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Papa: “¿Los cristianos son el santuario del Dios en el mundo?

Nosotros cristianos ¿somos verdaderamente “el santuario de Dios en el mundo o para el mundo? ¿Abrimos a los hombres el acceso a Dios o más bien lo escondemos? No nos hemos vuelto, en gran parte, quizá nosotros – pueblo de Dios – un pueblo de incredulidad y de lejanía de Dios?”
Se lo preguntó el Papa esta mañana, en la homilía de la misa del crisma del Jueves Santo, en la Basílica de San Pedro, concelebrada por 1600 sacerdotes de la diócesis de Roma.
“Los cristianos son pueblo sacerdotal para el mundo y deberían volver visible al mundo al Dios viviente, testimoniarlo y conducir a él”, lo ha recordado Benedicto XVI que agregó:

Benedicto XVI: “¿No es acaso verdad que Occidente, los países centrales del Cristianismo están cansados de su fe y, aburridos de su historia y cultura, no quieren conocer la fe en Jesucristo? Tenemos motivos para gritar a Dios: “No permitas que nos volvamos un no pueblo. Haz que te reconozcamos de nuevo. De hecho, nos has unidos con tu amor, has puesto tu Espíritu Santo sobre nosotros. Haz que la fuerza de tu Espíritu se vuelva eficaz en nosotros, para que con gozo demos testimonio de tu mensaje”.

Pero el Papa recordó también algunos ejemplos luminosos de fe, que dan esperanza al mundo, como el Papa Juan Pablo II, “gran testigo de Dios y de Cristo en nuestro tiempo, cual hombre colmado del Espíritu Santo”.
En su homilía, Benedicto XVI explicó cómo los tres óleos, bendecidos durante la celebración, el de los catecúmenos, el de los enfermos y el crisma, expresan tres dimensiones esenciales de la existencia humana. El óleo de los catecúmenos es la búsqueda de Dios que, empujado por el amor, se puso a sí mismo en nuestra búsqueda. Dios acude a la inquietud de nuestro corazón, pero nosotros “¿queremos verdaderamente ser conocidos y encontrados por Él? Se preguntó una vez más Benedicto XVI. ¿No nos hemos resignado a su ausencia? Permanezcamos continuamente en camino hacia Él, esa fue su invitación.
El óleo para la unción de los enfermos, además, nos recuerda que el anuncio del Reino de Dios debe “curar el corazón herido de los hombres”.