Irapuato
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el 6 de febrero San Mateo Correa Magallanes

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Eulogio Ortiz, que estaba al tanto de todo, ordenó que el 1 de febrero se trasladara a los presos en tren hacia Durango, a donde arribaron el día 3, directamente a una celda en la cárcel, donde el Sr. Cura Correa alentaba a los ahí recluidos rezando el rosario y los alentaba a vivir con fe y esperanza cristianas.

El día 5 de febrero, después de la cena, el general Ortiz ordenó que se presentara en su oficina el Sr. Cura Correa y le indicó: "Primero va a confesar a esos bandidos rebeldes (unos cristeros) que ve ahí, y que van a ser fusilados enseguida, después ya veremos qué hacemos con usted".

El Padre Mateo atendió las confesiones de los sentenciados a muerte y los preparó a bien morir. Terminado su trabajo pastoral, el general le dijo: "Ahora va usted a decirme lo que esos bandidos le han dicho en confesión".
Natural fue que montara en ira el militar una vez que el Sr. Cura Correa se negara a hacer lo que se le pedía diciéndole:

"Jamás lo haré".

-"¿Cómo que jamás?" Le replicó el general, y le gritó:
-"¡Voy a mandar que lo fusilen inmediatamente!"

El Sr. Cura Correa le contestó al general:


"Puede hacerlo, pero no ignora usted, general, que un sacerdote debe guardar el secreto de la confesión. Estoy dispuesto a morir".

-"Cura, dijo el general, le dije a usted que no volviera a presentarse en Valparaíso, y no me hizo caso ¿No lo recuerda? Se lo va a llevar a usted la ching..."

El Sr. Cura Mateo contestó:


"Haga de mí lo que guste, yo estaba cumpliendo con mi misión, pero le pido piedad y misericordia para mi compañero que tiene varios hijos".

A lo que contestó el general:

- "También a ese se lo va a llevar la ching..."

El Sr. Cura Mateo le contestó:


"Yo llegaré primero a la presencia de Dios y no le pasará nada a mi compañero".
El cuerpo del Padre Mateo quedó oculto ente la hierba silvestre. Hasta tres días después fue hallado por el señor José María Martínez, cuando volvía de su faena diaria y avisó a las autoridades civiles y militares.

Varios vecinos acudieron al lugar, pero se encontraron con que los mismos soldados ya lo habían enterrado; ellos vieron el rastro de que habían arrastrado el cuerpo varios metros, quedando entre las piedras cabellos ensangrentados y el sombrero del sacerdote.

El Siervo de Dios Mateo Correa Magallanes fue beatificado por el Papa Juan Pablo II el día 22 de noviembre de 1992, junto con sus 24 compañeros Mártires Mexicanos, en la ceremonia efectuada dentro de la Basílica de San Pedro en el Vaticano.

El Beato Mateo Correa Magallanes fue canonizado por Su Santidad Juan Pablo II, al igual que sus 24 compañeros Mártires, el día 21 de mayo del Año Santo 2000, durante la Misa de Canonización que se realizó en la plaza de San Pedro en Roma; fecha dedicada exclusivamente a México dentro de las ceremonias del Jubileo de la Encarnación de Jesucristo.

Hoy día los restos de San Mateo Correa Magallanes son venerados en la capilla de San Jorge Mártir, de la catedral de Durango, Dgo.







En efecto, nada le pasó a don José María Miranda, y quedó libre.

Al día siguiente, 6 de febrero de 1927, por la madrugada, los soldados sacaron al Padre Mateo Correa Magallanes hacia un lugar solitario, cerca del panteón oriente de Durango, y allí murió, acribillado con la pistola calibre cuarenta y cinco, arma reglamentaria del propio general Eulogio Ortiz.


Tiempo después, el general Eulogio Ortiz, alias "El Cruel", murió en el estado de Querétaro, cuando en la época de la fiebre aftosa fue comisionado de obligar a los rancheros a sacrificar su ganado para evitar la infección de la fiebre, pues intentó detener una camioneta que corría a alta velocidad, se atravesó repentinamente con imprudencia y fue atropellado.
Allí quedó inconsciente y con muchos huesos rotos; murió a los pocos días en el hospital.


El 2 de marzo de 1926 llegó a Valparaíso el general Eulogio "El Cruel" Ortiz y supo que en ese lugar los jóvenes de la Acción Católica daban a conocer el manifiesto del comité central que expresaba el sentir de los católicos ante las leyes injustas de la Constitución, y juntaban firmas para pedir al Congreso de la Unión derogaran dichas leyes.

De inmediato metió en la cárcel a los jóvenes Vicente Rodarte, Pascual E. Padilla y Lucilo J. Caldera, que pertenecían al grupo de la Acción Católica de la Juventud Mexicana (ACJM), quienes quedaron en libertad el día 16 porque el juez de distrito no había encontrado delito qué perseguir en ellos.

Tal sentencia, según era de esperarse, se convirtió en un sonado ridículo para el general Ortiz quien, enojado, juró públicamente que habría de vengarse en el Sr. Cura Mateo Correa, a quien le profesaba el odio más irracional y perverso.

Mientras tenía detenidos a los jóvenes "acejotaemeros", demandó el general Ortiz la presencia de los padres J. Rodolfo Arroyo y del recién llegado Padre Mateo Correa.

El Sr. Cura Correa no quiso dejar su parroquia en tanto podía esconderse en casas y ranchos, lo cual hizo a lo largo de once meses, durante los cuales cuatro veces fue encarcelado, siendo amenazado de muerte por Ortiz si volvía a la parroquia.
Comunicó el Padre Mateo al señor obispo de Zacatecas don Ignacio Plascencia (Obispo que en el año 1908 se había llevado unos meses al joven seminarista José María Robles en su misión a la diócesis de Tehuantepec) lo de tal amenaza, pero el obispo le aprobó volver con las debidas precauciones a atender a sus feligreses.

El dueño de la Hacienda de San José de Yanetes, don José María Miranda, invitó al Sr. Cura Correa a pasar unos días en su casa a fines de diciembre de 1926 y desde allí atendía a sus fieles.

El 30 de enero de 1927, Eleuterio García, del rancho "Las Mangas", cercano a la hacienda de San José de la Sauceda, pidió al Sr. Cura Correa fuese a dar auxilio espiritual a su madre que estaba enferma, y él pronto se fue a atenderle acompañado de don José Miranda.

En el camino los alcanzó la tropa. Eran ochenta federales y el agrarista Encarnación Salas, quien reconoció al Sr. Cura Correa y lo denunció ante el mayor José Contreras, quien comandaba aquel grupo militar.

¡Santo Mártir Mexicano Mateo Correa Magallanes
que por perseverar al lado de tus feligreses
estuviste continuamente en peligro de muerte,
ruega por nosotros!