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Texto de la Entrevista al Monseñor Athanasius Schneider realizada por Luis Roman- Parte I

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Queridos amigos: Aquí les comparto el texto con las preguntas y respuestas de la primera parte de la entrevista que realizamos al Monseñor Schneider. En esta primera parte de la entrevista, el Monseñor Schneider discute los temas de la guerra justa, la pena de muerte, la propiedad privada, la pluralidad de religiones y los documentos del Concilio Vaticano II que a su entender debe ser aclarados. Las repuestas fueron escritas y enviadas a nosotros por el Monseñor Schneider.

En Cristo, Luis Roman. Santa Maria Ora Pro Nobis

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Entrevista al Monseñor Athanasius Schneider realizada por Luis Roman para Conoce Ama Y Vive Tu Fe el viernes 23 octubre de 2020

I parte

Encíclica Fratelli Tutti

Esta nueva encíclica da la impresión general de ser una instrucción detallada sobre la ética de la convivencia pacífica basada en los términos clave de “hermandad” y “amor” entendidos en una perspectiva fuertemente temporal y altamente política, para “contribuir al renacimiento de un ‘aspiración universal a la fraternidad’ (Fratelli Tutti, n. 8). La encíclica Fratelli Tutti, lamentablemente, exacerba la crisis de décadas del debilitamiento de la perspectiva sobrenatural en la vida de la Iglesia, con el consiguiente abrazo excesivo de las realidades temporales y la tendencia, que también es peor, a interpretar de manera naturalista y racionalista incluso las realidades espirituales y teológicas. Esto significa diluir el Evangelio, es decir, las verdades reveladas, en un humanismo naturalista: encerrar la propia perspectiva de la vida de la Iglesia en el estrecho horizonte de estas realidades mundanas. Significa transformar el verdadero Evangelio, que es el Evangelio de la vida eterna, en un nuevo Evangelio falsificado de la vida temporal y corporal. En conjunto, Fratelli Tutti da la triste impresión de que, a costa de una aspiración universal a la fraternidad por la paz y la convivencia mundial, ella sacrifica el anuncio de la unicidad de Jesucristo como único Salvador y Rey de toda la humanidad y de todas las naciones. La encíclica Fratelli Tutti representa una solución de emergencia puramente humana y limita a la humanidad al horizonte de una aspiración universal a la fraternidad naturalista. Tal solución no tendrá efectos curativos duraderos, ya que no se basa en la proclamación explícita de Jesucristo como Dios encarnado y único camino a la salvación.

  • ¿Qué nos enseña la Iglesia sobre la Propiedad Privada? Fratelli Tutti #123

Fratelli Tutti dice “Junto al derecho de propiedad privada, está el más importante y anterior principio de la subordinación de toda propiedad privada al destino universal de los bienes de la tierra y, por tanto, el derecho de todos a su uso” (n. 123). Esta afirmación de Papa Francisco está substancialmente en la linea con el ensino del catecismo católico y con la doctrina tradicional de la Iglesia, que dice: “El derecho a la propiedad privada, adquirida o recibida de modo justo, no anula la donación original de la tierra al conjunto de la humanidad. El destino universal de los bienes continúa siendo primordial, aunque la promoción del bien común exija el respeto de la propiedad privada, de su derecho y de su ejercicio” (Catecismo de la Iglesia católica, 2403). Papa León XIII así ensina la doctrina tradicional sobre la propriedade orivada: “La totalidad del género humano, con la mirada firme en la naturaleza, encontró en la ley de la misma naturaleza el fundamento de la división de los bienes y consagró, con la práctica de los siglos, la propiedad privada como la más conforme con la naturaleza del hombre y con la pacífica y tranquila convivencia. Y las leyes civiles, que, cuando son justas, deducen su vigor de esa misma ley natural, confirman y amparan incluso con la fuerza este derecho de que hablamos. Y lo mismo sancionó la autoridad de las leyes divinas, que prohíben gravísimamente hasta el deseo de lo ajeno: «No desearás la mujer de tu prójimo; ni la casa, ni el campo, ni la esclava, ni el buey, ni el asno, ni nada de lo que es suyo»” (Encíclica Rerum Novarum, 8). Papa Francisco sublineó mas el caráter de la propriadad privada como derecho nautral secundário y el caráter social de la propriedad privada, sin negar el principio de la propiedad natural en si mismo, diciendo: “El derecho a la propiedad privada sólo puede ser considerado como un derecho natural secundario y derivado del principio del destino universal de los bienes creados” (Fratelli Tutti, n. 120)

  • ¿Cuál ha sido la enseñanza de la Iglesia católica sobre la Guerra Justa?  Fratelli Tutti Numeral 258

El Papa Francisco dice en Fratelli Tutti: “El Catecismo de la Iglesia Católica habla de la posibilidad de una legítima defensa mediante la fuerza militar, que supone demostrar que se den algunas «condiciones rigurosas de legitimidad moral» (n. 2309). Pero fácilmente se cae en una interpretación demasiado amplia de este posible derecho. La cuestión es que, a partir del desarrollo de las armas nucleares, químicas y biológicas, y de las enormes y crecientes posibilidades que brindan las nuevas tecnologías, se dio a la guerra un poder destructivo fuera de control que afecta a muchos civiles inocentes. Entonces ya no podemos pensar en la guerra como solución, debido a que los riesgos probablemente siempre serán superiores a la hipotética utilidad que se le atribuya. Ante esta realidad, hoy es muy difícil sostener los criterios racionales madurados en otros siglos para hablar de una posible “guerra justa”. (n. 258). De la cita mencionada, el Papa Francisco no dice que la guerra sea en sí misma un mal intrínseco. No considera el principio de guerra como una legítima defensa ni lo niega formalmente, al contrario de su afirmación de que “la pena de muerte es inadmisible” (n. 263) y el “firme rechazo de la pena de muerte” (n. 269).  Los argumentos de Fratelli Tutti miran la situación concreta de nuestro mundo con la interdependencia de casi todos los países, por lo que una guerra mayor podría terminar en una guerra mundial con consecuencias incalculables. Desde este punto de vista, considero razonable la advertencia contra la guerra. Una guerra justa debe verse siempre como un medio de autodefensa colectiva, análogamente a una autodefensa individual, que está moralmente permitida. En Fratelli Tutti, el Papa Francisco no tematiza el concepto de guerra y autodefensa y no usa esta palabra en el párrafo específico (n. 255-262). Creo que por el bien de la justicia no se puede acusar al Papa Francisco de que niega la guerra en principio o como medio de autodefensa. Por supuesto, se opone firmemente a cualquier guerra. Sin embargo lo partiendo de la situación política mundial actual. El defecto del Papa Francisco, es, como en otros lugares y temas donde el hable, que el provoca una gran confusión, sin embargo, en este caso, el no pronuncia un rechazo de la guerra en principio. Creo que sería bueno explicar por un lado que la Iglesia y los santos siempre exhortaron a hacer todo lo posible, para evitar conflictos físicos con las armas. Además, hay que considerar la situación cualitativamente nueva de nuestro tiempo debido al peligro de las armas nucleares y biológicas.

  • Sobre la Guerra Justa en la encíclica se hace una referencia a San Agustín (foot note) 242 ¿Cuál es su opinión sobre el comentario que contradice a San Agustín y afirma que ya la Iglesia no cree en la Guerra Justa?

Papa Francisco dice en Fratelli Tutti: “Ante esta realidad, hoy es muy difícil sostener los criterios racionales madurados en otros siglos para hablar de una posible “guerra justa”.” (n. 258). San Agustín dijo que “dar muerte a la guerra con la palabra, y alcanzar y conseguir la paz con la paz y no con la guerra, es mayor gloria que darla a los hombres con la espada” (Epistola 229, 2). Eso es en harmonía con aquello que también Papa Pio XII ensenó, hablando de la “admisión por todos de la verdad de este principio: Es mejor la sabiduría que las armas bélicas (Ecl 9,18), y, además, la disposición de ánimo para discutir e investigar los propios intereses y no para solucionar las diferencias con la amenaza de la fuerza” (Encíclica Summi Pontificatus, n. 56). Pero, ni san Agustín, ni la tradición de la Iglesia negaron el principio de una guerra justa. Papa Francisco no niega este principio, mas piensa que en las circunstancias del nuestro tempo una guerra justa no es sostenible. Sin embargo considero la referencia a San Agustín no es convincente para sostener la tesis de la negación de una guerra justa.

  • ¿Cuál siempre ha sido la posición de la Iglesia con la Pena de Muerte?

La palabra de Dios enseña que no sólo en el Antiguo sino también el Nuevo Testamento el principio de la pena de muerte es legítimo. Si no fuera así, Nuestro Señor, sus Apóstoles, y después su Iglesia hubieran revocado este principio de la legitimidad de la pena de muerte, que sin embargo fue proclamado por el propio Dios en el Antiguo Testamento. En el Antiguo Testamento, la palabra de Dios identifica crímenes capitales que llevan aparejados la ejecución. Nuestro Señor Jesucristo nunca negó que el poder secular tuviera autoridad para aplicar la pena capital. Cita con aprobación la máxima «aquel que deshonre a su padre o a su madre, sea muerte» (Mt 15,4; Marcos 7,10, refiriéndose a Éx 21,17; Lev 20,9). San Pablo afirmó que el mandatario que detenta la autoridad «no lleva la espada en vano ya que es un siervo de Dios que ejecuta Su ira sobre el malhechor» (Rm 13,4). Ningún pasaje del Nuevo Testamento desaprueba la pena de muerte. De aquí se sigue la enseñanza constante de la Iglesia a través de dos milenios sobre lo que enseñaron nuestro Señor Jesucristo y sus Apóstoles. La Iglesia no se podía haber equivocado en una cuestión tan importante de la ley divina; de hecho, no se equivocó. Dios mismo pronunció la primera sentencia de muerte, después de que Adán y Eva cometieran el primer pecado ya que a través del pecado la muerte entró en el mundo (Rm 5,12). Consecuentemente, todos los hijos de Adán y Eva están sentenciados a la pena capital por la muerte del cuerpo. Todos debemos afrontar la pena de muerte, ya que moriremos como consecuencia del pecado original. De esta forma, si alguien afirma que la pena de muerte es contraria al Evangelio, acusa al propio Dios de ser inmoral, ya que Dios pronunció y todavía pronuncia la pena de muerte contra Adán y Eva y contra cualquier ser humano por el simple hecho de la muerte del cuerpo. Nadie puede justificar su rechazo a la legitimidad de la pena de muerte invocando el quinto mandamiento del decálogo, dado que la prohibición categórica de Dios de asesinar se refiere solo a personas inocentes. Matar a una persona en defensa propia, en defensa de la familia o de su patria en una guerra justa, es en principio nada más que una forma de aplicación de la pena de muerte en una situación extrema e inevitable contra un agresor injusto . Un pacifismo absoluto representa una ilusión y una negación de la realidad, y subsecuentemente también una negación del pecado original con sus consecuencias para la vida social e individual. La Iglesia nunca ha enseñado el pacifismo absoluto. La última consecuencia lógica de la negación de la legitimidad del principio de la pena de muerte es la abolición de las Fuerzas Armadas y de las capellanías militares y de las diócesis militares. Sería coherente para la gente que declara que la pena de muerte es un mal intrínseco declarar de igual forma inmoral la existencia de las Fuerzas Armadas y el principio de la guerra justa, aquí en tales casos la pena de muerte se aplicaría contra un agresor injusto. En el caso de la defensa de la propia vida, o de la vida de un esposo de un hijo o de otra persona inocente que están en un peligro inminente de muerte por un agresor injusto, la ley natural dada por Dios, autoriza aplicar la pena de muerte contra tal agresor si no existen otros medios de defensa frente a él.

  • ¿Porque cree que el papa no mencionó el aborto en la encíclica Fratelli Tutti siendo un documento con énfasis social (político)?

El Papa Francisco mencionó el aborto, pero mencionó solamente de pasada cuando habló de la esclavitud sexual. Es verdaderamente lamentable que el Papa no ha tematizado y condenado en termos claros el mayor mal del nuestro tempo, el mayor genocidio de la historia humana. El aborto es, pues, el mayor obstáculo a la paz y convivencia, y a la verdadera fraternidad social y humana.

  • ¿Como han sido posible documentos como el de la Fraternidad humana por la Paz Mundial y la convivencia firmado por el Papa con el Gran Imán y la nueva Encíclica Fratelli Tutti que promueven la unidad plena basada en la libertad, fraternidad e igualdad y no en Cristo?

En los últimos cincuenta años, la Iglesia ha tendido hacia el naturalismo, hacia lo que es natural, hacia lo que es secular y lejos de lo que es sobrenatural. La Iglesia de nuestros días está infectada con el virus de un naturalismo egoísta y la adaptación al espíritu de un mundo sin fe. El clero que ostenta posiciones de responsabilidad se ha arrodillado ante el mundo. El relativismo religioso y la indiferencia según la cual la voluntad de Dios posibilitó la diversidad de religiones, implica la negación de la solemnidad del mandamiento divino y obligatorio de Cristo de evangelizar a todos los pueblos, naciones y religiones sin excepción. Esto se halla en el meollo de la actual crisis de la Iglesia. Esta crisis ya está durando más de cincuenta años. Lo que Santa Brígida de Suecia escuchó una vez de los labios de Jesucristo se puede aplicar sin duda al mundano y liberal clero de nuestros días. Le dijo «dirían cien palabras para el bien del mundo que una sola en mi honor. Antes darían cien lingotes de oro por el bien del mundo que un solo céntimo en mi honor» (Libro de las revelaciones, I, 48). La siguiente enseñanza infalible de la Iglesia en la Constitución Dogmática, Dei Filius, del Concilio Vaticano I, rechaza la enseñanza falible sobre la “diversidad de religiones” expresada en el Documento de Abu Dhabi y en Fratelli Tutti: “No hay paridad entre las la condición de quienes se han adherido a la verdad católica mediante el don celestial de la fe, y la condición de quienes, guiados por opiniones humanas, siguen una religión falsa ”(cap. 3); y “Si alguno dice que la condición de los fieles y de los que aún no han alcanzado la única fe verdadera es equiparable, sea anatema” (ibid., can. 6 de fide). Es lamentable que el Papa Francisco haya utilizado este lema ideológico central de la masonería “libertad, fraternidad e igualdad” incluso como subtítulo en un capítulo de Fratelli Tutti (ver nn.103-105), sin presentar la aclaración y distinción necesarias para evitar malentendidos e instrumentalizaciones. La verdadera fraternidad no es la hermandad de los nacidos de sangre, de la carne y de la voluntad del viejo Adán, sino la fraternidad de los nacidos de Dios (cf. Jn 1,13) que son hermanos en Cristo, el nuevo Adán (cfr. 5:14). Estos son “los que antes conoció, y también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos” (Rom 8, 29).

Vaticano 2

¿Qué documentos o constituciones del Concilio Vaticano Segundo deberían ser considerados para revisión y por qué?

Por medio del Concilio Vaticano II, la Iglesia empezó a coquetear con el mundo y a manifestar un cierto complejo de inferioridad respecto a él. Sin embargo, la misión encomendada a los clérigos es la de enseñar a Cristo al mundo, no la de mostrarse a sí mismos. El Vaticano II dio la impresión de que la Iglesia empezaba a mendigar la simpatía del mundo, actitud que ha continuado durante los pontificados postconciliares. El Concilio sirvió de catalizador para poner al descubierto el movimiento modernista que estaba latente en la Iglesia. El más ambiguo y doctrinalmente peligroso, con implicaciones de largo alcance es el documento sobre libertad religiosa Dignitatis Humanae. La afirmación de que la libertad de elegir y difundir la religión según la decisión de la conciencia de cada persona contiene el peligroso error del relativismo religioso, es decir el principio de la diversidad de religiones, que Dios quiere positivamente, porque lo que es un derecho de la naturaleza, Dios mismo lo quiere positivamente. Es por eso que el Papa Francisco dijo en su vuelo de regreso de Abu Dhabi que la declaración del documento de Abu Dhabi sobre la diversidad de religiones querida por Dios no se aleja ni un milímetro de la declaración del Concilio Vaticano II. La afirmación de que la libertad de elegir y difundir la religión según la decisión de la conciencia de cada persona, sería cierta si se refiriera a la única religión verdadera, es decir, si se refiriera a la religión católica. El derecho natural del libre albedrío de la persona humana consiste solo en la elección de lo que es moral e intelectualmente bueno, a saber, la elección de la virtud y de la única religión verdadera, no simplemente de la “divinidad suprema”, como disse el documento conciliar Dignitatis Humanae, numero quatro. Ahora bien, el mismo abuso del libre albedrío, en elegir el mal (el pecado) y el error (una religión falsa), jamás es querido de modo positivo por Dios. De ahí que la elección de un pecado o de un error, como una religión falsa, jamás puede ser la expresión de un derecho natural. Tengo el derecho natural de hacer el bien y de conocer la verdad, y la verdad es la religión católica. Tengo derecho natural solamente a la verdadera religión. No toda religión puede ser el objeto de este derecho por naturaleza. No tengo ningún derecho por naturaleza a adorar a los ídolos. La práctica de la Iglesia después del Concilio con los diálogos ecuménicos e interreligiosos contribuyeron a un relativismo doctrinal, sobre todo en lo concerniente a la exclusividad de la salvación a través de Cristo de su Iglesia. Los encuentros interreligiosos celebrados en Asís por el Papa Juan Pablo II contribuyeron en gran medida a un mayor crecimiento y extensión del indiferentismo religioso y a generar una opinión, incluso dentro de la Iglesia, de que todas las religiones son en última instancia iguales. Los encuentros interreligiosos celebrados en Asís tienen sus consecuencias lógicas en el documento interreligioso de Abu Dabi, con fecha 4 de febrero 2019 y firmado por el Papa Francisco, que dice que «el pluralismo y la diversidad de religión, color, sexo, y lengua son expresión de una sabia voluntad divina». En la novela apocalíptica Juana Tabor 666, escrita en 1942 (mil nuevecientos cuarenta y dos) por Gustavo Adolfo Martínez Zuviría (alias Hugo Wast), novelista argentino y católico devoto. Uno de los principales protagonistas de la novela, Fray Simón, sacerdote religioso de Buenos Aires, se afana con todas sus fuerzas por llegar a ser papa. Encontrándose en su celda monástica en Buenos Aires, pronuncia este soliloquio: «Mi misión es reconciliar al siglo con la religión en el terreno dogmático, político y social. … La Iglesia de hoy no es sino el germen de la Iglesia del porvenir, que tendrá tres círculos: en el primero cabrán católicos y protestantes; en el segundo, judíos y musulmanes; en el tercero, idólatras, paganos y aun ateos. … Soy el primogénito de una nueva alianza». Otra gran ambigüedad es la afirmacion del documento Lumen Gentium, numero dieciséis, que disse que nosotros, católicos y musulmanes, adoramos juntos a un solo Dios. Que nosotros como católicos adoremos con los musulmanes al Dios único no es cierto. No adoramos como ellos. En el acto de adoración, siempre adoramos a la Santísima Trinidad, no adoramos simplemente al “Dios único”, sino a la Trinidad de modo consciente, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Cuando adoran los musulmanes, no adoran con la fe sobrenatural. La afirmación de Lumen Gentium, numero ocho, que disse que “la Iglesia de Jesucristo subsiste en la Iglesia católica” es insuficiente. No está un erronea, pero es insuficiente. Sería mucho más claro afirmar, por ejemplo: «que la única Iglesia de Cristo es la Iglesia católica, y solo en ella se ha realizado y subsiste la totalidad de todas las verdades y de todos los medios de salvación de la Iglesia de Cristo». Incluso ahora, muchos obispos afirman que puedes continuar siendo musulmán o luterano. Estas afirmaciones promueven el relativismo, en el sentido de que cada religión es relativa, incluyendo la religión católica. El documento conciliar Nostra Aetate sobre las religiones no cristianas también contiene ambigüedades con consecuencias de gran alcance en la dirección del relativismo religioso. El propio Papa Benedicto XVI señaló las debilidades de este documento conciliar, diciendo que: «habla de las religiones solo de un modo positivo, ignorando los aspectos enfermizos y distorsionados de la religión» (Reflexiones de Su Santidad Benedicto XVI, publicadas por primera vez con ocasión del 50 aniversario de la inauguración del Concilio Vaticano II, L’Osservatore Romano, 11 de octubre 2012.) Cuando se trata de cuestiones relacionadas con el Concilio Vaticano II y sus documentos, por una parte, hay que evitar interpretaciones forzadas o la actitud de “la cuadratura del círculo” y, por otra, tener todo el respeto debido y el sentido de Iglesia (sentire cum ecclesia). La aplicación de la “hermenéutica de la continuidad” no puede usarse a ciegas para eliminar incuestionadamente cualquier problema evidente. De hecho, tal postura sólo serviría para transmitir de modo artificial y poco convincente el mensaje de que cada palabra del Concilio Vaticano II es infalible. Semejante método violaría la razón, la evidencia y la honestidad, y no haría honor a la Iglesia, porque antes o después (quizá después de cien años) la verdad saldrá a la luz. Hemos de evaluar y estimar todo lo que es real y verdaderamente bueno en los textos del Concilio, sin cerrar los ojos, sin verlo de una manera irracional y deshonesta, sin pasar por alto lo que es objetiva y evidentemente ambiguo y hasta erróneo en algunos de los textos. Un futuro papa o un concilio aclararán las ambigüedades y afirmaciones erróneas del Concílio. Estoy convencido de que la Iglesia hará esto de manera contundente, como lo hizo en tiempos de graves crisis doctrinales y morales a lo largo de los últimos dos mil años. Enseñar con claridad las verdades del Depósito divino de la fe, defender a los fieles del veneno del error, y conducirlos por un camino seguro a la vida eterna pertenece a la misma esencia de los ministerios, instituidos por Dios, del papa y de los obispos. Hay que recordar siempre que los textos del Concilio Vaticano II no son la palabra inspirada de Dios, ni son juicios dogmáticos definitivos, ni declaraciones infalibles del Magisterio, porque el mismo Concilio no tuvo esta intención. La llamada universal a la santidad, el papel de los laicos en defensa y testimonio de la fe, la familia como Iglesia doméstica y la enseñanza referida a Nuestra Señora, son los puntos que yo considero como las aportaciones verdaderamente positivas y duraderas del Concilio Vaticano II.

                   +++ Monseñor Athanasius Schneider 23 de octubre de 2020