Sundar Singh llevó una vida de predicador imitando a Jesús y llena de milagros.

Afirmó, al igual que San Pablo, que su conversión se produjo a través de una visión de Cristo y que viajó al “tercer cielo”. 

Como San Francisco de Asís, imitó la vida de pobreza, ascetismo y predicación de Cristo. 

Y como Cristo mismo, enseñó en parábolas y sufrió la persecución.

Fue proclamado santo aún en vida.

Se le conocía como «el apóstol de los pies sangrantes» porque caminó mucho predicando.

Y como dijo un erudito, luego de su prédica en Oxford, «sentimos que al conocerlo, entendemos mejor a San Francisco de Asís y a San Pablo».

Aquí hablaremos sobre Sundar Singh, un indio poco conocido que vivió a principios del siglo XX predicando a Cristo, luego de una aparición del Señor; las enseñanzas sobre la muerte que le dieron ángeles y santos, y las visiones que tuvo cuando fue llevado al cielo y al purgatorio.

Durante 2000 años muchos hombres de todas las culturas han querido imitar la vida de Jesucristo, recorriendo el mundo predicando, de la misma forma que lo había hecho Jesús cuando caminó sobre la Tierra.

Y uno de ellos pasó a la historia, Sadhu Sundar Singh, un hombre nacido en las profundidades de la cultura y la religión indias en 1889, en una familia sij. 

Que es una secta dentro del hinduismo que enseña la creencia en un solo Dios y rechaza el sistema de castas.

Durante la primera parte de su vida, la madre de Sundar lo llevaba a sentarse a los pies de un sadhu, un hombre santo asceta.

Pero a los 14 años Sundar Singh, culpó al Dios cristiano por la muerte de su madre, se burló de sus Escrituras y prendió fuego a una biblia página por página.

Sin embargo, aunque creía que había hecho una muy buena obra, se sentía infeliz.

Entonces no pudo soportar más su miseria y tarde en la noche del 19 de diciembre de 1903, se levantó y oró para que Dios le revelara si realmente existía, de lo contrario, se tiraría bajo el tren que pasaba frente a su casa. 

Oró durante 7 horas, «Oh Dios, si hay un Dios, revélate ante mí esta noche».

De repente, la habitación se llenó de un resplandor y apareció un hombre ante él.

Y escuchó una voz que decía: «¿Hasta cuándo me negarás? Morí por ti; he dado mi vida por ti».

Y vio las manos del hombre atravesadas por clavos.

En ese momento reconoció a Cristo, y el niño que había quemado la Biblia se convirtió en un hombre que soportaría terribles sufrimientos por Jesús. 

Su familia lo expulsó de su casa sólo con la ropa que tenía puesta y hasta lo envenenó para matarlo.

Y después de su recuperación en el hospital, se vistió con la túnica y turbante de color azafrán de los hombres santos de la India y salió a estudiar la Biblia y a predicar a Jesucristo. 

Diría, «No soy digno de seguir los pasos de mi Señor, pero como Él, no quiero hogar, ni posesiones. 

Como Él, seré del camino, compartiendo el sufrimiento de mi pueblo, comiendo con aquellos que me darán cobijo, y anunciando a todos los pueblos el amor de Dios». 

Y así comenzó su ministerio, durante el que sufrió terribles torturas en el Tibet.

De cabello largo, tez clara y ojos hipnóticos, tenía el don de la predicación y el poder de atraer a cientos de personas cada vez que hablaba, no solo en la India sino también en el extranjero. 

Hizo veinte viajes al Tíbet, donde se encontró con una severa persecución, también recorrió occidente y otros países con su mensaje, y escribió varios libros.

Y muchas almas fueron ganadas a la fe a través de él, a lo largo de los años.

Experimentó también varias apariciones y visiones místicas.

Un día, cuando estaba orando solo, de repente se encontró rodeado por una gran concurrencia de santos y ángeles.

Y entre las cosas que hablaron les preguntó, sabemos lo que nos sucede entre la niñez y la vejez, pero no sabemos nada de lo que sucede en el momento de la muerte o más allá de las puertas de la muerte.

Y uno de los santos le explicó que la muerte es como el sueño. 

No hay dolor al pasar, excepto en el caso de unas pocas enfermedades corporales y condiciones mentales.

Ese sueño llega de la misma forma que un hombre exhausto es vencido por un sueño profundo.

Y llega tan de repente a muchos, que sólo con gran dificultad se dan cuenta de que han dejado el mundo material y han entrado en este mundo de los espíritus, quedando desconcertados por las cosas nuevas que ven a su alrededor.

Y sólo cuando han sido instruidos, se dan cuenta de que su cuerpo espiritual es diferente de su cuerpo material anterior.

Cuando están a punto de morir muchos, cuyas vidas no han sido entregadas a Dios, parecen perder el conocimiento, pero lo que realmente sucede es que se quedan mudos y paralizados por el miedo, cuando ven los rostros horribles y diabólicos de los espíritus malignos que han venido a su alrededor. 

Pero la muerte de un creyente es con frecuencia todo lo contrario, está muy feliz porque ve ángeles y espíritus santos. 

Y a sus seres queridos que han muerto antes, a quienes se les permite asistirle en su lecho de muerte y conducir su alma al mundo espiritual.

Y en algunos casos Jesucristo mismo viene hasta el lecho de muerte para recibir a Su siervo y lo conduce al Paraíso.

Después los ángeles y santos le mostraron muchas cosas y lugares maravillosos. 

Vio que cuando las almas de los hombres llegan al mundo de los espíritus, los buenos se separan de inmediato de los malos. 

En el mundo terrenal todos están mezclados, pero no es así en el mundo espiritual.

Vio que había montañas, manantiales y paisajes extremadamente hermosos, y en los jardines había abundancia de todo tipo de frutas dulces y flores hermosas. 

Los pájaros, de hermosos colores, elevaban sus dulces cantos de alabanza, y tal es el dulce canto de los ángeles y los santos, que se experimenta una maravillosa sensación de éxtasis.

Todo lo que el corazón podía desear estaba allí.

También vio un estado intermedio entre la gloria y la luz de los cielos más altos, y la penumbra y oscuridad de los infiernos más bajos. 

En este estado intermedio, que llamamos purgatorio, había innumerables planos de existencia, y el alma es conducida al plano correspondiente a su progreso en el mundo.

Y allí lo instruyen por un tiempo ángeles especialmente designados para esta obra, antes de que entre en la luz mayor.

Allí vio un espíritu que corría como un loco con gritos de remordimiento. 

Y un ángel dijo, que ese hombre había tenido muchas posibilidades en el mundo de arrepentirse y volverse hacia Dios, pero cada vez que su conciencia comenzaba a perturbarlo, solía ahogarla en la bebida. 

Malgastó todas sus propiedades y arruinó a su familia, y al final se suicidó.

Y ahora en este plano corre frenéticamente como un perro rabioso y se retuerce de remordimiento al pensar en sus oportunidades perdidas, mientras está siendo purificado.

También vio un hombre de mala vida que llegó al mundo de los espíritus y cuando los ángeles y los santos quisieron ayudarlo, inmediatamente comenzó a maldecirlos e injuriarlos.

Y en ese momento se escuchó desde lo alto una voz sumamente dulce de uno de los ángeles altos que decía, «Dios da permiso para que este hombre sea llevado al cielo». 

Entonces el hombre se adelantó ansiosamente acompañado de dos ángeles, pero cuando llegó a la puerta del cielo, y vio el lugar santo envuelto en luz y los gloriosos habitantes que moraban allí, comenzó a sentirse incómodo. 

Miró desde la puerta, y cuando la luz del Sol de Justicia le reveló la impureza de su vida corrompida por el pecado, dio un grito de agonía y autodesprecio, huyendo con tanta precipitación que no pudo incluso detenerse en el estado intermedio, o sea el purgatorio.

Y entonces se escuchó la dulce voz del Señor que decía, «miren, mis queridos hijos, a nadie se le prohíbe venir aquí y nadie le pidió a este hombre que se fuera. 

Fue su propia vida impura la que lo obligó a huir de este lugar santo, porque ‘El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios'».

Y Sundar vio también a un hombre de Dios cuando le asignaron una mansión en el cielo.

Cuando llegó a la puerta vio escrita en letras brillantes la palabra «Bienvenido», y que de las letras mismas salía un sonido que repetía «Bienvenido, Bienvenido».

Y cuando entró en su casa, encontró para su sorpresa al Señor allí delante de él. 

Y exclamó, «vine aquí por Su mandato, pero encuentro que el Señor mismo está aquí para morar conmigo». 

En esa mansión estaba todo lo que su mente podría haber imaginado, y todos estaban listos para servirle. 

Y todos en las casas cercanas vivían en feliz comunión.

Ha quedado una leyenda sobre el Sadhu Sundar Singh.

Cuando no regresó después de su última misión al Tíbet en 1929, el Gobierno esperó tres años para darlo por muerto. 

Y sin embargo, todos los años hay noticias intermitentes de que se ha visto a un extraño sadhu en los páramos del Himalaya, hablando con los pájaros y las bestias.

Hay gente que jura que este gran místico está vivo en el remoto Himalaya. 

Bueno, hasta aquí lo que queríamos contar sobre Sundar Singh, su conversión y sus visiones místicas sobre la muerte, el cielo y el purgatorio. 

Y me gustaría preguntarte si has sabido de otros predicadores cristianos que han imitado la vida ascética de Jesús o no.

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