“Galileo hereje”

El profesor Pietro Redondi, en su libro Galileo eretico (Bari, Laterza, 2009[i]), demuestra, tras haber consultado los Archivos del Santo Oficio en los que fueron transcritas las actas del proceso de Galileo Galilei (nacido en Pisa el 15 de febrero de 1564 y muerto en Arcetri, en la provincia de Florencia, el 8 de enero de 1642), que 1º) el científico pisano fue condenado no por su adhesión a la doctrina heliocéntrica copernicana, o sea, por el hecho de que fuera la tierra la que girara alrededor de sí misma y alrededor del sol y no el sol alrededor de la tierra (teoría geocéntrica de Claudio Tolomeo, un astrónomo del siglo II d. C., que durante alrededor de 1400 años fue comúnmente enseñada en el ambiente científico); 2º) que ni siquiera fue condenado – principalmente – por motivos inherentes a la exégesis bíblica, en cuanto que – según el científico – Josué y, por tanto, la Biblia se habrían equivocado diciendo: “Detente, oh sol” (Jos., X, 12-13), ya que el sol no gira, sino que es la tierra la que gira y, por tanto, Josué y la Biblia deberían haber dicho: “Detente oh tierra”. Por tanto, la Biblia se habría equivocado y por ello no estaría divinamente Inspirada y asistida por la Inerrancia como enseña la Iglesia; 3º) en cambio, Redondi muestra, con los documentos procesales en mano, que Galileo fue acusado inicialmente (año 1610/1612) por la negación del dogma de la Transustanciación, según el cual, tras la consagración en la Misa, deja de existir la sustancia del pan y del vino y comienza a existir la sustancia del Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesús, es decir, el paso de una sustancia (pan/vino) a otra (Jesús).

Galilei, en filosofía, era un “atomista democríteo” y negaba (como después Descartes † 1650) la distinción real entre sustancia y accidentes. Por tanto, al no cambiar los accidentes de la forma consagrada, que permanece tal cual después de la consagración, no cambiaría ni siquiera su sustancia de pan para dar lugar a otra (Trans) sustancia (Substantiationem), la de Cristo, sino que el Pan (“Panatione”) con Cristo (“Cum”) coexisten o están ambos presentes sustancialmente en la forma consagrada.

También Lutero (1483 – 1546) había negado la “Transustanciación” y había hablado de “Companación”, o sea, que en la Eucaristía, junto a la sustancia del pan, existe también la sustancia de Cristo y no existe un paso de una sustancia a la otra, o sea, “Transustanciación”. Su teoría fue condenada como herética por el Concilio de Trento (DB, 877 y 883-885).

Galileo Galilei debería haber sido juzgado como hereje y las consecuencias habrían sido mucho más graves. Por ello, los inquisidores Dominicos, por consideración hacia el genio científico de Galilei, eliminaron de la sentencia la cuestión de la Transustanciación y se limitaron a la doctrina heliocéntrica, llegando solo a condenar “al silencio” a Galilei (24 de febrero de 1616), sobre todo en lo referente a la afirmación de la autonomía absoluta de la ciencia de la fe y, secundariamente, sin detenerse y silenciándola, por la consiguiente negación del dogma de la Inerrancia y divina Inspiración de la Biblia[ii] definido por el Concilio de Florencia en 1439 (Enchiridion Biblicum n. 48), reafirmado por el Concilio de Trento de 1545 a 1563 (EB n. 59-60) y, finalmente, tras la muerte de Galileo Galilei, por el Concilio Vaticano I de 1869 a 1870 (EB n. 79), y no por el heliocentrismo.

En cuanto al “primer proceso”, si puede llamarse así, Galilei “llegó de Florencia a Roma el 16 de diciembre de 1615 y fue hospedado por el Orador Granducal en el Pincio – en Villa Borghese – […]. En cuanto a Galilei, se quiso proceder con él de manera benigna y fue confiado el encargo de amonestarlo al Cardenal Roberto Belarmino, para que Galilei desistiera de propugnar dichas teorías. Galilei prometió obedecer. […]. Así terminaba el que fue impropiamente llamado el primer proceso de Galilei. Este, en los primeros días de junio, volvió a Florencia” (Pio Paschini, cit., col. 1876-1877).

La teoría heliocéntrica era ya comúnmente enseñada y seguida incluso por los teólogos católicos, y había sido enseñada alrededor de 100 años antes de Galilei, desde 1507, por el astrónomo prusiano Nicolás Copérnico (Torun 19 de febrero de 1473 – Frombork 24 de mayo de 1543), que era un clérigo católico. Habiendo recibido las Órdenes menores en 1497 a los 24 años y nombrado canónigo de Frauenburg en 1536, tras exhortación del Cardenal Dominico Nicolás Schönberg y del Obispo Tydemann Gize, aceptó hacer publicar sus investigaciones – que estaban ya listas desde 1430 y habían sido enseñadas a partir de 1507 – en Núremberg, en 1543, bajo el título De revolutionibus orbium coelestium.

Pocos dicen que los protestantes atacaron ferozmente la obra de Copérnico, considerándola en contraste con la Biblia. Lutero (1483 – 1546) definía a Copérnico “un loco” y Melanchton (1497 – 1560) escribía que la teoría copernicana “no era tolerable” (cfr. Pio Paschini, Enciclopedia Cattolica, Città del Vaticano, 1950, vol. IV, col. 503, voz “Copernico Niccolò”).

La teoría de Copérnico fue retomada después por el alemán Johannes Kepler (Weil 27 de diciembre de 1571 – Ratisbona 5 de noviembre de 1630), el cual la difundió desde 1596, llegando incluso a alabar a Galilei – en 1610 – al respecto de sus teorías científicas heliocéntricas copernicanas. Kepler era protestante y cuando se supo que seguía las tesis copernicanas fue expulsado del Seminario luterano de Tubinga donde estudiaba (cfr. Giuseppe Armellini, Enciclopedia Cattolica, Città del Vaticano, 1952, vol. VII, coll. 678-679, voz “Kepler Johannes”).

La teoría heliocéntrica era seguida incluso por San Roberto Belarmino (Montepulciano, en la provincia de Siena, 4 de octubre de 1542 – Roma 17 de septiembre de 1621), que dirigía el tribunal de la Inquisición. Sin embargo, Copérnico, Kepler y Belarmino no concluían de ello que la Biblia se hubiera equivocado, sino solo que, al no ser un manual de astronomía o de ciencia natural, al hablar del sol, la Sagrada Escritura se expresaba con términos comúnmente usados por nosotros hombres cuando decimos aún hoy que el sol sale o se pone, mientras que astronómicamente es la tierra la que gira alrededor del sol.

Como Galilei volvió a comenzar a hablar de la cuestión de la Inerrancia bíblica en 1623, infringiendo la orden de silencio que le fue dada en 1616 por el Santo Oficio, fue inquirido una segunda vez (23 de septiembre de 1632 – 22 de junio de 1633) en la basílica de los Padres Dominicos de Santa María sopra Minerva en Roma, que era la sede del Santo Oficio romano, y finalmente fue enviado en “arresto domiciliario” a su villa en Arcetri en la provincia de Florencia, donde murió 9 años después el 8 de enero de 1642.

Por lo que se refiere al “segundo proceso”, Galilei “dejó Florencia del 20 de enero de 1633, llegó a Roma el 12 de febrero y se presentó ante el tribunal. Le fue concedida la habitación en casa del embajador de Toscana Nicolini en el Pincio, con la obligación de vivir retirado. Solo el 12 de abril fue obligado a entrar en el palacio del Santo Oficio, donde le fueron asignadas las únicas tres habitaciones disponibles, sin clausura, con libertad de bajar al patio, tener un servidor y recibir el alimento de la Embajada. […]. Después de este segundo auténtico proceso fue inmediatamente concedido a Galilei, por motivos de salud, estar loco carceris en el palacio del Embajador Nicolini, manteniéndose siempre a disposición del Santo Oficio” (Pio Paschini, cit., col. 1779).

Galilei fue enviado de Santa María sopra Minerva al palacio del Orador en el Pincio; después, el 30 de junio, tuvo la gracia de poder pasar un tiempo en Siena en casa del Arzobispo Ascanio Piccolòmini; después, el 1 de dicieembre, obtuvo el permiso de retirarse a su villa del Gioiello en San Mateo de Arcetri, que había comprado el 27 de septiembre de 1631, y permaneció allí, como encarcelado, hasta su muerte, sobrevenida el 8 de enero de 1642. Finalmente fue sepultado en la basílica de la Santa Cruz en Florencia” (Pio Paschini, cit., col. 1880).

Se ha querido hacer de Galileo Galilei un “mártir” del oscurantismo católico. Incluso Juan Pablo II, en la larga serie de “mea culpa” pronunciados durante el Jubileo del año 2000 – que no desdice en relación con la letanía de herejías pronunciadas por Francisco a partir de 2013 – pidió perdón a Galilei por los “errores de la Iglesia”. El profesor Redondi de la Universidad de Milán, aun declarándose agnóstico, polemizó con la Civiltà Cattolica e hizo presente que Galileo Galilei había sido inquirido por la negación de la Transustanciación, como había documentado en la primera edición de su libro Galileo eretico,publicada por la editorial Einaudi de Turín. Por tanto, no se trataba de oscurantismo anticientífico, sino  de cuestiones teológicas y de fe.

La lectura del libro ayuda a disipar una de tantas leyendas negras sobre la Iglesia enemiga del progreso y de la ciencia.

Robertus

(Traducido por Marianus el eremita)

P.S. En un próximo artículo, un Autor expondrá la tesis tolemaica contra la copernicana, que él considera falsa.


[i]      Pietro Redondi, Galileo eretico, Bari, Laterza, 2009. 22 euros; 479 páginas. Cfr. también Pio Paschini, en Enciclopedia Cattolica, Città del Vaticano, 1950, vol. V, coll. 1871-1880, voz “Galilei Galileo”; C. Bricarelli, Galileo Galilei. L’opera, il metodo, le peripezie, Roma, 1931; G. Armellini, Galileo e l’astronomia, Milano, 1942.

[ii]     Inspiración en teología y en exégesis significa la asistencia que Dios concede a los Autores de los Libros Sagrados de la Biblia. La Inspiración es sustancial, o sea, se refiere al contenido esencial del mensaje revelado más que a la forma o las palabras en particular (Inspiración material). Por tanto, la Inspiración no es un dictado mecánico de Dios al Autor sagrado, sino una iluminación y una asistencia que actúa de tal manera que el Hagiógrafo, cooperando subordinadamente con Dios, sea Autor secundario (subordinado, consciente y libre) del Libro sagrado y Dios el Autor principal.

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Mateo 5,37: "Que vuestro modo de hablar sea sí sí no no, porque todo lo demás viene del maligno". Artículos del quincenal italiano sí sí no no, publicación pionera antimodernista italiana muy conocida en círculos vaticanos. Por política editorial no se permiten comentarios y los artículos van bajo pseudónimo: "No mires quién lo dice, sino atiende a lo que dice" (Kempis, imitación de Cristo)

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