan en la oración y en el sacrificio. Que se ocupen de su ministerio. Que los quiero pastores de mi Iglesia santos, para llamar a mi rebaño y conducirlo por el camino de la caridad, de la fe, de la pureza, de la humildad y de la esperanza. Que hablen de Cristo y que prediquen el Evangelio. Que hacen sufrir mucho a mi Corazón. Y ¡ay de aquéllos que cierran sus oídos a mis llamadas, hijos míos!

     Besa el suelo, hija mía... Besando el suelo se salvarán muchas almas. Cuando alguien te grite que es de fanáticos... Mi Hijo besaba el suelo diariamente, ¡siendo el Hijo de Dios! No te avergüences de besar el suelo, hija mía, por la salvación de las almas.

     Bebe unas gotas del cáliz del dolor... ¿Está amargo, hija mía? Mi Corazón siente esta amargura cuando mis almas consagradas no son fieles a mi Hijo, y mi Corazón ¡los sigue amando! Besa el suelo, hija mía, en reparación de todos los pecados de las almas consagradas... Y ámalos mucho, hija mía; sacrifícate por ellos.

     Mis mensajes van a ser muy cortos, de ahora en adelante. Os recordaré la oración y la penitencia. Pero estaré presente, hija mía, seguiré presente, porque el mundo sigue obstinado en los placeres y en los pecados. Por eso, hijos míos, porque os amo, no puedo dejaros solos. Tengo que derramar gracias sobre vuestros corazones para alentaros y para fortificaros.

     Hablad mucho, hijos míos: que las almas vayan al templo de Cristo y que laven sus pecados en el sacramento de la Penitencia. Que el tiempo se acaba. Que quiero salvar a todas las almas. Y seguid adelante fuertes, hijos míos. Y pedid a vuestra Madre, que Ella no os abandonará.

     Yo soy el camino para ir a mi Hijo, y todo el que venga a mí, irá a Cristo.

     Tú, hija mía, ya te he dicho que no te puedo dar la felicidad en este mundo; pero, si eres fiel, la felicidad será eterna; porque vas a sufrir mucho físicamente. Para las almas que mi Hijo coge víctimas no existe la felicidad del mundo. La felicidad está en nosotros. Sigue amándonos y fortifícate en la oración y en el sacrificio, hija mía; y déjate conducir por mi Hijo, que mi Hijo es el Camino, la Verdad y la Vida; y todo el que crea en Él vivirá eternamente.

     Amaos los unos a los otros. Sed todos uno, hijos míos, que estoy muy orgullosa porque veo que vuestros corazones ya no son bloques de hielo. Tenéis fuego y se está derritiendo ese hielo en amor hacia Cristo, hijos míos.

     Sed fuertes en el amor de Cristo, valientes para no negarle. Y pedid mucho al Ángel de la Paz, porque el mundo está en peligro y grandes calamidades, grandes catástrofes caerán sobre él.

     Hace muchos años pedí por la conversión de Rusia. Pero no se hace lo que yo pedí. Pido la consagración a Rusia particular.

     Y estad unidos al Papa, hijos míos, al Vicario de mi Iglesia, al representante de Cristo en la Tierra. Sufre mucho, hijos míos, porque le rodean lobos revestidos con piel de cordero. Pedid mucho por él, hijos míos. ¡Mi Corazón le ama tanto!... Sed muy humildes.

     Y prometo que todo el que pise este lugar recibirá gracias especiales, porque mis ángeles están custodiando este lugar...

     Levantad todos los objetos, hijos míos; todos van a ser bendecidos...

     Conservad vuestro cuerpo, hijos míos, como sagrario limpio, para que mi Hijo pueda esconderse en él, hijos míos. Sed muy puros, muy puros y muy humildes.

     Amad mucho a la Iglesia y amad a vuestra Madre; que vuestra Madre os ama con todo su Corazón.

     Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

     Adiós, hija mía.

     Adiós, hijos míos. ¡Adiós!