Kevin Angel
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Evangelio según San Lucas 4, 24-30. (29/02/2016) Cuando Jesús llegó a Nazaret, dijo a la multitud en la sinagoga: "Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra. Yo les aseguro que …Más
Evangelio según San Lucas 4, 24-30. (29/02/2016)

Cuando Jesús llegó a Nazaret, dijo a la multitud en la sinagoga: "Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra.
Yo les aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el país.
Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón.
También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el sirio".
Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron
y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo.
Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino.

Palabra del Señor.
Kevin Angel
Jesús es el médico divino a quien prefiguraron los profetas Elías y Eliseo en el Antiguo Testamento. La lectura de hoy nos hace recordar que Eliseo fue enviado a Israel como sanador y médico, pero el que recibió la curación no fue un judío, sino un general sirio, Naaman.
Uno de los efectos del pecado es rechazar a Dios y su obra. En el amanecer de la historia, el poder del pecado se desencadenó …
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Jesús es el médico divino a quien prefiguraron los profetas Elías y Eliseo en el Antiguo Testamento. La lectura de hoy nos hace recordar que Eliseo fue enviado a Israel como sanador y médico, pero el que recibió la curación no fue un judío, sino un general sirio, Naaman.

Uno de los efectos del pecado es rechazar a Dios y su obra. En el amanecer de la historia, el poder del pecado se desencadenó sobre el mundo; la humanidad quedó profundamente infectada por el pecado, que nos predispuso a todos a desobedecer a Dios y rechazar el plan de su amor. Podemos comparar el pecado con la lepra que azotó Israel durante la época de Eliseo. La lepra es una enfermedad que desfigura y carcome el cuerpo e impide entender el amoroso plan de Dios para sus hijos. El Señor envió a los profetas Elías y Eliseo como instrumentos de curación, pero en lugar de ser aceptados con gratitud, lo que encontraron fueron desconfianza, incredulidad y rechazo.

De modo similar, Jesús es el médico divino y la perfecta revelación del plan de Dios para devolver la salud física y espiritual a la humanidad; sin embargo, él fue igualmente rechazado, odiado y despreciado. Dios envió a Jesús para curarnos, pero nosotros tenemos la libertad de aceptarlo o rechazarlo. Aun cuando constantemente enfrentamos la disyuntiva de aceptar o rechazar a Cristo en lo que hablamos y hacemos, el Señor desea sanarnos de todo el daño y la confusión que ha causado el pecado en nuestra relación con Dios y con el prójimo.

Es importante recibir la curación que el Señor obra en sus fieles, especialmente la sanación espiritual, pero muchas veces la curación física también es importante. De ese modo, él puede actuar libremente en nuestra vida, pero hay que dejar de lado las ideas preconcebidas acerca de lo que debe hacer Dios y simplemente permitirle actuar en nosotros con toda libertad. Como médico experto, Jesús sabe perfectamente cómo tratarnos; sabe lo mucho que el pecado nos priva de nuestra dignidad de seres humanos e hijos de Dios, por eso su diagnóstico es preciso y veraz, pero al mismo tiempo rebosa amor y compasión.


“Cristo, mi Salvador, me arrepiento de rechazar a veces la obra que tú deseas realizar en mi corazón. Ayúdame, te ruego, a someter mi mente y mis deseos a tu voluntad y concédeme la gracia de amarte y aceptarte de todo corazón.”