Irapuato
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el 11 de febrero SANTORAL

-La Aparición de Nuestra Señora de Lourdes, 1858. El 11 de febrero de 1858, tres niñas, Bernardita Soubirous, de 14 años, su hermana Marie Toinete, de 11 y su amiga Jeanne Abadie, de 12 salieron de su casa en Lourdes para recoger leña. Camino al río Gave, pasaron por una gruta natural donde Bernardita escuchó un murmullo y divisó la figura de una joven vestida de túnica blanca, muy hermosa, ceñida por una banda azul y con un rosario colgado del brazo. Se acercó y comenzaron a rezar juntas, para luego desaparecer. Por un período de cinco meses, la Virgen se le apareció a la niña, en medio de multitudes que se acercaban para rezar y poder observar a la hermosa señora, pero la Virgen sólo se le aparecía a la niña. En reiteradas ocasiones, Bernardita fue víctima de desprecios y burlas por parte de las autoridades eclesiales y civiles de pueblo, pero la niña se mantuvo firme en su fe mariana sobre todo en el especial pedido que la Virgen le había encargado: la construcción de una capilla sobre la gruta y la realización de una procesión. Luego de la última aparición ocurrida en16 de julio, fiesta de Nuestra Señora del Carmen, Bernardita ingresó a la orden religiosa de las hermanas enfermeras, a la edad de 22 años, y permaneció allí hasta su muerte a los 34 años de edad.

-San Gregorio II, papa, 731. Gregorio era romano de nacimiento y ya prestó grandes servicios a la Iglesia bajo los pontificados de Sergio I y Constantino I; a este último le acompañó en un viaje a Oriente como asesor, contribuyendo a resolver de manera pacífica -y desgraciadamente, también provisional- una enconada controversia. Desde el 715, cuando fue elegido Papa, se desvive por una parte en la doble labor de defensa y de conquista espiritual: reconstruir monasterios como Montecasino, cuna de la orden benedictina, y consolidar las murallas de Roma, pero pensando también en pueblos paganos a los que había que llevar el Evangelio (él fue quien mandó a san Bonifacio a la Germania). Los historiadores le llaman el mejor Papa del siglo VIII, y en él se advierte muy bien la paradoja de los pontífices -constructores de puentes, según la etimología que resume de modo espectacular la de todo cristiano obligando a la dualidad de atender a las cosas de este mundo y de no vivir más que para Dios.

-San Pascual I, papa, 824. Nació en Roma y pertenecía a la familia de los Máximo. Durante su pontificado prosiguieron y se fortalecieron las buenas relaciones entre los Francos y la Iglesia. Ludovico donó al papa Córcega y Cerdeña. Pascual se lo agradeció coronando rey de Italia al hijo de Ludovico, Lotario, reconociéndole autoridad sobre los romanos igual a la que ejercieran los emperadores bizantinos en el pasado. Pascual excomulgó al emperador de Oriente León V, que había reanudado la persecución a la iconoclastia, mientras que sostuvo con ayudas a los cristianos sometidos al Islam. Fue un ferviente y devoto cultor de los mártires, cuyas reliquias hizo exhumar en grandes cantidades y trasladar en muchas iglesias. Descubrió en particular los despojos de S. Cecilia en las Catacumbas de S. Calixto y los hizo trasladar en la iglesia dedicada a la santa. Por santo se le tenía antes de la elección y como santo siguió venerado después de su muerte.

-San Adolfo, obispo de Osnabruck, en Alemania, 1222. Etimológicamente significa "socorrido por su padre, lobo noble". Viene de la lengua alemana. Murió en Osnabrück el 30 de junio de 1224. Era hijo de una familia muy rica. El, sin embargo, dejando aparte tanta herencia y prebendas, se inclinó por hacerse monje. La cosa no fue fácil para este joven. El no tenía una vocación decidida como otros tantos que estamos leyendo cada día en el santoral. Fue justamente en un monasterio, llamado Cam, al que se retiró para pensar en sí mismo, en donde encontró los atisbos de su vocación religiosa a la vida consagrada. Con todo respeto pidió al abad que le admitiera en el recinto sagrado. En seguida se ganó la simpatía de todos los hermanos en congregación. Durante los ocho últimos años de su vida desempeño pastoralmente el cargo de obispo de la ciudad que le vio nacer. En los últimos momentos de su vida, el leproso se vio asistido por su amigo. Lo confesó y murió tranquilamente en la paz de Dios. "Cuando se es amado, no se duda de nada. Cuando se ama, se duda de todo" (Colette).

-San Benito de Aniano (12 febrero), 821. Se llamaba Witiza y era visigodo, del sur de las Galias. Fue paje en la corte de Pipino el Breve, pero debió de ser un muchacho demasiado reflexivo y amante de la soledad para la vida palaciega, y acabó retirándose a la abadía de San Secuano, cerca de Dijon. Sus hermanos en religión le detestaban por severo (les negaba hasta el vino que concedía la regla), y los rigores de su ascesis parecían echarles en cara costumbres relativamente cómodas. Entonces Witiza decidió volver a su tierra natal, el Languedoc, y allí, junto al río Aniane, fundó una comunidad con una regla mucho más estricta que la de san Benito, que a su juicio pecaba de condescendiente. En el monasterio de Inden, que construye Ludovico Pío para él cerca de Aquisgrán, es guía y maestro de la Europa civilizada, siempre con su férreo y característico talante absoluto, disciplinado y centralizador, sin más ley que la regla, que no debía interpretarse ni comentarse, sólo cumplirse. La mentalidad de Benito de Aniano no le sobrevivió, y la vida monástica tuvo moldes más flexibles que los suyos; para la historia fue, pues, un fracaso, y para la santidad un ejemplo de lo caducas que suelen ser las iniciativas personales, por elevadas que sean. Tras él dejó semillas de exigencia y afán de perfección.

-San Desiderio, obispo de Viena, en Francia, mártir, 608. San Desiderio obispo y mártir nació en Autun (Francia). Fue educado en la abadía de san Sinforiano, gobernada entonces (segunda mitad del siglo VI) por san Germán. Destacó Desiderio por su buen natural y por su inclinación al estudio, por lo que san Vero, obispo de Vienne lo llamó a su lado para ejercer el cargo de arcediano. A la muerte del obispo, el año 596, fue proclamado Desiderio unánimemente por el clero y por el pueblo como sucesor en el gobierno de la diócesis. Sus doce años de episcopado fueron una bendición para su diócesis y para la Iglesia. Defendió celosamente la rectitud, y no dudó en enfrentarse al rey Teodorico (Thierry) y a su madre Brunequilda (Brunehaut), que por seguir manteniendo el poder a costa de su hijo, no se arredró ni siquiera ante el incesto. Ni el rey ni su madre podían sufrir que nadie les echase en cara su nefanda conducta, por lo que mandaron apedrearlo. De este modo murió el 23 de mayo del 608 este santo y valeroso obispo.

-Santa Eloisa (Lat. Helvisa) reclusa, Coulumbs. Etimológicamente significa "guerrera ilustre". Viene de la lengua alemana. Lo que es específico del cristiano es que él es signo de otro futuro, signo del Evangelio; también un peregrino que tiene sus raíces en un más allá, en el Dios vivo. Nos encontramos hoy con una santa francesa. Pertenecía a una familia noble. Después de quedar viuda muy joven, se lo pasó francamente mal. Pronto pensó que los bienes del marido pasarían a la abadía benedictina de Notre Dame de Coulombs, en la diócesis de Chartres. Además del dinero, también le cedieron a la abadía dos iglesias parroquiales en 1033 y sus tierras anejas. En su peregrinación por este mundo, volvió a casarse y enviudó en seguida. A raíz de esta muerte, Eloisa determinó vivir como una religiosa en la misma abadía de Coulombs. Le donó todos sus bienes, sin tener en cuenta nada de herencias para sus propios familiares. Mandó que le construyeran una pequeña habitación junto a la iglesia. Aquí se recluyó para siempre. Vivió como una verdadera santa hasta que murió en 1060. Sus restos mortales fueron enterrados en la catedral de Chartres, en donde se conservan en la actualidad.

-San Lázaro de Milán, obispo, 449. San Lázaro llegó a ser obispo de Milán, aproximadamente por el año 449. Los tiempos eran turbulentos, porque los godos devastaban Italia y eran dueños de Milán, pero auque San Lázaro tuvo mucho que sufrir a causa de ellos, gobernó a su grey con prudencia y fidelidad. San Enodio lo incluye en una lista de doce santos obispos de Milán, de los cuales el primero y más eminente fue San Ambrosio. A San Lázaro, se le debe la práctica litúrgica de las letanías de Rogativas, que según se dice, fue el primero en introducir. Para invocar la protección de Dios en aquel tiempo angustioso, ordenó tres días de ayuno con procesiones, letanías y visitas a varias iglesias de lunes al miércoles, dentro de la octava de la Ascensión. San Lázaro murió el 14 de marzo, probablemente en el año 450, después de haber sido obispo once años, pero su fiesta se celebra el 11 de febrero, porque en la diócesis de Milán que, como es bien sabido, sigue su propio rito ambrosiano, no se celebran días de santos en cuaresma.

-San Jonás, monje, discípulo de San Pacomio, s. IV. San Jonás mártir, dio su vida por defender la fe el año 327, en Persia, víctima de la persecución del rey Sapor contra los cristianos. Fue la caridad cristiana la que le valió el martirio. Sabedor, en efecto, de que en la ciudad de Hubahan estaban los cristianos hacinados en las cárceles sufriendo todo género de torturas para hacerles renegar de su fe, siendo por fin condenados a muerte y ejecutados cuando veían que nada les haría retroceder, partió Jonás hacia allí con su hermano Baraquisio para confortar y consolar a los presos. Acudían a la prisión los dos hermanos todos los días, hasta que fueron acusados por los propios carceleros ante los magistrados, quienes los condenaron también a prisión y suplicio hasta que renegasen de su fe. Viendo que era imposible, condenaron a Jonás a ser aserrado en varios trozos y arrojado a una cisterna. Su onomástica se celebra el 11 de febrero.

-San Lucio, obispo y compañeros, mártires en la persecución arriana del emperador Constancio, Andrianópolis. 349. San Lucio fue elevado a la sede de Adrianópolis en Mancedonia, después de la muerte de San Eutropio, que había sido desterrado a la antigua Galia (Francia) por predicar contra los arríanos. Lucio no fue menos valeroso que su predecesor en defender la divinidad de Nuestro Señor y también lo desterraron. Regresó a su sede, donde encontró que le habían levantado vergonzosas calumnias y volvió a ser expulsado. Fue a Roma para defender su inocencia y allí encontró a San Pablo, obispo de Constantinopla, y al gran San Atanasio, ambos desterrados como él. Murió en la prisión a causa del trato que había recibido. La suerte de su amigo hizo gran impresión en San Atanasio, quien, en más de uno de sus escritos, trata de la constancia y valor de San Lucio y de los otros mártires de Adrianópolis.

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San Pedro de Jesús Maldonado Lucero, mártir, México, 1937. Nació en la ciudad de Chihuahua, Chih. (Arquidiócesis de Chihuahua), el 15 de junio de 1892. Párroco de Santa Isabel, Chih. Su propósito de seminarista: "He pensado tener mi corazón siempre en el cielo, en el sagrario" se convirtió en el ideal de su vida y fuente de toda su actividad sacerdotal. Sacerdote enamorado de Jesús Sacramentado, fue un continuo adorador y fundador de muchos turnos de adoración nocturna entre los feligreses a él confiados. El 10 de febrero de 1937, miércoles de ceniza, celebró la Eucaristía, impartió la ceniza y se dedicó a confesar. El 10 de febrero fue apresado. Un pistoletazo dado en la frente le fracturó el cráneo y le hizo saltar el ojo izquierdo. El sacerdote bañado en sangre, cayó casi inconsciente; el relicario se abrió y se cayeron las hostias. Uno de los verdugos las recogió y con cinismo se las dio al sacerdote diciéndole: "Cómete esto". Por manos de su verdugo se cumplió su anhelo de recibir a Jesús Sacramentado antes de morir. En estado agónico fue trasladado a un hospital público de Chihuahua y al día siguiente, 11 de febrero de 1937, aniversario de su ordenación sacerdotal, consumió su glorioso sacrificio el sacerdote mártir.

-Santos Saturnino, Dativo, Félix y Ampleio, mártires africanos en tiempo de Diocleciano, 304. El emperador Diocleciano había amenazado con la muerte a los cristianos que no entregaran las Sagradas Escrituras para ser quemadas. Hacía un año que esta persecución no daba tregua a los cristianos del África y ya muchos habían traicionado su fe por temor al martirio, y muchos más la habían defendido con su sangre. En Abitina, una ciudad de África proconsular, Saturnino, un sacerdote cristiano, estaba celebrando un domingo los sagrados misterios, cuando los magistrados con sus guardias cayeron sobre los cristianos y aprehendieron a cuarenta y nueve hombres y mujeres. Entre ellos estaba el sacerdote Saturnino con sus cuatro hijos: Saturnino el joven y Félix, que eran lectores, María, que se había consagrado a Dios y el pequeño Hilarión. Además de estos constan los nombres de Dativo y otro Félix, que eran senadores; Thelica, Emérito, Ampelio, Rogaciano y Victoria. Dativo y Saturnino encabezaban la procesión de los cautivos hacia el tribunal. Cuando los magistrados los interrogaron, confesaron su fe tan resueltamente, que los mismos jueces aplaudieron su valor. Esto compensó la apostasía de Fundano, obispo de Abitina, quien poco antes entregara los Libros Sagrados para que los quemaran, aunque el acto no llegó a consumarse, porque, según se afirma, un repentino aguacero extinguió las llamas. Los prisioneros arrestados en Abitina fueron encadenados y enviados a Cartago, lugar de residencia del procónsul, y durante su viaje iban cantando himnos y salmos a Dios, alabando su nombre y dándole gracias.

-San Saverino, abad del Monasterio de San Mauricio de Agaune, en Francia, 507. San Saverino fue un borgoñón educado en la fe católica en un tiempo en que la herejía arriana estaba muy extendida en esa región. Abandonó el mundo en su juventud y entró al monasterio de Agaune, que en aquel entonces sólo constaba de unas pocas celdas diseminadas. Llegó a ser abad. Había gobernado sabiamente su comunidad por muchos años, cuando, en 504, Clodoveo, el primer rey cristiano de Francia, que hacía dos años sufría de una dolencia que sus médicos no habían podido curar, envió a su chambelán para que condujera al santo a su corte, pues había tenido noticias de las curaciones maravillosas obtenidas por sus oraciones. Cuando San Saverino regresaba hacia Agaune, se detuvo en Cháteau-Landon en el Gatinais, con dos sacerdotes que servían a Dios en una capilla solitaria, a quienes llamó la atención por su santidad, sin saber ellos quién era su huésped. Previo su muerte, la que acaeció allí poco después. La hermosa iglesia de San Saverino en París se llama así en su honor y no por el ermitaño del mismo nombre.

-Nuestra Señora de Lourdes de Sucre, Bolivia.

-San Ardagno o Ardano, abad de Tournus.

-San Calóceno, obispo de Ravena, Italia, 170.

-San Castrense, obispo de Capua, Italia, 450.

-San Cedmón, monje, cantor y poeta del monasterio de Whitby, Inglaterra, 680. Poeta anglosajón del siglo VII. Se dice que recibió repentinamente el don de la poesía por milagro del cielo y que componía a pesar de no saber leer, gracias a que se hacía recitar las historias santas.

-San Ecian, obispo de Clonfert, en Irlanda; ordenó de sacerdotes a San Columba y San Berach. 557.

-San Pedro de Guarda, franciscano portugués; se santificó desempeñando el cargo de cocinero en el convento de San Bernardo, de Madera, 1505.

-San Secundino, obispo.

-Santa Teodora, esposa del emperador Teófilo: se opuso a la persecución iconoclasta de éste, colocó en la sede de Constantinopla a San Metodio y cooperó a la evangelización de los búlgaros, hasta que fue arrojada del trono y desterrada por su hijo Miguel III. 867.

-Los santos mártires de Numidia, que predicaron la vida en la misma persecución, 303 y 304. Los Santos mártires de Numidia, del once de febrero. La conmemoración de una gran multitud de Santos Mártires, en la Numidia, que habiendo sido presos durante la persecución contra los católicos.
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Susy Longoria