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La Jornada de Una Vida. El tesoro de una vida, obsequio eterno de Dios nuestro Señor. Memorias del Ing. Vicente Valle Herrera. HACIENDA SAN PEDRO DE APULCO Nací en 1930 en la hacienda de San Pedro de …Más
La Jornada de Una Vida.

El tesoro de una vida, obsequio eterno de Dios nuestro Señor. Memorias del Ing. Vicente Valle Herrera.
HACIENDA SAN PEDRO DE APULCO

Nací en 1930 en la hacienda de San Pedro de Apulco, Municipio de Tuxcacuesco en el sur del estado de Jalisco, en el mero llano en llamas de Juan Rulfo.

Mi padre, Don Cristobal Valle Olivera, era talabartero de oficio y tenía un taller donde los operarios hacian desde huaraches, botas y hasta sillas de montar. Además era comisario del pueblo (la ley) y se encargaba de la oficina del correo y ayudaba como sacristán al cura de la parroquia. Era alto y fornido, y tenia muchos amigos---y algunos enemigos grartuitos, como un par de inverbes rijosos borrachos a quienes habia separado a fajasos en un pleito y en venganza se pusieron de a cuerdo para atacarlo esa noche cuando iba rumbo a casa. Al dar vuelta en una esquina uno de ellos le dio un leñazo que le tumbo el hombro al brazo inquierdo. Mi padre al ir cayendo, lo pesco de la garganta con su mano derecha mientras el otro atacante lo apuñaleaba en la espalda con una daga. Los gritos y ruido de la trifulca despertaron a los vecinos quienes salieron a ver lo que pasaba. Corrió el del cuchillo pero el otro estaba aún pataleando, detenido por la mano de mi padre en su pescuezo, que le cortaba la respiración y casi lo asfixiaba.

Mi padre se recupero milagrosamente de todas sus heridas despues de varios meses de atención con medicamentos puramente caseros. En el interim, los dos cobardes que lo atacaron, murieron en hechos separados. Aún recuerdo la espalda de mi papá llena de cicatrices profundas.

Los años treintas eran tiempos violentos en Mexico, y peor aún en toda esa región de Jalisco. Se desarrollaban los enfrentamientos del ejercito en contra de los Cristeros quienes habian sido traicionados despues de los "Acuerdos" de 1929 y la deposición de las armas. Muchos jefes Cristeros fueron asesinados por agentes del gobierno, y de los que sobrevivieron se levantaron de nuevo en armas en lo que se llamó la segunda etapa de la Cristiada. Mi tio Timoteo Herrera Ramirez, hermano menor de mi mamá se enlistó como Cistero a los diez y siete años. Murio en una batalla a la entrada de Tonaya.

EL ACERO DE SAYULA

¡Susbela! ¡subela! gritaban uno al otro los que subian a la carreta una petaquilla de cedro rojo de mi mamá con la ropa y pertenencias de la familia, ya que salíamos de San Gabriel rumbo a Sayula donde la familia se estableció. Nos establecimos en el centro de la ciudad en una casa viejísima, toda de adobe pero céntrica, donde había vivido mi tio Venustiano Herrera Ramirez, hermano mayor de mi mamá. La casa estaba situada a dos cuadras de la presidencia municipal cerca de la Iglesia de San Jose, convertida en un cuartel para los soldados sicarios del mal gobierno, perseguidores de los Católicos en Mexico. Era el año 1933 durante la segunda etapa de la Cristiada.

En esa casa al frente mi tio tenía un taller y tienda de sombreros, negocio que nos pasó porque el se traslado a Guadalajara para abrir un negocio similar por la Avenida Colón en el barrio de Mexicaltzingo. Mi tio Venustiano era un tipo simpatico, rubio de ojos azules, inquieto y un tanto aventurero. La casa en Sayula tenía una leyenda de un tesoro enterrado, y cuando nosotros legamos al corral de la casa estaba lleno de pozos y montones de tierra de las escavaciones que mi tio habia hecho en busca del famoso tesoro que nunca encontró.

En el patio había un guamuchil frondoso de fruto rojo muy dulce, y mi hermano, Heriberto, tres años mayor que yo, cortaba las vainas del guamuchil con un gancho y yo le ayudaba a recoger y comer la fruta. En el corral jugabamos en los montículos de tierra y un dia se nos occurrio buscar el tesoro; el con un guango especie de machete curvo y yo con una estaca de ocote, cada quien por su lado. Yo me fui hasta el fondo del corral y junto a la barda me encontré una crusesita de piedra como a cinco centimetros de profundidad. Le grite a mi hermano, Beto, "mira lo que me encontré aqui" "¡Debe de estar el tesoro!" El vino corriendo y seguimos escarbando donde encontré la cruz y como a treinta o cuarenta centimetros en la base del pozo nos topamos con una piedra plana. Estabamos en eso cuando mi mamá nos grito desde la cocina, "venganse a lavar las manos! Vamos a cenar yá!" Beto me dijo, "bueno, vamonos. Ya mañana sacamos el tesoro." En fin, me guarde la crucesita en la bolsa del pantalón y lo seguí.

Durante esa noche en la madrugada, serian dos o tres de la mañana, oí un ruido y me incorporé. Dormiamos mi hermano y yo en una cama contra la pared y la habitación daba al pasillo que iba al corral. Estaba iluminada la penumbra con un pequeño aparato de petroleo y ví que se lentamente se abría la puerta y entraba una mujer vestida de negro con un niño en el reboso y los seguía un perro negro. Asustado, moví a mi hermano y le dije "¡mira!" y el se restegó los ojos sentado en la cama. La mujer empezó a caminar lentamente hacia nosotros. Asustados y pegados a la pared, como el bulto ya estaba muy cerca junto a la cama, me hizo gritar. Horrorizados despertaron mi papá y mamá y nos encontraron llorando y muy asustados. Les platicamos lo que sucedio y nos llevaron a dormír con ellos, y a partir del suceso ya no hubo sosiego en la familia y a los pocos dias nos cambiamos a otra casa frente a la iglesia. Dos semanas después parte del pueblo de Sayula se inundó por un tormenton y la casa del susto, deshabitada, se derrumbó completamente.

La nueva casa frente a la iglesia era muy agradable con un amplio patio lleno de arboles frutales y palmas de diferente altura. Habian macetas con flores y plantas de ornato, y la puerta de entrada daba directamente a una sala muty amplia donde con frequencia casi diario había tertulia familiar donde se juntaban parientes y amigos a platicar. Un Consuelo, vecino, tocaba el arpa y tenía dos hijas, Carlota Y Consuelo entre doce y quince años de edad, muy buenas para cantar y bailar la "jota". La plática obligada era el tema del dia; la Cristiada, pero también sobre la revolución. Los Carrancistas y Villistas que todos vivieron y sufrieron. Entre los conocidos era una Doña de las tantas viudas de Villa y su hijo, Jose Villa, producto del Caudillo del Norte que libró la famosa batalla de la cuesta de Sayula a Zapotlán, mismo lugar donde aparecieron Cristeros colgados de los postes del telégrafo a la orilla de la via del ferrocarril. Todos los soldados y al atrio la caballería. Las mañanas ruidosas con el toque de clarin y tambores por las noches; tronaderas de balazos a los fusilados que se llevaban en la oscuridad. Rumbo al panteon las paredes de adobe del mismo estaban llenas de boquetes.

El tropel de los caballos y soldados que salian del cuartel con gran alaraca según se oía disque a tronar Cristeros. En la sierra salian grupos como de treinta o cuarenta a caballo muy bien petrechados, regresaban solo cinco o siete semanas despues a pié, sin caballos ni armas, y algunos sin orejas. Los habían derrotado los Cristeros, y al reconocer algunos le dejaban libres pero les cortaban una oreja como advertencia. Eran soldados producto de las "levas" que el gobierno organizaba, cerrando calles en cada esquina de una cuadra y levantaban a los hombres jovenes y a la fuerza los hacian soldados. Me acuerdo la estación del ferrocarril en Sayula donde nos llevó mi papá a ver un avión de dos alas que aterrizó en una pista improvisada al paralelo de las vias del tren. Un avion para auxiliar el ejercito en la busqueda de los Cristeros en la sierra.

El ambiente de vida en Sayula era de contraste; muerte por las noches, y trabajo por la subsistencia durante el dia. Abundaban los perdidos y dementes; locos que habian perdido la razón por la guerra fraticida, o de hambre, enfermedades y sustos. Me tocó ver un pleito entre un ranchero y un soldado ambos armados con sendos puñales. El ranchero traía un zarape que se enrolló en el brazo y lo usaba como escudo para recibír y desviar la daga del soldado. Pronto se vio que el soldado llevaba la de perder, como el ranchero era muy hábil con el cuchillo, y el pobre sardo pronto quedo en el suelo lleno de agujeros y en un charco de sangre. El ranchero se alejó y rapido desapareció mientras limpiaba su daga y se la fijaba en la cintura.

Habia epidemia de viruela, tosferina y sarampión; nos llegó de todo. My papá y mi mamá conocían todos los remedios caseros y nos sacaron adelante. Requerdo que nos quitaron la tosferina con té de hierbas y rajas de ocote endulzado con miel de abeja y al momento de tomarlo le ponian gotas de tintura de iodo. Luego hervía agua en una tina, nos sentabamos los niños al rededor del agua vaporizante con hojas de eucalipto y nos cubrían con una cobija gruesa. El vapor era sofocante pero sentíamos alivio de la tos casi de inmediato.

En esos dias se instaló en el centro de Sayula el circo con sus payasos, trapesistas, y el domador de leones que fue lo que más nos impresionó; se metía a la jaula solo con una silla y un latigo. Sayula tenia su feria y se llenaba el jardín principal de puestos donde se vendia de todo las artesanías del famoso acero de Sayula: cuchillos, dagas, espada y machetes con templado siguiendo la técnica y tradición del acero de Toledo, España. Había ceramica y articulos de piel y artefactos de cobre fabricados por familias de Hungaros radicados en el pueblo.

Los Hungaros hacían muy bienes cazos y toda clase de utencilio domestico. Habia mucho movimiento en los talleres, done los hombres trabajaban el cobre. Sus mujeres Hungaras vestian faldas largas y amplias de muchos colores. "Adivinaban la suerte" y esquilmaban a los rancheros. Vivían en un local muy amplio a cuadras atras de la presidencia municipal. Un día mi papá nos envió a my hermano y a mi a a cobrar unos centavos que le debían por adquisición de unos sombreros. Cuando llegamos y les dijímos a lo que íbamos, nos cucilliaron los perros que nos siguieron haciendonos correr hacia una ventana …
Ángela Ruiz
Muy bello gracias por hacer esta reseña de Vicente para toda la familia, mucho más porque el siempre fue un excelente persona generoso y amoroso con toda la familia