El Papa en la Audiencia 28-8-19: «Yo obedezco a Dios antes que a los hombres. Esto significa escuchar a Dios sin reservas, sin demoras, sin cálculos, adherirse a Él»

* «A los ojos de los cristianos de todos los tiempos, los enfermos son destinatarios privilegiados del feliz anuncio del Reino, son hermanos en los que Cristo está presente de modo especial, para dejarse buscar y encontrar por todos nosotros (cf. Mt 25, 36.40). Los enfermos son privilegiados para la Iglesia, para el corazón sacerdotal, para todos los fieles. No son para descartar: al contrario. Se deben curar, cuidar. Son objeto de la preocupación cristiana… En las heridas de los enfermos, en las enfermedades que impiden avanzar en la vida, está siempre la presencia de Jesús, las heridas de Jesús. Ahí está Jesús llamándonos a cada uno de nosotros a cuidarlos, a apoyarlos, a sanarlos»

Video completo de la transmisión en directo realizada por 13 TV de la catequesis traducida al español y de la síntesis que el Papa ha hecho en nuestro idioma

* «Pidamos también al Espíritu Santo la fuerza para no asustarnos frente a aquellos que nos mandan que nos callemos, nos calumnian e incluso atacan nuestras vidas. Pidámosle que nos fortalezca interiormente para estar seguros de la presencia amorosa y consoladora del Señor a nuestro lado»

28 de agosto de 2019.- (Camino Católico)  Pedirle al Espíritu Santo la fuerza de no asustarnos frente a quien nos manda a callar, nos calumnia e incluso atenta contra nuestra vida; pedirle que nos fortalezca interiormente para estar seguros de la presencia amorosa y consoladora del Señor a nuestro lado: fue la recomendación del Papa Francisco en su catequesis en el miércoles 28 de agosto, dedicada a los Hechos de los Apóstoles. La figura de Pedro, que lleno del Espíritu del Señor pasa entre los enfermos caminando, y sin que él haga nada, su sombra se convierte en caricia sanadora “efusión de la ternura del Resucitado”, fue el tema a partir del cual el Santo Padre desarrolló su reflexión.

El Pontífice se refirió a la comunidad eclesial que se describe en el libro de los Hechos, que vive “de tanta riqueza que el Señor pone a su disposición”, y que experimenta “un crecimiento numérico y un gran fermento, a pesar de los ataques externos”. La vitalidad de la primera comunidad eclesial, es demostrada por el Apóstol Lucas en lugares significativos, como por ejemplo el Pórtico de Salomón, en donde se encontraban los creyentes:

“En el capítulo 5 de los Hechos la Iglesia naciente se muestra como un “hospital de campaña” que acoge a los más débiles, es decir, a los enfermos. Su sufrimiento atrae a los Apóstoles, que no poseen “ni plata ni oro”, sino que son fuertes en el nombre de Jesús. A sus ojos, como a los ojos de los cristianos de todos los tiempos, los enfermos son destinatarios privilegiados del feliz anuncio del Reino, son hermanos en los que Cristo está presente de modo especial, para dejarse buscar y encontrar por todos nosotros. Los enfermos son privilegiados para la Iglesia, para el corazón sacerdotal, para todos los fieles. No son para descartar: al contrario. Se deben curar, cuidar. Son objeto de la preocupación cristiana”.

El Papa indicó que entre los apóstoles emerge Pedro, quien tiene preeminencia en el grupo apostólico por la primacía y la misión recibida del Resucitado: él pasa entre los enfermos, haciendo «lo mismo» que Jesús, «asumiendo en sí las enfermedades y dolencias”. Pero Pedro, advierte el Pontífice, “permite que otro se manifieste», es decir, permite que «el Cristo vivo y operante» se manifieste a través de él. Esto porque el testigo, de hecho, “es aquel que manifiesta a Cristo, tanto con las palabras como con la presencia corpórea, lo que le permite relacionarse y ser una extensión del Verbo hecho carne en la historia”.

“Pedro lleno del Espíritu del Señor, pasaba caminando y, sin que él hiciera nada, su sombra se convertía en caricia sanadora, efusión de la ternura del Resucitado que se inclina sobre los enfermos y restituye dignidad, vida y salvación. De este modo, Dios manifiesta su cercanía y hace que las llagas de sus hijos se conviertan en lugar teológico de la ternura divina. Así se puede decir que todo en Pedro, incluso su sombra, irradia la vida del Resucitado: los enfermos recobran la salud y el mundo proclama la gloria del Padre. Y puesto que el primer apóstol es figura de la Iglesia, su sombra evoca la de la Iglesia, que sobre la tierra pone en pie a sus hijos y los destina a los bienes del Cielo, sin temer obedecer a Dios antes que a los hombres”.

El Papa recordó asimismo que la acción sanadora de Pedro despierta el odio de los saduceos, que encarcelan a los apóstoles quienes, trastornados por su misteriosa liberación, les prohíben enseñar. He aquí que Pedro «responde entonces ofreciendo una clave de la vida cristiana», a saber, “obedecer a Dios en vez de a los hombres”:

“Yo obedezco a Dios antes que a los hombres: es la gran respuesta cristiana. Esto significa escuchar a Dios sin reservas, sin demoras, sin cálculos; adherirse a Él para ser capaces de una alianza con Él y con aquellos con los que nos encontramos en nuestro camino”.

Al final de la catequesis, durante sus saludos a los fieles, el Papa Francisco dedicó un pensamiento especial – como es habitual –  a los jóvenes, los ancianos, los enfermos y los recién casados. Recordando la fiesta de San Agustín, Obispo y Doctor de la Iglesia a quien  celebramos hoy, invitó a dejarse inspirar por su santidad y su doctrina. “Junto a él – dijo  – redescubran la vía de la interioridad que conduce a Dios y al prójimo más necesitado”. A los fieles de lengua española, invitó a pedir, de forma constante, la fuerza del Espíritu Santo para llevar a todos la presencia amorosa y consoladora del Señor que camina a nuestro lado. En el vídeo superior de 13 TV se visualiza y escucha la catequesis traducida al español y la síntesis que el Santo Padre ha hecho en nuestro idioma, cuyo texto completo es el siguiente:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

La comunidad eclesial descrita en el Libro de los Hechos de los Apóstoles vive de tanta riqueza que el Señor pone a su disposición –¡el Señor es generoso!–, y experimenta un crecimiento numérico y un gran entusiasmo, a pesar de los ataques externos. Para mostrarnos esta vitalidad, Lucas, en el libro de los Hechos de los Apóstoles, señala también lugares significativos, por ejemplo el pórtico de Salomón (cf. Hch 5,12), lugar de encuentro de los creyentes. El pórtico (stoà) es una galería abierta que sirve como refugio, pero también como lugar de encuentro y testimonio. Lucas, en efecto, insiste en los signos y prodigios que acompañan a la palabra de los Apóstoles y en el cuidado especial de los enfermos a los que se dedican.

En el capítulo 5 de los Hechos la Iglesia naciente se muestra como un “hospital de campaña” que acoge a los más débiles, es decir, a los enfermos. Su sufrimiento atrae a los Apóstoles, que no poseen “ni plata ni oro” (Hch 3,6), -como dice Pedro al lisiado-, sino que son fuertes en el nombre de Jesús. A sus ojos, como a los ojos de los cristianos de todos los tiempos, los enfermos son destinatarios privilegiados del feliz anuncio del Reino, son hermanos en los que Cristo está presente de modo especial, para dejarse buscar y encontrar por todos nosotros (cf. Mt 25, 36.40). Los enfermos son privilegiados para la Iglesia, para el corazón sacerdotal, para todos los fieles. No son para descartar: al contrario. Se deben curar, cuidar. Son objeto de la preocupación cristiana.

Entre los apóstoles emerge Pedro, que tiene preeminencia en el grupo apostólico por el primado (cf. Mt 16, 18) y la misión recibida del Resucitado (cf. Jn 21, 15-17). Es él quien da luz verde a la predicación del kerigma el día de Pentecostés (cf. Hch 2, 14-41) y quien, en el Concilio de Jerusalén, desempeñará un papel principal (cf. Hch 15 y Gál 2, 1-10).

Pedro se acerca a las camillas y pasa entre los enfermos, como lo hizo Jesús, asumiendo enfermedades y dolencias (cf. Mt 8,17; Is 53,4). Y Pedro, el pescador de Galilea, pasa, pero deja que se manifieste otro: ¡que sea el Cristo vivo y operante! El testigo, en efecto, es el que manifiesta a Cristo, tanto de palabra como en presencia del cuerpo, lo que le permite relacionarse y ser una extensión del Verbo hecho carne en la historia.

Pedro es el que hace las obras del Maestro (cf. Jn 14,12): mirándolo con fe, se ve a Cristo mismo. Pedro lleno del Espíritu del Señor, pasaba caminando y, sin que él hiciera nada, su sombra se convertía en caricia sanadora, efusión de la ternura del Resucitado que se inclina sobre los enfermos y restituye dignidad, vida y salvación. De este modo, Dios manifiesta su cercanía y hace que las llagas de sus hijos se conviertan en lugar teológico de la ternura divina (Homilía matutina, Santa Marta, 14.12.2017). En las heridas de los enfermos, en las enfermedades que impiden avanzar en la vida, está siempre la presencia de Jesús, las heridas de Jesús. Ahí está Jesús llamándonos a cada uno de nosotros a cuidarlos, a apoyarlos, a sanarlos.

La acción sanadora de Pedro despertó el odio y la envidia de los saduceos, que encarcelaron a los apóstoles y, conmocionados por su misteriosa liberación, les prohibieron enseñar. Esta gente vio los milagros que los apóstoles no hicieron por arte de magia, sino en el nombre de Jesús; pero no quisieron aceptarlo y los encarcelaron, los golpearon. Entonces fueron milagrosamente liberados, pero los corazones de los saduceos eran tan duros que no querían creer lo que veían. Pedro respondió ofreciendo una clave de la vida cristiana: “Obedecer a Dios en vez de a los hombres” (Hch 5,29), porque ellos -los saduceos- le decían: “No tienes que seguir adelante con estas cosas, no tienes que curar” – “Yo obedezco a Dios antes que a los hombres”: es la gran respuesta cristiana. Esto significa escuchar a Dios sin reservas, sin demoras, sin cálculos; adherirse a Él para ser capaces de una alianza con Él y con aquellos con los que nos encontramos en nuestro camino.

Pidamos también al Espíritu Santo la fuerza para no asustarnos frente a aquellos que nos mandan que nos callemos, nos calumnian e incluso atacan nuestras vidas. Pidámosle que nos fortalezca interiormente para estar seguros de la presencia amorosa y consoladora del Señor a nuestro lado.

Después, al saludar a los peregrinos de lengua española, el Papa ha dicho:

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy reflexionamos sobre la figura del apóstol Pedro, que en el pórtico de Salomón realizaba las obras de Jesús, su Maestro. Al mirar su modo de actuar vemos al mismo Cristo.

Hoy reflexionamos sobre la figura del apóstol Pedro, que en el pórtico de Salomón realizaba las obras de Jesús, su Maestro. Al mirar su modo de actuar vemos al mismo Cristo.

Pedro lleno del Espíritu del Señor, pasaba caminando y, sin que él hiciera nada, su sombra se convertía en caricia sanadora, efusión de la ternura del Resucitado que se inclina sobre enfermos y restituye dignidad, vida y salvación. De este modo, Dios manifiesta su cercanía y hace que las llagas de sus hijos se conviertan en lugar teológico de la ternura divina. Así se puede decir que todo en Pedro, incluso su sombra, irradia la vida del Resucitado: los enfermos recobran la salud y el mundo proclama la gloria del Padre. Y puesto que el primer apóstol es figura de la Iglesia, su sombra evoca la de la Iglesia, que sobre la tierra pone en pie a sus hijos y los destina a los bienes del Cielo, sin temer obedecer a Dios antes que a los hombres.

Hoy reflexionamos sobre la figura del apóstol Pedro, que en el pórtico de Salomón realizaba las obras de Jesús, su Maestro. Al mirar su modo de actuar vemos al mismo Cristo.

Pedro lleno del Espíritu del Señor, pasaba caminando y, sin que él hiciera nada, su sombra se convertía en caricia sanadora, efusión de la ternura del Resucitado que se inclina sobre enfermos y restituye dignidad, vida y salvación. De este modo, Dios manifiesta su cercanía y hace que las llagas de sus hijos se conviertan en lugar teológico de la ternura divina. Así se puede decir que todo en Pedro, incluso su sombra, irradia la vida del Resucitado: los enfermos recobran la salud y el mundo proclama la gloria del Padre. Y puesto que el primer apóstol es figura de la Iglesia, su sombra evoca la de la Iglesia, que sobre la tierra pone en pie a sus hijos y los destina a los bienes del Cielo, sin temer obedecer a Dios antes que a los hombres.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española venidos de España y Latinoamérica. Pidamos de forma constante la fuerza del Espíritu Santo para llevar a todos la presencia amorosa y consoladora del Señor que camina a nuestro lado.

Que el Señor los bendiga.

Francisco

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