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Ébola: Entrevista a la Hna. Paciencia Melgar, infectada por el virus.

La Hna. Chantal Mtwameme falleció en Monrovia (Liberia) el pasado 9 de agosto a causa del ébola. La superiora de su comunidad, la Hna. Paciencia Melgar, infectada por el virus, fue ingresada un día después en el hospital ELWA, gestionado por la ONG Médicos Sin Fronteras, donde permanecía al cierre de esta edición. La tercera religiosa de la comunidad, la Hna. Juliana Bonoha, fue repatriada a España el pasado 7 de agosto junto al Hno. Miguel Pajares, religioso de San Juan de Dios, que falleció el 12 de agosto. Todos trabajaban en el hospital San José, de Monrovia, que fue clausurado el 1 de agosto a causa del avance del virus, y sobre el que hablamos en Mundo Negro en el número de marzo de 2013, con motivo de su 50 aniversario. Este reportaje, se convierte en acto de homenaje y justicia a los religiosos que trabajaban en el hospital liberiano.
Paciencia Melgar, Juliana Bonoha y Chantal Mutwameme eran las tres misioneras de la Inmaculada Concepción que colaboraban con los Hermanos de San Juan de Dios en el Hospital San José de Monrovia, la capital liberiana, hasta el momento de la clausura del centro sanitario. Las dos primeras, ecuatoguineanas, de Annobón y Malabo, respectivamente. La tercera, congoleña, de Kinshasa, pero en la comunidad se hablaba español pues Chantal aprendió nuestra lengua en sus años de estancia en Guinea Ecuatorial, donde trabajó primero en un colegio como profesora y después como enfermera en una clínica de la congregación.

Fundada en Mataró (Barcelona) por la Madre Alfonsa Cavin, de origen francés, la congregación llegó a Monrovia apenas un año después de la construcción del hospital y desde entonces ha permanecido en él de manera ininterrumpida, incluso durante los 14 años que duró la guerra civil liberiana. Los Hermanos de San Juan de Dios entendieron que para acompañar su labor hospitalaria era necesaria la presencia de una congregación femenina, hicieron la propuesta a las Misioneras de la Inmaculada Concepción y ellas aceptaron gustosas. La primera comunidad estaba formada por tres misioneras españolas y una ecuatoguineana.

“No os canséis de hacer el bien mientras podáis”, decía San Juan de Dios. La Hna. Chantal (foto de la izquierda) evocaba esta expresión para poner de manifiesto la coincidencia de los dos carismas congregacionales en el ámbito sociosanitario. “También nuestro deseo aquí es hacer el bien”, confesaba, al recordar el ideal de la fundadora: “Mi deseo ha sido siempre hacer el bien”.
Esperanza para los enfermos
Las instalaciones del Hospital San José ocupan una amplia finca situada entre el bulevar Tubman y la zona costera de Monrovia. Dentro del recinto, la vivienda de las religiosas estaba frente a una de las esquinas del edificio del hospital, y la de los hermanos delante de la esquina opuesta. Sin embargo, unos y otras compartían los momentos de oración y de celebración en la capilla de las religiosas. “La oración nos sostiene a las dos comunidades. Cuando muchas veces la noche anterior estás dispuesta a tirar la toalla porque las cosas no van bien, por la mañana te levantas con nuevo ánimo”, comentaba la religiosa congoleña en la redacción de Mundo Negro hace pocos meses.

Dentro del hospital, tanto la Hna. Paciencia (foto a la derecha, junto Jualiana Bonoha), la superiora, como la Hna. Chantal, consejera provincial de la congregación, trabajaban como enfermeras y echaban una mano en la administración, la cocina, la farmacia y el ropero. “Nuestro propósito es llevar la esperanza a los enfermos, luchar por la paz y la justicia entre los enfermos y los trabajadores. A veces no se entienden, pero creemos que es posible trabajar juntos, aunque seamos de distintas etnias y naciones. Buscamos el entendimiento para que no haya conflicto, servir mejor a los enfermos y darles la dignidad que merecen”, indicaba la superiora.

Defender los derechos de los enfermos, asegurarse de que están bien servidos era también el propósito de la Hna. Chantal, que asistía como enfermera en el quirófano, las emergencias, la maternidad y el servicio de pediatría. Su primera intención fue estudiar Medicina, pero tuvo que cambiar a Enfermería por necesidades del momento. “Necesitaban antes a una enfermera que a un médico”, evocaba. Como tal, su objetivo fue “dar la vida a la gente que le falta dignidad y su estado de salud es muy malo. No me gusta estar en la oficina del hospital sino cerca de los enfermos, saber de sus necesidades. La vida debe ser salvada”, sentenciaba meses antes de su fallecimiento.

La Hna. Chantal iba más allá cuando se trataba de defender la salud en África. Tras su paso por Togo, Camerún, Guinea Ecuatorial y, en última instancia, Liberia, en su opinión el derecho a la salud en el continente no estaba garantizado. Lo mismo afirmaba del derecho a la educación: “Los niños africanos no tienen derecho a la educación gratuita. La solución está en las leyes, pero ¿dónde están los Gobiernos?, ¿qué hacen para mejorar la situación? Parece que no quieren a la gente”.

El ejemplo lo tenía muy cerca, cuando comparaba las diferencias entre el hospital público de Monrovia y el de San José, el hospital privado más grande de Liberia, que apenas recibía ayuda del Estado. “Los hospitales públicos no reúnen condiciones; si no compras las medicinas, no te atienden. Cuando te van a operar, te dan una lista de medicamentos que tienes que llevar y, si no los llevas, no te operan. El hospital del Gobierno es caro y los enfermeros cobran una barbaridad. En el Hospital San José cobran mucho menos, porque vivimos de lo que producimos”, aclaraba la superiora de la comunidad.

Ni en atención sanitaria ni en el nivel de salarios se podían comparar uno y otro hospital. “Nosotros no negamos la atención a nadie, en los hospitales públicos sí”, aclaraba la Hna. Chantal. En el Hospital San José, a veces enfermos, familiares y amigos se iban sin pagar la estancia y la medicina usada. “Eso pesa en el presupuesto”, lamentaba. Pero, pese a las dificultades económicas, las religiosas siempre pusieron al enfermo en el centro de su misión, lo que provocó que, a excepción de la Hna. Juliana, también ellas contrajeran el virus del ébola. “Muchas veces la familia lo abandona, pero nosotras asumimos esa responsabilidad”, indicaba la misionera congoleña. Para la Hna. Chantal, la labor sanitaria y educativa en África está en manos de los misioneros. “Si los religiosos no hubiesen venido, no sé qué sería de la salud y de la educación en África”.
Servir a los demás

Su misma vocación tenía origen en esta toma de conciencia. Procedente de una familia numerosa católica, su padre –ya fallecido– trabajaba con los jesuitas y su madre colaboraba con las Hermanas de San Andrés, con quienes la Hna. Chantal estudió y descubrió su vocación. Los primeros genes vocacionales surgieron de la respuesta a esta pregunta que se hacía a sí misma: “¿Por qué los extranjeros tienen que venir a ocuparse de nosotros?” “Mi deseo era ser como ellos, servir a los demás”, confesaba. Después de participar en un grupo de oración de su clase y más tarde en otro grupo vocacional en la parroquia siendo universitaria, y tras varias resistencias, finalmente ingresó con las Misioneras de la Inmaculada Concepción, gracias al acompañamiento y el apoyo de un obispo claretiano amigo de la congregación.