El Papa en homilía de las segundas vísperas de la Conversión del Apóstol Pablo, 25-1-2020: «Dios quiere la salvación de todos. Recemos para invocar el don de la plena unidad entre nosotros»

* «Es nuestro deber llevar a la práctica el deseo prioritario de Dios, que, como escribe el mismo Pablo, «quiere que todos los hombres se salven» (1 Tm 2,4). Es una invitación a no dedicarnos exclusivamente a nuestras comunidades, sino a abrirnos al bien de todos, a la mirada universal de Dios, que se encarnó para abrazar a todo el género humano, y murió y resucitó para la salvación de todos. Si, con su gracia, asimilamos su visión, podemos superar nuestras divisiones. Incluso entre los cristianos cada comunidad tiene un don que ofrecer a los demás. Cuanto más miremos más allá de los intereses propios y superemos el legado del pasado en nuestro deseo de avanzar hacia un lugar de aterrizaje común, más espontáneamente reconoceremos, acogeremos y compartiremos estos dones»

Video completo de la transmisión en directo de  Vatican News de la homilía del Papa traducida al español

* «Queremos aprender a ser más hospitalarios, en primer lugar entre nosotros los cristianos, incluso entre hermanos y hermanas de diferentes confesiones. La hospitalidad pertenece a la tradición de las comunidades y familias cristianas. Nuestros ancianos nos han enseñado con el ejemplo que en la mesa de una casa cristiana siempre hay un plato de sopa para el amigo que pasa o para el necesitado que llama a la puerta. Y en los monasterios el huésped es tratado con gran respeto, como si fuera Cristo. No perdamos, al contrario, revivamos estas costumbres que tienen sabor a Evangelio!»

25 de enero de 2020.- (Camino Católico)  La tarde del 25 de enero, día en el que la Iglesia celebra la fiesta litúrgica de la conversión de San Pablo, Apóstol de los gentiles, el Papa Francisco concluyó la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos rezando las II vísperas en la Basílica de San Pablo Extramuros en Roma, junto al Metropolita Gennadios, representante del Patriarcado ecuménico, Su Gracia Ian Ernest, representante personal en Roma del Arzobispo de Canterbury, y un grupo de estudiantes ortodoxos. «Sin cansarnos nunca, sigamos rezando para invocar a Dios el don de la plena unidad entre nosotros», pidió el Pontífice.

La Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos que este año lleva como tema “Nos trataron con amabilidad”, palabras tomadas del libro de los Hechos de los Apóstoles en referencia al naufragio del Apóstol Pablo quien, durante su viaje  a Roma siendo ya prisionero, llega junto al resto de compañeros de navegación a las costas de Malta, donde fueron «recibidos con amabilidad, con una humanidad poco común».

Un relato que refleja cómo ante la dificultad de la tormenta que los hace navegar a la deriva durante varios días, el Apóstol no pierde las esperanzas de sobrevivir y alienta a sus compañeros a seguir hacia delante con la confianza de que «Dios quiere que todos se salven». (Hechos 27:24).

Esta narración -explicó el Papa- habla también de nuestro camino ecuménico, orientado hacia la unidad que Dios desea ardientemente, ya que en primer lugar, «nos dice que los débiles y vulnerables, los que tienen poco que ofrecer materialmente, como Pablo, pero que han encontrado su riqueza en Dios pueden dar mensajes preciosos para el bien de todos».

En este sentido, el Santo Padre invitó a pensar en las comunidades cristianas marginadas y perseguidas. «Como en la historia del naufragio de Pablo, a menudo son los más débiles los que llevan el mensaje de salvación más importante. Porque a Dios le ha gustado así: salvarnos no con la fuerza del mundo, sino con la debilidad de la Cruz” (cf. 1 Cor 1,20-25).

Por otra parte, Francisco señaló que el relato de los Hechos nos recuerda un segundo aspecto: la prioridad de Dios es la salvación de todos. «Este es el punto en el que el Apóstol insiste. «Es una invitación a no dedicarnos exclusivamente a nuestras comunidades, sino a abrirnos al bien de todos, a la mirada universal de Dios, que se encarnó para abrazar a todo el género humano, y murió y resucitó para la salvación de todos. Si, con su gracia, asimilamos su visión, podemos superar nuestras divisiones».

Por último, el Papa hizo hincapié en un tercer aspecto que emana de la narración y que ha estado en el centro de esta Semana de Oración por la Unidad de los cristianos: la hospitalidad. Exhortó a «aprender a ser más hospitalarios», en primer lugar «entre nosotros los cristianos», y también entre hermanos y hermanas de diferentes confesiones.

Antes de concluir su homilía, el Santo Padre dirigió un saludo cordial y fraterno a Su Eminencia el Metropolita Gennadios, representante del Patriarcado ecuménico, a Su Gracia Ian Ernest, representante personal en Roma del Arzobispo de Canterbury, y a todos los representantes de las distintas Iglesias y Comunidades eclesiales reunidas en la Basílica de San Pablo Extramuros. En el video superior de Vatican News se visualiza y escucha la homilía del Papa traducida al español, cuyo texto completo es el siguiente:

A bordo del barco que lleva a Pablo prisionero a Roma hay tres grupos diferentes. El más poderoso está formado por soldados, sometidos al centurión. Luego están los marineros, de los cuales, por supuesto, todos los navegantes dependen durante el largo viaje. Por último, están los más débiles y vulnerables: los prisioneros.

Cuando el barco se tambalea cerca de la costa de Malta, después de haber estado a merced de la tormenta durante varios días, los soldados piensan en matar a los prisioneros para asegurarse de que nadie escapa, pero son detenidos por el centurión, que quiere salvar a Pablo. De hecho, a pesar de estar entre los más vulnerables, Pablo había ofrecido algo importante a sus compañeros de viaje. Mientras todos perdían toda esperanza de sobrevivir, el Apóstol había traído un inesperado mensaje de esperanza. Un ángel le había tranquilizado diciendo: «No temas, Pablo: Dios ha querido conservar a todos tus compañeros de navegación» (Hechos 27:24).

La confianza de Pablo se demostró fundada y al final todos los pasajeros se salvaron y, una vez que desembarcaron en Malta, experimentaron la hospitalidad de los habitantes de la isla, su amabilidad y humanidad. De este importante detalle se tomó el tema de la Semana de Oración, que concluye hoy.

Queridos hermanos y hermanas, esta narración de los Hechos de los Apóstoles habla también de nuestro camino ecuménico, orientado hacia la unidad que Dios desea ardientemente. En primer lugar, nos dice que los débiles y vulnerables, los que tienen poco que ofrecer materialmente pero que han encontrado su riqueza en Dios pueden dar mensajes preciosos para el bien de todos. Pensemos en las comunidades cristianas: incluso las más pequeñas y menos relevantes a los ojos del mundo, si experimentan el Espíritu Santo, si viven en el amor a Dios y al prójimo, tienen un mensaje que ofrecer a toda la familia cristiana. Pensemos en las comunidades cristianas marginadas y perseguidas. Como en la historia del naufragio de Pablo, a menudo son los más débiles los que llevan el mensaje de salvación más importante.

Porque a Dios le ha gustado así: salvarnos no con la fuerza del mundo, sino con la debilidad de la Cruz (cf. 1 Cor 1,20-25). Como discípulos de Jesús, debemos por lo tanto tener cuidado de no ser atraídos por la lógica mundana, sino más bien escuchar a los pequeños y a los pobres, porque Dios ama enviar sus mensajes a través de ellos, que son los  más parecidos a su Hijo que se hizo hombre.

El relato de los Hechos nos recuerda un segundo aspecto: la prioridad de Dios es la salvación de todos. Como dice el ángel a Pablo: «Dios quiso conservar a todos tus compañeros». Este es el punto en el que Pablo insiste. También nosotros debemos repetirlo: es nuestro deber llevar a la práctica el deseo prioritario de Dios, que, como escribe el mismo Pablo, «quiere que todos los hombres se salven» (1 Tm 2,4).

Es una invitación a no dedicarnos exclusivamente a nuestras comunidades, sino a abrirnos al bien de todos, a la mirada universal de Dios, que se encarnó para abrazar a todo el género humano, y murió y resucitó para la salvación de todos. Si, con su gracia, asimilamos su visión, podemos superar nuestras divisiones. En el naufragio de Pablo cada uno contribuye a la salvación de todos: el centurión toma decisiones importantes, los marineros hacen uso de sus conocimientos y habilidades, el Apóstol anima a los desesperados. Incluso entre los cristianos cada comunidad tiene un don que ofrecer a los demás. Cuanto más miremos más allá de los intereses propios y superemos el legado del pasado en nuestro deseo de avanzar hacia un lugar de aterrizaje común, más espontáneamente reconoceremos, acogeremos y compartiremos estos dones.

Y llegamos al tercer aspecto que ha estado en el centro de esta Semana de Oración: la hospitalidad. San Lucas, en el último capítulo de los Hechos de los Apóstoles, dice de los habitantes de Malta: «Nos trataron con amabilidad», o «con rara humanidad» (v. 2). El fuego que se enciende en la orilla para calentar a los náufragos es un hermoso símbolo del calor humano que los rodea inesperadamente. El gobernador de la isla se muestra también acogedor y hospitalario con Pablo, que le corresponde curando a su padre y a muchos otros enfermos (cf. vv. 7-9). Finalmente, cuando el Apóstol y sus acompañantes partieron hacia Italia, los malteses les suministraron generosamente provisiones (v. 10).

A partir de esta Semana de Oración queremos aprender a ser más hospitalarios, en primer lugar entre nosotros los cristianos, incluso entre hermanos y hermanas de diferentes confesiones. La hospitalidad pertenece a la tradición de las comunidades y familias cristianas. Nuestros ancianos nos han enseñado con el ejemplo que en la mesa de una casa cristiana siempre hay un plato de sopa para el amigo que pasa o para el necesitado que llama a la puerta. Y en los monasterios el huésped es tratado con gran respeto, como si fuera Cristo. No perdamos, al contrario, revivamos estas costumbres que tienen sabor a Evangelio!

Queridos hermanos y hermanas, con estos sentimientos dirijo mi saludo cordial y fraterno a Su Eminencia el Metropolita Gennadios, representante del Patriarcado ecuménico, a Su Gracia Ian Ernest, representante personal en Roma del Arzobispo de Canterbury, y a todos los representantes de las distintas Iglesias y Comunidades eclesiales aquí reunidas. Saludo también a los estudiantes del Instituto Ecuménico de Bossey, que visitan Roma para profundizar en el conocimiento de la Iglesia católica, y a los jóvenes ortodoxos y ortodoxos orientales que estudian aquí becados por el Comité para la Colaboración Cultural con las Iglesias Ortodoxas, que trabaja en el Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, que saludo y agradezco. Juntos, sin cansarnos nunca, sigamos orando para invocar de Dios el don de la plena unidad entre nosotros.

Francisco


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