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jamacor
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El silencio de San José. Un hermoso canto dedicado a San José. San José, con su silencio, nos habla de tantas cosas... Y nos cede el protagonismo a todos. Se lo cedió a la Virgen María, se lo cedió …Más
El silencio de San José.

Un hermoso canto dedicado a San José.

San José, con su silencio, nos habla de tantas cosas... Y nos cede el protagonismo a todos. Se lo cedió a la Virgen María, se lo cedió a Jesucristo, nos lo cede a nosotros. Y el caso es que no conocemos palabras expresadas por él, pero sí que conocemos sus obras, sus actos de fe, de amor y de protección. Es bueno recordar todos esos momentos para vernos acompañados de San José, con su silencio. Pronto la fe de San José fue probada con el misterioso embarazo de María. San José tuvo sueños impresionantes, a través de los cuales recibió mensajes muy importantes. No conociendo el misterio de la Encarnación y no queriendo exponerla al repudio y su posible condena, pensaba retirarse cuando el ángel se le aparece en sueño: “Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto. Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer” (Mt 1, 19-20, 24). ¡Qué palabras más hondas! “Como era justo”, es decir, como vivía de cara a Dios, en adhesión absoluta a Él, “Tomó consigo a su mujer”, es decir, nada de abandono, entra en el Misterio en el que la presencia de Dios envuelve todo, con todas las consecuencias. Unos meses más tarde partirán hacia Belén en un momento difícil, ya que Ella estaba encinta (cf. Lc 2, 1-7). Allí nació Jesús y San José les atendió de una manera singular. Más tarde con María presenta a Jesús en el Templo y ante las cosas que se decían de Jesús escuchamos en el Evangelio estas palabras: “Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él” (Lc 2, 33). Y cuando escuchó el mensaje de Dios en un sueño, sin pensarlo unos instantes se levantó y se hizo emigran- te, en otra tierra, con otro idioma sin apoyos familiares, sin empleo: “Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matar- le” (Mt 2, 13). Cuando pasó el peligro regresó por indicación del Ángel del Señor para establecerse en Galilea.

¡Qué belleza tienen las palabras de Juan XXIII cuando comenzó el Concilio Vaticano II: “Escogido como custodio oculto de la más grande obra de Dios, la Encarnación del Verbo, San José continúa su poderosa intercesión en la Iglesia que, reunida en Concilio en sus Pastores sagrados, quiere difundir su luz en el mundo, y su dulce imperio en todos los corazones”! Aprendamos desde el silencio de San José a dejarnos envolver por el Misterio de la Encarnación. ¡Qué fuerza tienen las palabras de Pablo VI cuando nos dice de San José que es “el introductor al Evangelio de las bienaventuranzas”! ¡Qué hondura tienen las palabras de Juan Pablo II cuando nos dice que “el matrimonio de José y de María estuvo al servicio de la Encarnación redentora y que San José fue llamado a ser el custodio del Redentor”! ¡Qué profecía tienen estas palabras de Benedicto XVI a los padres: “ruego para que aprecien siempre la belleza de una vida sencilla y laboriosa... cumpliendo con entusiasmo la grande y difícil misión educativa”! Con San José, sin escucharle ninguna palabra, contemplemos con él: ver nacer a Jesús, presentándolo en el Templo, en la huida a Egipto, cuando se pierde en el templo, cuando se separa de Jesús y de María por su muerte.
MariaConcepcion
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