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Empieza el Sínodo: "Permanece en lo que aprendiste y creíste"

Empieza el Sínodo: "Permanece en lo que aprendiste y creíste"

Luis Fernando, el 3.10.15 a las 10:58 AM

Mañana da comienzo el sínodo general sobre la familia. Es un nuevo paso, ciertamente importante, del proceso que comenzó cuando el papa Francisco convocó dos sínodos para que la Iglesia abordara algo tan esencial como la atención pastoral a la institución familiar. Sin familia no hay sociedad y sin familias auténticamente cristianas no hay Iglesia. Es por tanto mucho lo que está en juego.

No es la primera vez, ni será probablemente la última, que la Iglesia aborda la problemática relacionada con la pastoral familiar. Hace ahora 35 años que se celebró otro sínodo sobre la familia, bajo el pontificado de San Juan Pablo II. Su exhortación apostólica post-sinodal Familiaris consortio (FC) fue la corona magisterial que, siquiera en teoría, debía guiar los pasos de la Iglesia en las décadas siguientes.

¿Qué ha cambiado en 35 años? Todo y nada. En Occidente (Europa y América), la familia está en una situación de crisis como no se ha visto igual desde que el cristianismo irrumpió en el mundo. El papa santo polaco ya era consciente de ello:

… el número cada vez mayor de divorcios, la plaga del aborto, el recurso cada vez más frecuente a la esterilización, la instauración de una verdadera y propia mentalidad anticoncepcional.
(FC 6)

No solo no ha mejorado esa situación, sino que ha empeorado considerablemente. La plaga del divorcio ha hecho que nuestra sociedad sea polígama a plazos. El aborto sigue avanzando a pasos agigantados. Y la eutanasia amenaza con cobrarse la última víctima de la escalera de la vida: nuestros ancianos. Una sociedad que no deja nacer a sus hijos, que se muestra incapaz de dar estabilidad a sus matrimonios -o uniones de hecho-, finalmente acaba por matar a sus abuelos. Todo forma parte de un plan establecido que recibe el impulso y el apoyo de legislaciones perversas que atentan contra la ley natural y cualquier cosa que tenga que ver con la ley divina.

En medio de toda esa vorágine a la que se ha dado en llamar cultura de la muerte, la Iglesia ha sabido mantenerse firme en cuanto a sus enseñanzas. La Humanae Vitae de Pablo VI supuso un freno considerable al intento de asalto de la doctrina mundana anticoncepcionista a la fe católica. El magisterio de san Juan Pablo II sirvió de dique para parar el tsunami destructor del Leviatán que busca no solo dominar el mundo -ya lo hace- sino destruir el último refugio de los redimidos por Cristo: la Iglesia. Benedicto XVI supuso una línea de continuidad, adornada con su evidente brillantez teológica.

Pero seamos claros. A esa claridad magisterial no le acompañó una pastoral encaminada a extirpar de raíz las herejías y las heteropraxis que se le oponían. Multitud de obispos, sacerdotes, religiosos, teólogos, seglares, etc, han vivido de espaldas a la doctrina de la Iglesia. Algunos, no pocos, oponiéndose a ella públicamente. Otros, la mayoría, encerrándola en un baúl con siete llaves.

Como el error no fue eficazmente combatido, para el bien común de los fieles, con todas las herramientas que Dios dio a su Iglesia, hoy amenaza con implantarse en el corazón de la fe católica, para su destrucción. Efectivamente, lo que está en juego no es si la Iglesia va a ser mejor o peor instrumento de misericordia, sino si va a seguir siendo o no columna y baluarte de la verdad.

El caballo de Troya que se permitió entrar
hasta la Plaza Mayor amenaza con lograr la victoria, entregando a la Iglesia al adulterio de la infidelidad a Cristo, su palabra y veinte siglos de tradición ininterrumpida. No se trata de si los divorciados vueltos a casar pueden comulgar, sino de si la Iglesia cae en adulterio, negando a su Señor para fornicar con los valores de un mundo que rechaza a Dios y su ley. Todo ello, además, con el adorno de una falsa misericordia, que hace a Dios cómplice del pecado, que no podría ser vencido por la gracia y la obra del Espíritu Santo. Usar el amor y la misericordia de Dios como excusa para traicionar a Cristo, que dio su vida en pago por nuestros pecados, es una blasfemia de primer orden.

Más, como dijo Santa Teresa de Jesús, “nada te turbe, nada te espante". Nada de esto debería tomarnos por sorpresa. Ya dijo San Pablo

Por otra parte, todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús serán perseguidos. Pero los malvados y embaucadores irán de mal en peor, engañando a los demás y engañándose ellos mismos.Tú, en cambio, permanece en lo que aprendiste y creíste , consciente de quiénes lo aprendiste.
2ª Tim 3,12-14

Si sufres confusión, si sientes que se te parte el alma ante el asalto a la Iglesia por parte de los profetas de los baales modernos, si temes que la tibieza de muchos sea la alfombra por la que cabalguen los destructores de la fe que has recibido de Dios, escucha al Espíritu Santo que te habla por el apóstol:

Y ésta es la razón por la que padezco esas cosas; pero no me avergüenzo, pues sé en quién he creído, y estoy seguro de que tiene poder para conservar mi depósito hasta aquel día. Ten por norma las palabras sanas que me escuchaste con la fe y la caridad que tenemos en Cristo Jesús. Guarda el buen depósito por medio del Espíritu Santo que habita en nosotros.
2 ª Tim 1,12-14

Como dijo San Paciano: “Cristiano es mi nombre, católico mi apellido". Tú, por pura gracia, eres cristiano y católico. Si amas a la Iglesia, más la ama Cristo que se entregó por ella. Y Cristo mismo impedirá que los malvados y perversos, sean quienes sean, entreguen a su Desposada en cama ajena. Si es necesario, lo hará de esta manera:

Cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?» Le contestan: «Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores que le entreguen los frutos a su tiempo».
Mt 21,40-41

La fe que hemos recibido debe disipar toda duda sobre cuál será el resultado final de esta batalla final por el alma de la Iglesia. El Señor profetizó que las puertas del Hades no prevalecerán. Toca oración, penitencia, cruz, sufrimiento, y confianza en Dios. La luz siempre se impone a las tinieblas. Como escribió san Pedro, Vicario de Cristo:

por el poder de Dios, estáis custodiados mediante la fe hasta alcanzar la salvación preparada ya para ser manifestada en el tiempo último.

Nosotros siempre con Pedro y bajo Pedro. Y Pedro, con Cristo y bajo Cristo.

Santidad o muerte.

Luis Fernando Pérez Bustamante

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