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Comentario a la liturgia dominical

Domingo 4 del Tiempo Ordinario Ciclo B Textos: Deut 18, 15-20; 1 Co 7, 32-35; Mc 1, 21-28

Brasilia, 28 de enero de 2015 (
Zenit.org) Antonio Rivero

P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor y director espiritual en el seminario diocesano Maria Mater Ecclesiae de são Paulo (Brasil).

Idea principal: El profeta sólo tiene que decir las palabras de quien le manda, aunque sean duras de oír y difíciles de poner en práctica.

Síntesis del mensaje: Desde el bautismo, todo cristiano es profeta. De parte de Dios, el profeta anuncia la Buena Nueva y denuncia el mal, en orden a la salvación de los hombres. Quien escuche y haga caso, se salvará. Y, ¡ay del profeta que no anuncie lo que Dios le haya mandado! (primera lectura).

Finalmente, todo bautizado también participa del profetismo de Jesús. No sólo los sacerdotes son profetas. También todo laico bautizado. Debemos ofrecer a Dios nuestros labios de modo que el Señor pueda seguir predicando por nuestro intermedio durante todo el trascurso de la historia, expulsando esos demonios que siguen estropeando los cuerpos y las almas de tantos que se dejan llevar por sus hechizos prometiendo la eterna juventud, como narra el escritor irlandés Oscar Wilde en su obra “El retrato de Dorian Gray”, a cambio de vender su alma al Mefistófeles de turno, parafraseando el Fausto del escritor y poeta alemán Goethe. Y debemos predicar la buena nueva por todos los tejados: casa, fábrica, puesto de trabajo, escuela, hospital, asilo de ancianos…hasta alcanzar todas las periferias existenciales, físicas, morales y espirituales. Profetas que también sepamos denunciar con respeto los desvaríos e injusticias de tantos –el pecado-, como hacía Cristo. Y esto desde todos los medios lícitos y buenos: medios de comunicación, púlpito, cátedras, mesa familiar. Y no sólo con la palabra, sino sobre todo con el ejemplo de vida. ¡Cuidémonos de los falsos profetas! Rápido se dan a conocer prometiendo la teología de la prosperidad o una vida sin normas morales. Cristo ya nos había alertado.

Para reflexionar: ¿Soy consciente de ser profeta desde el bautismo? ¿Anuncio con alegría y convencimiento la Buena Nueva del Evangelio, sin miedo y sin temor? ¿Denuncio el mal, sin condimentar lo que dice Dios con criterios mundanos? ¿A quién no he querido anunciar el mensaje de Cristo y denunciar con caridad el mal?

Para rezar: Medita estas palabras de la primera lectura: “Pondré mis palabras en su boca, y él dirá todo lo que yo le ordene”.

Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: arivero@legionaries.org

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