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8) NOVENA A LOS CORAZONES UNIDOS DE JESÚS, JOSÉ Y MARÍA. DÍA 8 Del Corazón abierto de Nuestro Señor Jesucristo, brotó Sangre y Agua, con ellos todos los sacramentos y gracias que necesitamos para la …Más
8) NOVENA A LOS CORAZONES UNIDOS DE JESÚS, JOSÉ Y MARÍA. DÍA 8

Del Corazón abierto de Nuestro Señor Jesucristo, brotó Sangre y Agua, con ellos todos los sacramentos y gracias que necesitamos para la vida eterna, Juan Pablo II el día de la canonización de sor Faustina nos explica: "Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia" (Sal. 118, 1). Así canta la Iglesia en la octava de Pascua, casi recogiendo de labios de Cristo estas palabras del Salmo; de labios de Cristo resucitado, que en el Cenáculo da el gran anuncio de la misericordia divina y confía su ministerio a los Apóstoles: "Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. (...) Recibid el Espíritu Santo: a quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los retengáis les quedan retenidos." (Jn 20, 21-23). Antes de pronunciar estas palabras, Jesús muestra sus manos y su costado. Es decir, señala las heridas de la Pasión, sobre todo la herida de su corazón, fuente de la que brota la gran ola de misericordia que se derrama sobre la humanidad. De este corazón sor Faustina Kowalska, la beata que a partir de ahora llamaremos santa, verá salir dos haces de luz que iluminan el mundo: "Estos dos haces -le explicó Jesús mismo- representan la sangre y el agua" (Diario, 299). ¡Sangre y agua! Nuestro pensamiento va al testimonio del evangelista San Juan, quien, cuando un soldado traspasó con su lanza el costado de Cristo en el Calvario, vio salir "sangre y agua" (Jn 19, 34). Y si la sangre evoca el sacrificio de la cruz y el don eucarístico, el agua, en la simbología joánica, no sólo recuerda el bautismo, sino también el don del Espíritu Santo (cf. Jn 3, 5; 4, 14; 7, 37-39)”. Fin de la cita JUAN PABLO II, fragmento de la homilía en día de la canonización de sor Faustina.

NOVENA A LOS CORAZONES UNIDOS DE JESÚS, JOSÉ Y MARÍA

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Reflexión del Papa Emérito Benedicto XVI: “La contemplación, en la adoración, del costado traspasado por la lanza nos hace sensibles a la voluntad salvífica de Dios. Nos hace capaces de abandonarnos a su amor salvífico y misericordioso, y al mismo tiempo nos fortalece en el deseo de participar en su obra de salvación, convirtiéndonos en sus instrumentos. Los dones recibidos del costado abierto, del que brotaron "sangre y agua" (cf. Jn 19, 34), hacen que nuestra vida se convierta también para los demás en fuente de la que brotan "ríos de agua viva" (Jn 7, 38) (cf. Deus caritas est, 7). La experiencia del amor vivida mediante el culto del costado traspasado del Redentor nos protege del peligro de encerrarnos en nosotros mismos y nos hace más disponibles a una vida para los demás. "En esto hemos conocido lo que es amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar la vida por los hermanos" (1 Jn 3, 16) (cf. Haurietis aquas, 38). La respuesta al mandamiento del amor sólo se hace posible experimentando que este amor ya nos ha sido dado antes por Dios (cf. Deus caritas est, 14). Por tanto, el culto del amor que se hace visible en el misterio de la cruz, actualizado en toda celebración eucarística, constituye el fundamento para que podamos convertirnos en personas capaces de amar y entregarse (cf. Haurietis aquas, 69), siendo instrumentos en las manos de Cristo: sólo así se puede ser heraldos creíbles de su amor. Sin embargo, esta disponibilidad a la voluntad de Dios debe renovarse en todo momento: "El amor nunca se da por "concluido" y completado" (cf. Deus caritas est, 17). Así pues, la contemplación del "costado traspasado por la lanza", en el que resplandece la ilimitada voluntad salvífica por parte de Dios, no puede considerarse como una forma pasajera de culto o de devoción: la adoración del amor de Dios, que ha encontrado en el símbolo del "corazón traspasado" su expresión histórico-devocional, sigue siendo imprescindible para una relación viva con Dios (cf. Haurietis aquas, 62). Con el deseo de que el 50° aniversario contribuya a impulsar en muchos corazones una respuesta cada vez más fervorosa al amor del Corazón de Cristo, le imparto una especial bendición apostólica a usted, reverendísimo padre, y a todos los religiosos de la Compañía de Jesús, siempre muy activos en la promoción de esta devoción fundamental”. Fin de la Cita, Vaticano, 15 de mayo de 2006.