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El Moisés que extiende la Alianza a todos los pueblos

2011-11-01 L’Osservatore Romano

Jesús en cátedra como el Moisés más grande que imparte a los hombres una «elocuente lección de humildad y de amor». Es la imagen que propuso Benedicto XVI a los fieles reunidos el domingo 30 de octubre en la plaza de San Pedro para la tradicional cita del Ángelus. No es un buen maestro, dijo el Papa, quien «oprime la libertad de los demás en nombre de la propia autoridad» o quien por vanagloria se pone «a merced de la aprobación humana amenazando los valores que fundan la autenticidad de la persona».

Queridos hermanos y hermanas:

En la liturgia de este domingo, el apóstol san Pablo nos invita a considerar el Evangelio «no como palabra humana, sino, cual es en verdad, como palabra de Dios» (1 Ts 2, 13). De este modo podemos acoger con fe las advertencias que Jesús dirige a nuestra conciencia, para asumir un comportamiento acorde con ellas. En el pasaje de hoy, critica a los escribas y fariseos, que en la comunidad desempeñaban el papel de maestros, porque su conducta estaba abiertamente en contraste con la enseñanza que proponían a los demás con rigor. Jesús subraya que «dicen, pero no hacen» (Mt 23, 3); más aún, «lían fardos pesados y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar» (Mt 23, 4). Es necesario acoger la buena doctrina, pero se corre el riesgo de desmentirla con una conducta incoherente. Por esto Jesús dice: «Haced y cumplid todo lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen» (Mt 23, 3). La actitud de Jesús es exactamente la opuesta: él es el primero en practicar el mandamiento del amor, que enseña a todos, y puede decir que es un peso ligero y suave precisamente porque nos ayuda a llevarlo juntamente con él (cf. Mt 11, 29-30).
Pensando en los maestros que oprimen la libertad de los demás en nombre de su propia autoridad, san Buenaventura indica quién es el auténtico Maestro, afirmando: «Nadie puede enseñar, ni obrar, ni alcanzar las verdades conoscibles sin que esté presente el Hijo de Dios» (Sermo I de Tempore, Dom. XXII post Pentecosten, Opera omnia, IX, Quaracchi, 1901, 442). «Jesús se sienta en la “cátedra” como el Moisés más grande, que extiende la Alianza a todos los pueblos» (Jesús de Nazaret, Madrid 2007, p. 93). ¡Él es nuestro verdadero y único Maestro! Por esto, estamos llamados a seguir al Hijo de Dios, al Verbo encarnado, que manifiesta la verdad de su enseñanza a través de la fidelidad a la voluntad del Padre, a través del don de sí mismo. Escribe el beato Antonio Rosmini: «El primer maestro forma a todos los demás maestros, del mido modo que forma a los discípulos mismos, porque [tanto unos como otros] existen sólo en virtud de ese tácito pero poderosísimo magisterio» (Idea della Sapienza, 82, en: Introduzione alla filosofia, vol. II, Roma 1934, p. 143). Jesús condena enérgicamente también la vanagloria y asegura que obrar «para que los vea la gente» (Mt 23, 5) pone a merced de la aprobación humana, amenazando los valores que fundan la autenticidad de la persona.
Queridos amigos, el Señor Jesús se presentó al mundo como siervo, se despojó totalmente de sí mismo y se rebajó hasta dar en la cruz la más elocuente lección de humildad y de amor. De su ejemplo brota la propuesta de vida: «El primero entre vosotros será vuestro servidor» (Mt 23, 11). Invoquemos la intercesión de María santísima y pidamos, de modo especial, por aquellos que en la comunidad cristiana están llamados al ministerio de la doctrina, para que testimonien siempre con obras las verdades que transmiten con la palabra.
Después del Ángelus el Santo Padre hizo el siguiente llamamiento:
Quiero expresar mi cercanía a las poblaciones de Tailandia afectadas por graves inundaciones, así como, en Italia, a las de Liguria y Toscana, recientemente damnificadas por las consecuencias de fuertes lluvias. Aseguro mi oración por ellas.
Seguidamente saludó a los fieles en varias lenguas. En español dijo:
Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española, en particular a los fieles de la parroquia de Santa María Magdalena, de La Nou de Gaià. En el Evangelio de este domingo, el Señor nos exhorta a comportarnos siempre con rectitud de espíritu, entregándonos de corazón al servicio de nuestros hermanos como verdaderos hijos de Dios. Pidamos a la Virgen María, nuestra Madre celestial, que interceda por nosotros para que, cada vez más unidos interiormente a Cristo, sepamos dar un testimonio eficaz de su amor. ¡Feliz domingo!
Dominio público