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En el Valle de Josafat. El 2 de noviembre, jornada de la conmemoración de todos los fieles difuntos, en Jerusalén se comenzó con la celebración eucarística en la Iglesia de San Salvador. Hubo una …Más
En el Valle de Josafat.

El 2 de noviembre, jornada de la conmemoración de todos los fieles difuntos, en Jerusalén se comenzó con la celebración eucarística en la Iglesia de San Salvador. Hubo una gran participación por parte de la comunidad local, aunque no fue un día festivo. Después de la misa, los fieles llegaron en procesión, a lo largo de las calles de la ciudad vieja, hasta el cementerio de la Custodia de Tierra Santa, en donde se encuentran sepultados los franciscanos.

La etapa sucesiva fue el cementerio cristiano católico de la ciudad santa, en donde se encuentra, entre otros, la tumba de Oscar Schindler, el empresario alemán conocido por el mundo entero por haber salvado del holocausto a por lo menos 1200 judíos. Sobre su tumba se observa el agradecimiento de la comunidad judía: en lugar de flores, pequeñas piedras que simbolizan el recuerdo eterno.

Es una zona de Jerusalén muy sugerente y particular, toda ella cerca del lugar en que se erigía el antiguo templo.

“Este es un lugar importante en recuerdo de los muertos de Jerusalén porque aquí están localizados desde la antiguedad todos los cementerios cristianos, judíos e islámicos. Del lado del Monte de los Olivos, que mira hacia Jerusalén, en particular hacia el Templo, está el cementerio judío, con la mirada idealmente dirigida hacia la ciudad santa; del otro lado, a nuestras espaldas, bajo los muros de la ciudad santa, está el cementerio islámico dirigido idealmente hacia la ciudad santa, La Meca; mientras que en el fondo del valle, justo en el punto más bajo del arroyo Cedrón, está el cementerio cristiano, con los muertos dirigidos sobre todo al cielo y no en dirección a la Jerusalén terrestre o a una ciudad, sino hacia la Jerusalén celestial, que esperamos al final de nuestros días”.

El Valle de Josafat, que en hebreo significa “el juicio de Dios”, es idealmente el lugar en donde Dios juzgará a todo su pueblo al final de los tiempos, el día de la resurrección.

“En la Biblia este juicio tiene un valor negativo, en cuanto que es recordado sólo dos veces en el libro de Joel en el capítulo 4 versículos 2 y 12. En los dos lugares se dice que el Señor, juez en ese día, reunirá en este valle, el valle del juicio, el valle de Josafat, a todos los pueblos que le hicieron mal a Jerusalén y al pueblo de Israel, que los exiliaron y se dividieron la tierra”.

Sólo a partir del siglo IV esta perspectiva cambió y se afirmó la idea de la responsabilidad individual.

“Mientras que los primeros cristianos y los judíos no habrían querido ser nunca juzgados en este lugar, pues era un lugar de condena, poco a poco se afirmó la idea de la responsabilidad individual. Por lo tanto, aquellos que fueron sepultados aquí, desde aquí tendrán que resurgir y no existirán dos grupos – por un lado los buenos y por otro los malos – más bien habrán personas que serán juzgadas singularmente de acuerdo a sus acciones. Hasta el día de hoy muchos desean ser enterrados aquí como si al final de los tiempos, en el día del juicio, pudiesen resurgir antes que los sepultados en otros lugares”.

El sacerdote Massimo muestra la Puerta de Oro, hoy cerrada. De acuerdo a la tradición judía, será nuevamente abierta con la entrada del Mesías, un momento en el cual los muertos sepulados ahí, resucitarán. En el lugar del juicio, el día final. Sin duda, conmemorar a los difuntos en Jerusalén, en donde Dios habló de Jesús a través de los profetas, tiene una carga de profundo sentimiento espiritual.

“Cuando miramos este valle, este lugar en donde todos son recogidos, según sus comunidades, pero de manera indistinta, cada uno cerca del otro, separados por una calle o un muro o un recinto o poco más, podemos mirar hacia adelante con mayor confianza, porque vemos que, al menos, en la muerte somos todos iguales y estamos dirigidos hacia la Jerusalén del cielo y la resurrección”.