YO VINE EN NOMBRE DE MI PADRE, Y NO ME RECIBÍS.
Mateo 10, 33 “Y el que me negare delante de los hombres, lo negaré yo también delante de mi Padre, que está en los cielos.”
Sobre el Cielo y la Tierra, pp. 203-204, dirigiéndose al rabino judío Skorka, Bergoglio dice: “… no olvido que usted me invitó dos veces a orar y hablar en su sinagoga. Y yo lo invité para que les hablara sobre los valores a mis seminaristas”
Bergoglio , Evangelii Gaudium (# 247), Nov. 24, 2013: “Una mirada muy especial se dirige al pueblo judío, cuya Alianza con Dios jamás ha sido revocada... Los cristianos no podemos considerar al Judaísmo como una religión ajena, ni incluimos a los judíos entre aquellos llamados a dejar los ídolos para convertirse al verdadero Dios [Jesucristo y la Trinidad!]... Creemos junto con ellos en el único Dios que actúa en la historia, y acogemos con ellos la común Palabra revelada.”
Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, 1441, ex cathedra: “La sacrosanta Iglesia romana (…) Firmemente cree, profesa y enseña que las legalidades del Antiguo testamento, o sea, de la Ley de Moisés, que se dividen en ceremonias, objetos sagrados, sacrificios y sacramentos, como quiera que fueron instituidas en la gracia de significar algo por venir, aunque en aquella edad eran convenientes para el culto divino, cesaron una vez venido nuestro Señor Jesucristo, quien por ellas fue significado, y empezaron los sacramentos del Nuevo Testamento. Y que mortalmente peca quienquiera ponga en las observancias legales su esperanza después de la pasión, y se someta a ellas, como necesarias a la salvación, como si la fe de Cristo no pudiera salvarnos sin ellas. No niega, sin embargo, que desde la pasión de Cristo hasta la promulgación del Evangelio, no pudiesen salvarse, a condición, sin embargo, de que no se creyesen en modo alguno necesarias para la salvación; pero después de promulgado el Evangelio, afirma que, sin pérdida de la salvación eterna, no pueden salvarse. Denuncia consiguientemente como ajenos a la fe de Cristo a todos los que, después de aquel tiempo (la promulgación del Evangelio), observan la circuncisión y el sábado (el sábado judío) y guardan las demás prescripciones legales y que en modo alguno pueden ser partícipes de la salvación eterna, a no ser que un día se arrepientan de esos errores.”