Faltaba una biografía de José María Hernández Garnica para niños. la editorial ADADP ha publicado el libro que firman un ventrílocuo, Xavier Margenat, y un pintor de arte moderno, Pau Morales.
+info https://opusdei.org/es-es/article/jose-maria-hernandez-garnica-biografia-infantil/
3. 4
1. Veranos llenos de aventuras
Sus amigos le llamaban “Chiqui” y a él le gustaba
que le llamasen así. Era un chico callado, más bien tí-
mido, pero muy alegre y simpático. Se estaba muy
bien a su lado, por eso tenía tantos amigos.
José María Hernández Garnica —este era su nom-
bre completo—, nació en Madrid el 17 de noviembre
de 1913. Era el pequeño de cinco hermanos, aunque
una de sus hermanas se murió antes de que naciera él.
Amelia y Conchita eran dos gemelas y cuando eran
muy pequeñas enfermaron gravemente. Conchita se
recuperó, pero Amelia se fue al cielo.
Chiqui hizo la Confirmación a los cinco años, co-
mo era costumbre en esa época, y a los siete años la
primera Comunión. Su madre lo ayudó a prepararse
muy bien para recibir a Jesús por primera vez.
Aunque él era un buen estudiante, esperaba con
mucha ilusión los veranos, por un lado porqué pasaba
las vacaciones en Noja (Santander), en “la Casona”,
una casa espaciosa que su tío tenía cerca del mar. Pe-
ro, lo que más le gustaba era que allí se encontraba
5. 6
con sus primos, que eren un buen grupo, y se lo pasa-
ban en grande.
Era muy amigo de su primo Gabriel, tenía casi la
misma edad y compartían muchas aficiones. Les gus-
taba el mar y el campo, los animales y la naturaleza.
Incluso estudiaron la misma carrera universitaria.
Se bañaban en el mar, hacían excursiones en bici-
cleta, practicaban el tenis y jugaban por los jardines de
la casa o las playas de Noja. También les gustaba dar
largos paseos cerca del mar. A veces construían casti-
llos de arena en la playa, exploraban las calas o se
quedaban contemplando como las olas se convertían
en miles de gotitas de espuma blanca al batir contra
las rocas, u observando como los cormoranes se zam-
bullían en el mar para capturar peces. También dedi-
caban tiempo a estudiar y, sobretodo, a leer —Chiqui
devoraba los libros y disfrutaba con las novelas de
aventuras—.
La Casona tenía una bonita capilla dedicada a la
Virgen del Carmen, donde un sacerdote celebraba la
santa misa cada día. Los domingos, Chiqui, con toda su
familia, asistían a misa.
—Chiqui, vamos a la isla de la Oliva —propuso un
7. 8
día Gabriel—. Dicen que cerca de allí se hundió un bar-
co hace muchos años. Podemos explorar para ver si en-
contramos algún resto.
—¡Buena idea, Gabi! También nos podríamos lle-
var una cesta para poner los cangrejos y mejillones que
encontremos entre las rocas.
—Necesitaremos una navaja.
—Yo llevaré una. Y mañana podemos ir en bici al
faro del Pescador.
—¡De acuerdo!
Vivieron un montón de aventuras en Noja, y de
allí guardaba muy buenos recuerdos. Cada verano se
reencontraban en esa casa y poco a poco iban crecien-
do.
Como todos los chicos de su edad, Chiqui y sus
primos seguían las competiciones de fútbol; y, en una
ocasión, cuando él tenía trece años, pudieron ir al cam-
po de fútbol a ver un partido en directo. Se lo pasaron
muy bien viendo como ganaba su equipo preferido; pe-
ro, al salir del estadio, Chiqui se cayó por unas escale-
ras.
—¡Aaaaaay! —gritó.
—¿Te has hecho daño? —preguntó Gabi.
8. 9
—Sí. En el costado.
—Te ayudaré.
—¡Aaaay! ¡Ten cuidado!
Le dolía tanto que casi no podía andar. Por suerte,
unos señores que pasaban por allí le llevaron a casa en
coche. Lo visitó un médico y les informó que había reci-
bido un fuerte golpe en el riñón. Pronto se recuperó,
aunque de vez en cuando tenía molestias en el riñón,
pero él nunca se quejaba. Esto duró catorce años, hasta
que enfermó tanto que tuvieron que operarle para ex-
tirpárselo.
—Suerte que tenemos uno de recambio —decía él
bromeando.