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Carlos Omar
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La rana en agua caliente. Olivier Clerc nació en Ginebra en 1961. Es editor, escritor y filósofo, siendo su obra “La Rana que no sabía que estaba hervida”, la que más repercusión internacional ha …Más
La rana en agua caliente.

Olivier Clerc nació en Ginebra en 1961. Es editor, escritor y filósofo, siendo su obra “La Rana que no sabía que estaba hervida”, la que más repercusión internacional ha tenido hasta ahora.

En su planteamiento incluye todas las disciplinas que de una u otra forma contribuyen y afectan al equilibrio personal. Emplea para ello un lenguaje sencillo, propio del cuento, y una línea cercana a la fábula.

De esta obra, extraemos justamente el cuento que da título a su más famosa obra. En ella, plantea un problema que puede ser extrapolable a una persona o a todo un país: en qué medida los cambios han de ser lo suficientemente rápidos como para que podamos percatarnos de ellos; o dicho de otra manera, hasta qué punto los cambios que suceden de forma lenta y paulatina pasan inadvertidos para quien los ha de vivir… y sufrir.

El primer paso para reaccionar ante las circunstancias cambiantes consiste en asumir el estado actual de las cosas. Si apenas se nos da tiempo para pensar, bombardeados de información y cargados de hábitos y rutina, el mantenerse en un estado de “darse cuenta” de lo que sucede dentro y fuera de nosotros se convierte en una necesidad y en todo un logro.

La rana que no sabía que estaba hervida

“Imaginen una cazuela llena de agua, en cuyo interior nada tranquilamente una rana. Se está calentando la cazuela a fuego lento. Al cabo de un rato el agua está tibia. A la rana, esto le parece bastante agradable, y sigue nadando.

La temperatura empieza a subir. Ahora el agua está caliente. Un poco más de lo que suele gustarle a la rana. Pero ella no se inquieta, y además el calor siempre le produce algo de fatiga y somnolencia.

Ahora el agua está caliente de verdad. A la rana empieza a parecerle desagradable. Lo malo es que se encuentra sin fuerzas, así que se limita a aguantar, a tratar de adaptarse y no hace nada más.

Así, la temperatura del agua sigue subiendo poco a poco, nunca de una manera acelerada, hasta el momento en que la rana acabe hervida y muera sin haber realizado el menor esfuerzo por salir de la cazuela.

Si la hubiéramos sumergido de golpe en una cazuela con el agua a 50 grados, de una sola zancada ella se habría puesto a salvo, saltando fuera del recipiente.”


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