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Irapuato
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13 enero San Hilario de Poitiers obispo y doctor la Iglesia. Nació en Poitiers, Francia, a principios del siglo IV; Sus padres eran nobles gentiles. Fue bautizado el año 345 y desde entonces vivió …Más
13 enero San Hilario de Poitiers obispo y doctor la Iglesia.

Nació en Poitiers, Francia, a principios del siglo IV; Sus padres eran nobles gentiles. Fue bautizado el año 345 y desde entonces vivió santamente. Fue elegido obispo de Poitiers el año 350.
Gran defensor de la fe en la divinidad de Cristo frente a los arrianos. En su tratado sobre la Trinidad «De Trinitate» defiende la doctrina del Concilio de Nicea y demuestra que las Sagradas Escrituras dan testimonio claro de la divinidad del Hijo. En otros libros interpreta también los sucesos del Antiguo Testamento como prefiguraciones de la venida de Cristo al mundo.
Emitido en diocesisTV el 13-1-2009. "Los números uno", Encarni Llamas presenta una breve biografía del santo de cada día.
Irapuato
Primera Lectura (Lectio Divina)
Hebreos 3, 7-14
Hermanos: Oigamos lo que dice el Espíritu Santo en un salmo: _Ojalá
escuchen ustedes la voz del Señor, hoy. No endurezcan su corazón, como
el día de la rebelión y el de la prueba en el desierto, cuando sus
padres me pusieron a prueba y dudaron de mí, aunque habían visto mis
obras durante cuarenta años. Por eso me indigné contra aquella
generación …Más
Primera Lectura (Lectio Divina)
Hebreos 3, 7-14
Hermanos: Oigamos lo que dice el Espíritu Santo en un salmo: _Ojalá
escuchen ustedes la voz del Señor, hoy. No endurezcan su corazón, como
el día de la rebelión y el de la prueba en el desierto, cuando sus
padres me pusieron a prueba y dudaron de mí, aunque habían visto mis
obras durante cuarenta años. Por eso me indigné contra aquella
generación y dije: "Es un pueblo de corazón extraviado, que no ha
conocido mis caminos". Por eso juré en mi cólera que no entrarían en
mi descanso._
Procuren, hermanos, que ninguno de ustedes tenga un corazón malo, que
se aparte del Dios vivo por no creer en él. Más bien anímense
mutuamente cada día, mientras dura este "hoy", para que ninguno de
ustedes, seducido por el pecado, endurezca su corazón; pues si nos ha
sido dado el participar de Cristo, es a condición de que mantengamos
hasta el fin nuestra firmeza inicial.
+ Meditatio
Uno de los peligros latentes de nuestra comunidad cristiana es lo que
se podría llamar: El riesgo de la normalidad. Esto es, el pensar que
nuestra vida "no es tan mala", que no somos grandes pecadores pues no
matamos, no robamos bancos, vamos a misa los domingos, etc. Todo esto
es claramente una forma de endurecer el corazón. Dios nos ha llamado a
ser SANTOS, la mediocridad en la vida espiritual, sobre todo en
nuestra relación con Dios, enfría el corazón y lo endurece.
Por ello, el autor de esta carta invita a la comunidad a animarse
mutuamente para que ningún pecado llegue a endurecer su corazón. Esta
ayuda debe ser diaria, ya que es el único tiempo que tenemos: el ayer
ya no existe y el mañana aún no llega. Tómate el tiempo para compartir
tu fe con los demás y no permitas jamás que llegue a tu vida el
"riesgo de la normalidad".
+ Oratio
Señor, reconozco mis pecados, sobre todo el de omisión. Siempre
confieso las cosas que hago mal, faltando a la ley de Dios fundada en
el amor, pero nunca confieso las cosas que dejo de hacer por mi bien y
el de mis hermanos. Quiero dejarme ablandar por tu gracia y hacer mi
corazón más sensible a tus mandatos.
+ Operatio
Hoy le hablaré de mi fe en ti a la persona que esté a mi lado, y le
haré saber que somos miembros de una pequeña comunidad, parte también
del cuerpo de Cristo.
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El Evangelio de hoy
Marcos 1, 40-45
En aquel tiempo, se le acercó a Jesús un leproso para suplicarle de
rodillas: "Si tú quieres, puedes curarme". Jesús se compadeció de él,
y extendiendo la mano, lo tocó y le dijo: "¡Sí quiero: sana!".
Inmediatamente se le quitó la lepra y quedó limpio.
Al despedirlo, Jesús le mandó con severidad: "No se lo cuentes a
nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece
por tu purificación lo prescrito por Moisés".
Pero aquel hombre comenzó a divulgar tanto el hecho, que Jesús no
podía ya entrar abiertamente en la ciudad, sino que se quedaba fuera,
en lugares solitarios, a donde acudían a él de todas partes.
+ Reflexión
¿Cómo puede el hombre que ha sido tocado por el amor de Dios
permanecer callado? Es imposible. Creo que esta puede ser la causa por
la cual muchos cristianos permanecen callados: no han sido tocados por
el amor sanante de Dios. Permanecen llenos de miedos y temores,
viviendo como lo hacían los leprosos, aislados de la comunidad. Jesús
desde el bautismo nos ha tocado y nos ha dicho: ¡Sana! Más aún, nos ha
llenado de su Espíritu, sin embargo no hemos dejado la lepra de la
envidia, del odio, del rencor, etc. Es necesario de nuevo decirle al
Señor: "Si quieres puedes sanarme". Él lo hará, una y mil veces, pues
nos quiere sanos y llenos de vida en el Espíritu. Así, una vez tocados
por el amor sanante de Dios, nos convertiremos en verdaderos testigos
de este Amor en el mundo.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
Irapuato
Questo Padre e Dottore della Chiesa nacque a Poitiers, nell'Aquitania, verso il 315, da una distinta famiglia pagana, che gli fece impartire una solida educazione letteraria e filosofica a base neoplatonica. S. Ilario stesso nel trattato De Trinitate l'espone come, agitato dal problema del nostro destino, non ne abbia trovato una risposta soddisfacente nella filosofia pagana, ma soltanto nel prologo …Más
Questo Padre e Dottore della Chiesa nacque a Poitiers, nell'Aquitania, verso il 315, da una distinta famiglia pagana, che gli fece impartire una solida educazione letteraria e filosofica a base neoplatonica. S. Ilario stesso nel trattato De Trinitate l'espone come, agitato dal problema del nostro destino, non ne abbia trovato una risposta soddisfacente nella filosofia pagana, ma soltanto nel prologo del Vangelo di S. Giovanni, in cui è detto che il Verbo disceso dal cielo dona a coloro che lo ricevono il potere di diventare figli di Dio.
Ilario era adulto quando ricevette il battesimo, sposato e padre di una figlia, Abra. Non è improbabile che per la sua vita austera e ferventissima il vescovo della città lo abbia aggregato alla sua chiesa con qualche ordine sacro. È certo però che quando morì, Ilario gli successe nell'episcopato e si sforzò di praticare quanto scriverà più tardi: "La santità senza la scienza non può essere utile che a se stessa. Quando si insegna, occorre che la scienza fornisca un alimento alla parola e che la virtù serva di ornamento alla scienza" (De Trinitate, VIII, l). Attratto dalla fama di lui S. Martino, lasciata, la milizia, venne a mettersi alla scuola acconsentendo a lasciarsi ordinare esorcista.
"Il Santo pastore fu ben presto spinto dalle circostanze a lottare tanto strenuamente contro l'arianesimo da essere considerato l'Atanasio dell'Occidente". Molti vescovi non accettavano la dottrina di Nicea (325) della consustanzialità del Figlio di Dio con il Padre, preferendo insegnare che gli era soltanto simile. Costanzo, figlio di Costantino, pretendeva di fare accettare le loro idee da tutto l'impero, pena l'esilio. Per la difesa dell'ortodossia S. Ilario convocò forse a Parigi nel 355, un'assemblea che scomunicò Valente e Ursacio, ambiziosi vescovi di corte, persecutori di Atanasio, e Saturnino, primate di Arles. che aveva condiviso le loro violenze. Costui e i suoi complici, imbaldanziti dall'indifferenza con cui Giuliano, governatore della Gallia, trattava le dispute dei teologi, si riunirono a Béziers. Per ordine di Costanzo, Ilario dovette prendervi parte, ma avendo ricusato di aderire alla politica religiosa dell'imperatore, fu deportato nel 356 nella Frigia. I vescovi della Gallia, in maggioranza ortodossi, non vollero che un intruso s'impadronisse della sede di Poitiers. Durante il suo esilio S. Ilario poté, difatti, con lettere dirigere la sua chiesa.
Nell'Asia Minore non rimase ozioso. Approfittò del tempo per comporre il suo capolavoro, De Trinitate in 12 libri, per studiare a fondo i problemi dell'oriente con larghezza di vedute, e cercare di ricondurre gli erranti alla fede nicena. "Non ho considerato come un delitto, dirà più tardi, di aver avuto colloqui con loro, anzi, pur rifiutando loro la comunione, di entrare nelle loro case di preghiera e di sperare ciò che si doveva attendere da loro per il bene della pace, allorché aprivamo loro una via al riscatto dei loro errori mediante la penitenza, un ricorso a Cristo mediante l'abbandono dell'anticristo". (Adv. Costant. 2). La stessa sollecitudine per la conciliazione manifesterà nel De Synodis, libro scritto per informare i vescovi della Gallia riguardo alle varie professioni di fede degli orientali.
Il suo esilio durava da quattro anni, quando, nel 359, Costanzo convocò un concilio a Rimini per gli occidentali, e un altro a Seleucia, nell'Isauria, per gli orientali. Ilario vi fu accolto favorevolmente e poté esporre la fede nicena, ma la concordia non fu raggiunta per il malanimo di molti. Dopo il sinodo il santo si portò a Costantinopoli per ottenere da Costanzo il permesso di discutere pubblicamente con Saturnino che era stato la causa del suo esilio, e di comparire nel concilio che si teneva allora nella città imperiale per potervi difendere la fede ortodossa sull'autorità delle Sacre Scritture. Per tutta risposta Costanzo lo rimandò a Poitiers sobillato dagli ariani, i quali, per sbarazzarsi dello scomodo avversario, glielo avevano dipinto "come seminatore di discordia e perturbatore dell'oriente".
A Poitiers Ilario fu accolto in trionfo. Appena seppe del suo ritorno, S. Martino lo raggiunse dal suo ritiro nell'isola Gallinaria (Albenga), e sotto la direzione del suo maestro fondò a Ligugé il più antico monastero della Gallia onde neutralizzare in parte almeno i tristi effetti della eresia.
Ilario ogni tanto andava a visitare i cenobiti per seguire le loro regole e prendere parte ai loro canti. È risaputo che fu egli il primo compositore di inni dell'occidente nell'intento di contrapporsi all'attività poetica degli ariani.
La situazione politica intanto era notevolmente cambiata dal mese di maggio 360, quando i soldati di stanza a Parigi avevano gridato imperatore Giuliano. Ilario ne approfittò con decisione e moderazione per radunare sinodi provinciali, onde confermare nell'ortodossia i vescovi rimasti fedeli, e richiamarvi quelli che avevano sottoscritto per ignoranza o timore formule erronee o compromettenti, come quella del concilio di Rimini. La deposizione di Saturnino di Arles e di Paterno di Périgueux segnò la disfatta dell'arianesimo nell'occidente. La morte di Costanzo (+361) diede un colpo decisivo alla supremazia ariana in Oriente, perché i vescovi furono richiamati dall'esilio, e l'anno dopo S. Atanasio potè radunare ad Alessandria il celebre "concilio dei confessori" e adottare con successo la moderazione del vescovo di Poitiers.
S. Ilario insieme con S. Eusebio, vescovo di Vercelli, combatté pure per due anni l'arianesimo in Italia, e tentò di cacciare dalla sede di Milano, Aussenzio, che il concilio di Parigi del 361 aveva anatematizzato. Questi, nel 364, appellò all'imperatore Valentiniano, allegando i decreti del concilio di Rimini da lui fatti sottoscrivere da tanti vescovi, e accusando i suoi avversari di turbare la pace religiosa. Queste considerazioni impressionarono l'imperatore il quale mantenne Aussenzio nella sua sede, soddisfatto di una professione di fede equivoca che costui aveva fatto alla presenza di dieci vescovi e di alti funzionari. S. Ilario, ricevuto l'ordine di lasciare Milano, scrisse il suo Contra Auxentium per smascherare le ipocrite reticenze di lui e mantenere l'integrità della fede tra il popolo.
Ritiratesi nella sua diocesi, il santo poté dedicarsi ai suoi studi prediletti e al commento dei Salmi, finché lo colse la morte il 1-11-367. Le sue reliquie nel 1562 furono bruciate dagli ugonotti. Pio IX nel 1851 lo proclamò Dottore della Chiesa.
Autore: Don Guido Pettinati
Un comentario más de Irapuato
Irapuato
Obispo, Doctor de la Iglesia
Fiesta: 13 de enero.
(C.310-368)
Su nombre significa "sonriente"

Llamado el Atanasio del Occidente.
De sus escritos:
Escribió varias obras llenas de sabiduría y de doctrina, destinadas a consolidar la fe católica y a la interpretación de la sagrada Escritura.

«Dios sólo sabe ser amor, y sólo sabe ser Padre. Y quien ama no es envidioso, y quien es Padre lo es totalmente …Más
Obispo, Doctor de la Iglesia
Fiesta: 13 de enero.
(C.310-368)
Su nombre significa "sonriente"

Llamado el Atanasio del Occidente.

De sus escritos:
Escribió varias obras llenas de sabiduría y de doctrina, destinadas a consolidar la fe católica y a la interpretación de la sagrada Escritura.

«Dios sólo sabe ser amor, y sólo sabe ser Padre. Y quien ama no es envidioso, y quien es Padre lo es totalmente. Este nombre no admite compromisos, como si Dios sólo fuera padre en ciertos aspectos y en otros no» (De Trinitate 9,61).

La Encarnación del Verbo y el sacramento de la eucaristía nos hacen partícipes de la naturaleza divina -tratado sobre la Trinidad
La multitud de los creyentes no era sino un solo corazón... -Tratado sobre los salmos

BREVE BIOGRAFIA
Nació en Poitiers, Francia, a principios del siglo IV; Sus padres eran nobles gentiles. Fue bautizado el año 345 y desde entonces vivió santamente. Fue elegido obispo de Poitiers el año 350.
Gran defensor de la fe en la divinidad de Cristo frente a los arrianos. En su tratado sobre la Trinidad «De Trinitate» defiende la doctrina del Concilio de Nicea y demuestra que las Sagradas Escrituras dan testimonio claro de la divinidad del Hijo. En otros libros interpreta también los sucesos del Antiguo Testamento como prefiguraciones de la venida de Cristo al mundo.
El punto de partida de la reflexión de Hilario es la fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, recibida en el bautismo. Dios Padre, que es amor, comunica plenamente su divinidad al Hijo. Éste compartió nuestra condición humana, de tal manera que sólo en Cristo, Verbo encarnado, la humanidad encuentra la salvación. Asumiendo la naturaleza humana, Él ha unido a sí a todo hombre. Por eso, el camino hacia Cristo está abierto para todos, aunque por nuestra parte se requiere siempre la conversión personal.
San Hilario combatió herejías del arriano Auxencio de Milán. Los arrianos lograron que el emperador Constancio, también arriano, desterrase a Hilario a Frigia, provincia romana de Asia, a fines del año 356. Su comentario fue: "Permanezcamos siempre en el destierro con tal que se predique la verdad". Desde el destierro envió a Occidente su tratado de los Sínodos y en 359 los doce libros Sobre la Trinidad, que se considera su mejor obra.
Asistió al concilio de Seleucia de Isauria, ciudad del Asia Menor, en la región de Tauro. Allí trató Hilario sobre misterios de la fe. Después pasó a Constantinopla, donde en un escrito presenta al emperador como un anticristo.
Sus enemigos, convencidos de que Hilario les era mas problema en el Oriente, le permitieron regresar a Poitiers. San Jerónimo comenta sobre el gran júbilo con que fue recibido por los católicos. Allí realizó una importante labor de exégesis, escribiendo tratados sobre los grandes misterios de la fe, sobre los salmos y sobre san Mateo. Compuso también himnos y algunos le atribuyeron el "Gloria in excelsis".
Según san Isidoro de Sevilla, Hilario fue el primero que introdujo los cánticos en las iglesias de Occidente. Años más tarde San Ambrosio introducirá esa costumbre en su catedral de Milán y los herejes lo acusarán ante el gobierno diciendo que por los cantos tan hermosos que entona en su iglesia le quita a ellos sus clientes que se van a donde los católicos porque allá cantan más y mejor.

San Hilario murió el 13 de enero del año 367.
Sus reliquias estuvieron en Poitiers hasta el año 1652, en que fueron sacrílegamente quemadas por los hugonotes.
Se le ha dado el título de Atanasio de Occidente.
Entre sus ilustres discípulos está San Martín de Tours.
San Jerónimo y san Agustín lo llaman gloriosísimo defensor de la fe.
El Papa Pío IX, a petición de los obispos reunidos en el sínodo de Burdeos, declaró a san Hilario Doctor de la Iglesia por sus enseñanzas sobre la divinidad de Cristo.
Oración
Señor Jesucristo: Te pedimos que así como tu amigo San Hilario nosotros empleemos también nuestra vida y nuestras fuerzas en hacerte conocer y amar más y más. Amén.

San Hilario de Poitiers
Benedicto XVI, Audiencia General, 10 de octubre de 2007


Queridos hermanos y hermanas:
Hoy quisiera hablar de un gran padre de la Iglesia de Occidente, san Hilario de Poitiers, una de las grandes figuras de obispos del siglo IV. Ante los arrianos que consideraban el Hijo de Dios como una criatura, si bien excelente, pero sólo una criatura, Hilario consagró toda su vida a la defensa de la fe en la divinidad de Jesucristo, Hijo de Dios y Dios como el Padre, que le engendró desde la eternidad.

No contamos con datos seguros sobre la mayor parte de la vida de Hilario. Las fuentes antiguas dicen que nació en Poitiers, probablemente hacia el año 310. De familia acomodada, recibió una formación literaria, que puede reconocerse con claridad en sus escritos. Parece que no se crió en un ambiente cristiano. Él mismo nos habla de un camino de búsqueda de la verdad, que le llevó poco a poco al reconocimiento del Dios creador y del Dios encarnado, muerto para darnos la vida eterna. Bautizado hacia el año 345, fue elegido obispo de su ciudad natal en torno al 353-354.

En los años sucesivos, Hilario escribió su primera obra, el «Comentario al Evangelio de Mateo». Se trata del comentario más antiguo en latín que nos ha llegado de este Evangelio. En el año 356 asistió como obispo al sínodo de Béziers, en el sur de Francia, el «sínodo de los falsos apóstoles», como él mismo lo llama, pues la asamblea estaba dominada por obispos filo-arrianos, que negaban la divinidad de Jesucristo. Estos «falsos apóstoles» pidieron al emperador Constancio que condenara al exilio al obispo de Poitiers. De este modo, Hilario se vio obligado a abandonar Galia en el verano del año 356.

Exiliado en Frigia, en la actual Turquía, Hilario entró en contacto con un contexto religioso totalmente dominado por el arrianismo. También allí su solicitud como pastor le llevó a trabajar sin descanso a favor del restablecimiento de la unidad de la Iglesia, basándose en la recta fe formulada por el Concilio de Nicea. Con este objetivo, emprendió la redacción de su obra dogmática más importante y conocida: el «De Trinitate» (sobre la Trinidad).

En ella, Hilario expone su camino personal hacia el conocimiento de Dios y se preocupa de mostrar que la Escritura atestigua claramente la divinidad del Hijo y su igualdad con el Padre no sólo en el Nuevo Testamento, sino también en muchas páginas del Antiguo Testamento, en las que ya se presenta el misterio de Cristo. Ante los arrianos, insiste en la verdad de los nombres del Padre y del Hijo y desarrolla toda su teología trinitaria partiendo de la fórmula del Bautismo que nos entregó el mismo Señor: «En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo».

El Padre y el Hijo son de la misma naturaleza. Y si bien algunos pasajes del Nuevo Testamento podrían hacer pensar que el Hijo es inferior al Padre, Hilario ofrece reglas precisas para evitar interpretaciones equívocas: algunos textos de la Escritura hablan de Jesús como Dios, otros subrayan su humanidad. Algunos se refieren a Él en su preexistencia con el Padre; otros toman en cuenta el estado de abajamiento («kénosis»), su descenso hasta la muerte; otros, por último, lo contemplan en la gloria de la resurrección.

En los años de su exilio, Hilario escribió también el «Libro de los Sínodos», en el que reproduce y comenta para los hermanos obispos de Galia las confesiones de fe y otros documentos de sínodos reunidos en Oriente alrededor de la mitad del siglo IV. Siempre firme en la oposición a los arrianos radicales, san Hilario muestra un espíritu conciliador ante quienes aceptaban confesar que el Hijo se asemeja al Padre en la esencia, naturalmente intentando llevarles siempre hacia la plena fe, según la cual, no se da sólo una semejanza, sino una verdadera igualdad entre el Padre y el Hijo en la divinidad.

Esto también nos parece característico: su espíritu de conciliación trata de comprender a quienes todavía no han llegado a la verdad plena y les ayuda, con gran inteligencia teológica, a alcanzar la plena fe en la divinidad verdadera del Señor Jesucristo.

En el año 360 ó 361, Hilario pudo finalmente regresar del exilio a su patria e inmediatamente volvió a emprender la actividad pastoral en su Iglesia, pero el influjo de su magisterio se extendió de hecho mucho más allá de los confines de la misma.

Un sínodo celebrado en París en el año 360 o en el 361 retomó el lenguaje del Concilio de Nicea. Algunos autores antiguos consideran que este cambio antiarriano del episcopado de Galia se debió en buena parte a la fortaleza y mansedumbre del obispo de Poitiers.

Esta era precisamente su cualidad: conjugar la fortaleza en la fe con la mansedumbre en la relación interpersonal. En los últimos años de su vida compuso los «Tratados sobre los Salmos», un comentario a 58 salmos, interpretados según el principio subrayado en la introducción: «No cabe duda de que todas las cosas que se dicen en los salmos deben entenderse según el anuncio evangélico de manera que, independientemente de la voz con la que ha hablado el espíritu profético, todo se refiere al conocimiento de la venida nuestro Señor Jesucristo, encarnación, pasión y reino, y a la gloria y a la potencia de nuestra resurrección» («Instructio Psalmorum» 5).

Ve en todos los salmos esta transparencia del misterio de Cristo y de su Cuerpo, que es la Iglesia. En varias ocasiones, Hilario se encontró con san Martín: precisamente el futuro obispo de Tours fundó un monasterio cerca de Poitiers, que todavía hoy existe. Hilario falleció en el año 367. Su memoria litúrgica se celebra el 13 de enero. En 1851 el beato Pío IX le proclamó doctor de la Iglesia.

Para resumir lo esencial de su doctrina,
quisiera decir que el punto de partida de la reflexión teológica de Hilario es la fe bautismal. En el «De Trinitate», Hilario escribe: Jesús «mandó bautizar “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Cf. Mateo 28,19), es decir, confesando al Autor, al Unigénito y al Don. Sólo hay un Autor de todas las cosas, pues sólo hay un Dios Padre, del que todo procede. Y un solo Señor nuestro, Jesucristo, por quien todo fue hecho (1 Corintios 8,6), y un solo Espíritu (Efesios 4,4), don en todos... No puede encontrase nada que falte a una plenitud tan grande, en la que convergen en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo la inmensidad en el Eterno, la revelación en la Imagen, la alegría en el Don» («De Trinitate» 2, 1).

Dios Padre, siendo todo amor, es capaz de comunicar en plenitud su divinidad al Hijo. Me resulta particularmente bella esta formulación de san Hilario: «Dios sólo sabe ser amor, y sólo sabe ser Padre. Y quien ama no es envidioso, y quien es Padre lo es totalmente. Este nombre no admite compromisos, como si Dios sólo fuera padre en ciertos aspectos y en otros no» (ibídem 9,61).

Por este motivo, el Hijo es plenamente Dios sin falta o disminución alguna: «Quien procede del perfecto es perfecto, porque quien lo tiene todo le ha dado todo» (ibídem 2,8). Sólo en Cristo, Hijo de Dios e Hijo del hombre, encuentra salvación la humanidad. Asumiendo la naturaleza humana, unió consigo a todo hombre, «se hizo la carne de todos nosotros» («Tractatus in Psalmos» 54,9); «asumió la naturaleza de toda carne y, convertido así en la vid verdadera, es la raíz de todo sarmiento» (ibídem 51,16).

Precisamente por este motivo el camino hacia Cristo está abierto a todos, porque ha atraído a todos en su ser hombre, aunque siempre se necesite la conversión personal: «A través de la relación con su carne, el acceso a Cristo está abierto a todos, a condición de que se desnuden del hombre viejo (Cf. Efesios 4,22) y lo claven en su cruz (Cf. Colosenses 2,14); a condición de que abandonen las obras de antes y se conviertan para quedar sepultados con Él en su bautismo, de cara a la vida ( Cf. Colosenses 1,12; Romanos 6,4)» (Ibídem 91, 9).

La fidelidad a Dios es un don de su gracia. Por ello, san Hilario pide al final de su tratado sobre la Trinidad poderse mantener siempre fiel a la fe del bautismo. Es una característica de este libro: la reflexión se transforma en oración y la oración se hace reflexión. Todo el libro es un diálogo con Dios. Quisiera concluir la catequesis de hoy con una de estas oraciones, que se convierte también en oración nuestra: «Haz, Señor --reza Hilario movido por la inspiración-- que me mantenga siempre fiel a lo que profesé en el símbolo de mi regeneración, cuando fue bautizado en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo. Que te adore, Padre nuestro, y junto a ti a tu Hijo; que sea merecedor de tu Espíritu Santo, que procede de ti a través de tu Unigénito… Amén» («De Trinitate» 12, 57).

[Traducción del original italiano realizada por Zenit. Al final de la audiencia, Benedicto XVI
Siguiendo la enseñanza y el ejemplo de san Hilario de Poitiers, pidamos también para nosotros la gracia de permanecer siempre fieles a la fe recibida en el bautismo, y testimoniar con alegría y convicción nuestro amor a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Muchas gracias.
www.corazones.org/santos/hilario.htm