Kevin Angel
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Evangelio según San Lucas 9, 28-36. (21/02/2016) Segundo Domingo de Cuaresma Cuando estamos trabajando, atendiendo a la familia o estudiando, siempre tendemos a pensar en los sucesos del día, los …Más
Evangelio según San Lucas 9, 28-36. (21/02/2016)

Segundo Domingo de Cuaresma

Cuando estamos trabajando, atendiendo a la familia o estudiando, siempre tendemos a pensar en los sucesos del día, los problemas de hoy, las necesidades actuales. Pensamos nada más que en el aquí y ahora. ¿Cuántas veces pensamos en la promesa de una vida gloriosa con Jesús en el cielo? Si lo pensáramos a menudo, el concepto que tenemos de la vida cambiaría bastante.

Cuando los apóstoles Pedro, Juan y Santiago presenciaron la transfiguración del Señor, lo vieron en toda su gloria, tal como sería después de su muerte y su resurrección, es decir, como es ahora, revestido de la gloria que el Padre le concedió por su victoria sobre el pecado y la muerte.

Después de su resurrección, Jesús ascendió al cielo para reinar en gloria con Dios Padre, pero no abandonó a sus fieles, y constantemente intercede por nosotros ante el trono del Padre. Por el Bautismo y el don de la fe, estamos unidos a Cristo en su muerte y su resurrección, y por eso podemos llegar a ser como él, y “vamos transformándonos en su imagen misma, porque cada vez tenemos más de su gloria” (2 Corintios 3, 18).

San Pablo dijo que “Nosotros, en cambio, somos ciudadanos del cielo” donde se encuentra Jesús en su gloria (Filipenses 3, 20). Si bien es cierto que vivimos día a día aquí en la tierra, es importante recordar que Jesús ha abierto el camino para que vayamos a vivir con él en su gloria para siempre.

De modo, que siendo creyentes bautizados, podemos empezar a transformarnos ahora mismo, si vivimos por fe, fijando la mirada en Cristo Jesús y poniendo oído a su palabra. Así tendremos esperanza y gozo. Los problemas del momento y las satisfacciones temporales de la vida terrenal adquirirán una nueva perspectiva; porque con el corazón y la mente anhelaremos entrar y permanecer en la presencia del Señor.


“Señor mío Jesucristo, enséñame a elevar la mirada hacia tu morada celestial y pensar que, si me mantengo firme, un día compartiré contigo la gloria de la resurrección.”