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Efraín
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22- Los malos hábitos, Meditación de San Alfonso María de Ligorio. San Alfonso María de Ligorio nos habla en su Meditación 22: "Los malos hábitos" acerca de una de las mayores desventuras que dejó …Más
22- Los malos hábitos, Meditación de San Alfonso María de Ligorio.

San Alfonso María de Ligorio nos habla en su Meditación 22: "Los malos hábitos" acerca de una de las mayores desventuras que dejó a la raza humana el pecado original de Adán y Eva: la concupiscencia o inclinación al mal. Por esa inclinación hacia el mal y rodeados de tantos enemigos en este mundo es difícil para el creyente llegar sin culpa a la gloria celestial. De los paganos no se diga que es difícil, sino imposible, ya que ellos fueron entregados al demonio y son presas fáciles de él, porque no reciben las mismas gracias que los fieles a Dios y Satanás los zarandea con los vicios y pecados aborrecibles a Dios.

El hombre de malos hábitos y costumbres no posee la gracia de Dios que le ayudaría a salvar su alma de tantos peligros que hay en este mundo, su cuerpo esta sujeto a los llamamientos fortísimos del demonio, mundo y carne; en esta vida muchos se pierden con tales enemigos del alma. Es muy difícil que tales pecadores se salven ya que los malos hábitos ciegan el espíritu, endurecen el corazón y conducen a la obstinación completa en la hora de la muerte.

Un hombre con malos hábitos se ve cegado en su espíritu al alejarse de la luz divina y debilitado por el vicio es capaz de cometer los más sucios pecados, San Bernardo dice que no sirve rogar por los pecadores de costumbre, debemos compadecerlos como condenados. Además, Dios permite que el corazón de tal pecador se endurezca en castigo a la resistencia que hace a sus llamamientos, su conciencia se endurecerá más y más, hasta llegar al extremo de que nada le conmueva, ni el sufrimiento de Cristo en la cruz ni el dolor humano le harán compadecerse; perderán los remordimientos de conciencia y los más grandes pecados les parecerán nada, no se entristecerán por sus pecados, al contrario alardearán, se alegrarán, se reirán de ellos. Santo Tomás de Villanueva dice que tales señales de diabólica dureza son signos inequívocos de condenación.

El hombre con malos hábitos, cegado el espíritu, endurecido el corazón, tendrá mal fin y morirá obstinado en sus culpas. El pecador que tuvo malos hábitos desde su juventud difícilmente los cambiará en su vejez; es una gran locura y necedad del que vive en pecado y espera que en el último instante de su vida lo remediará todo, no podrá llevar una vida virtuosa el que tiene hábitos perversos.

El pecador con malos hábitos no debe creerse condenado si de veras quiere enmendarse. Pero los males gravísimos requieres heroicos remedios. Debe esforzarse en huir de las ocasiones de pecar, no frecuentar las malas compañías y resistir las tentaciones encomendándose a Dios. Debe confesarse frecuentemente con el sacerdote, tener lecturas espirituales diarias, hacerse devoto de la Santísima Virgen María y pedir su ayuda para fortalecer su alma, debe dominarse y no violentarse, debe aceptar la ayuda de Dios cuando lo ilumina y no cuando ya lo haya abandonado en sus pecados.

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