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VIGANÒ ESCRIBE AL PAPA Y A LOS OBISPOS REUNIDOS EN EL VATICANO

Por Marco Tosatti

Recibimos y publicamos gustosamente un mensaje que el arzobispo Carlo Maria Viganò ha escrito dirigiendo al pontífice y a los obispos reunidos en la cumbre del Vaticano en la jornada en la que se recuerda a san Pedro Damián, un gran santo que se batió contra la homosexualidad y la simonía en la Iglesia.

No podemos evitar como un signo de la Providencia que ustedes, papa Francisco y hermanos obispos que representan a toda la Iglesia, estén reunidos precisamente el mismo día en el que celebramos la memoria de san Pedro Damián. Este gran monje del siglo XI puso toda su fuerza y su celo apostólico en la renovación de la Iglesia de su tiempo, tan profundamente corrompida por los pecados de sodomía y simonía. Lo hizo con la ayuda de obispos y laicos fieles, en particular con el apoyo del abad Hildebrando, de la Abadía de San Pablo Extramuros, el futuro papa san Gregorio Magno.

Permítanme proponer para nuestra meditación las palabras de nuestro querido papa emérito Benedicto XVI, dirigidas al pueblo de Dios en la audiencia general del miércoles 17 de mayo del 2006, comentando precisamente el pasaje del evangelio de san Marcos (8, 27-33) que hemos proclamado en la Misa de hoy.

“Pedro debía vivir otro momento importante de su viaje espiritual cercano a Cesárea de Filipo, cuando Jesús pidió a los discípulos una pregunta precisa: ‘¿Quién dicen que soy yo?’ (Mc 8, 27). Pero para Jesús el ‘han sentido decir’ no era suficiente. Quería de ellos que habían aceptado estar involucrados personalmente con él una declaración personal de su posición. En consecuencia, insistió: ‘¿Pero tú quién dices que soy yo?’ (Mc 8, 29)”.

Fue san Pedro quien respondió en nombre de otros: “Tú eres el Cristo” (ibidem), es decir, el Mesías. La respuesta de Pedro, que no le ha sido revelada por la “carne y la sangre”, sino que le ha sido dada por el Padre que está en los cielos (cfr. Mt 16, 17), contiene como en una semilla la futura confesión de fe de la Iglesia. Sin embargo, Pedro no había comprendido todavía el contenido profundo de la misión mesiánica de Jesús, el nuevo significado de esta palabra: el Mesías.

Lo demostró un poco más tarde, deduciendo que el Mesías que está siguiendo en sus sueños es muy diferente del verdadero plan de Dios. Siguió conmocionado por el anuncio de la Pasión del Señor y protestó, desencadenando una viva reacción por parte de Jesús (cfr. Mc 8, 32-33).

Pedro quería como Mesías a un “hombre divino” que satisfaga las expectativas del pueblo, imponiendo su poder sobre todos: nosotros también querríamos que el Señor impusiera su poder y transformara el mundo al instante. Jesús se ha presentado como un “Dios humano”, el Siervo de Dios, que ha derribado las expectativas de la multitud, siguiendo un sendero de humildad y sufrimiento.

Esta es la gran alternativa que debemos aprender una y muchas veces: o dar prioridad a nuestras expectativas y rechazar a Jesús, o aceptar a Jesús en la verdad de su misión y poner aparte las expectativas demasiado humanas.

Pedro, impulsivo como era, no dudó en llevar aparte a Jesús y reprenderlo. La respuesta de Jesús demolió todas sus falsas expectativas, llamándolo a la conversión y a seguirlo: “¡Aléjate de mí, Satanás! Porque tú no piensas según Dios, sino según los hombres” (Mc 8, 33). No eres tú quien debe mostrarme el camino. Yo emprendo mi camino y tú deberás seguirme.

Pedro aprendió así qué significa seguir en realidad a Jesús. Era su segunda llamada, similar a la de Abraham en Génesis 22, después de la llamada en Génesis 12: “Si alguno quiere venir detrás de mí que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga [Mc 8, 35] Porque el que quiera salvar su propia vida la perderá, pero quien pierda su vida a causa de mí y del Evangelio la salvará” (Mc 8, 34-35). Esta es la regla exigente del seguimiento de Cristo: necesita estar en condiciones, si es necesario, de renunciar al mundo entero para salvar sus valores, para salvar su alma, para salvar la presencia de Dios en el mundo (cfr. Mc 8, 36-37). Y si bien con dificultad, Pedro aceptó la invitación y continuó su vida siguiendo las huellas del Maestro.

Y me parece que estas conversiones de san Pedro en varias ocasiones, y toda su figura, son una gran consolación y una gran lección para nosotros. También nosotros tenemos un deseo de Dios, también nosotros queremos ser generosos, pero también nosotros esperamos que Dios sea fuerte en el mundo y que transforme el mundo rápidamente, según nuestras ideas y las necesidades que percibimos.

Dios elige un modo diferente. Dios elige el camino de la transformación de los corazones en el sufrimiento y la humildad. Y nosotros, como Pedro, debemos convertirnos, una y otra vez. Debemos seguir a Jesús y no ir delante de él: es él quien indica el camino.

Es así que Pedro nos dice: piensas que tienes la receta y que te espera a ti transformar el cristianismo, pero es el Señor quien conoce el camino. Es el Señor que me dice y que te dice: ¡Sígueme! Debemos tener el valor y la humildad de seguir a Jesús, porque es el Camino, la Verdad y la Vida”.

Maria, Mater Ecclesiae, Ora pro nobis,
Maria, Regina Apostolorum, Ora pro nobis.
Maria, Mater Gratiae, Mater Misericordiae, Tu nos ab hoste protege et mortis hora suscipe.

[María, Madre de la Iglesia, ruega por nosotros,
María, Reina de los Apóstoles, ruega por nosotros,
María, Madre de las Gracias, Madre de la Misericordia, protégenos del enemigo y recíbenos en la hora de la muerte]

+ Carlo Maria Viganò
Arzobispo titular Ulpiana
Nuncio Apostólico
21 de febrero de 2019
Memoria de San Pedro Damián

Publicado originalmente en italiano el 21 de febrero de 2019, en www.marcotosatti.com/…/vigano-scrive-a…

Traducción al español por: José Arturo Quarracino
adeste fideles
Papa