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Reflexiones sobre la Administración en el Opus Dei: riquezas y perspectivas

Reflexiones sobre la Administración en el Opus Dei: riquezas y perspectivas

Ana Marta González,
catedrática de Filosofía moral, Universidad de Navarra

Cristina Abecia, licenciada en Comunicación audiovisual y máster en Investigación en Comunicación, consultora de la Asesoría Central

Susana López, Doctora en Filosofía del conocimiento, prefecta de Estudios de la Asesoría Central

Este documento es el resultado de unas Jornadas de trabajo realizadas en enero de 2020 por un grupo interdisciplinar e internacional de mujeres de la Prelatura[1].Durante esos días se profundizó en los rasgos identitarios y en la potencialidad apostólica de la realidad de la Administración[2] en el Opus Dei, partiendo de lo que fue viendo y escribiendo san Josemaría, y teniendo en cuenta la experiencia acumulada en estos años.

La metodología aplicada parte de tres elementos: el estudio y la comprensión de una selección de textos del fundador del Opus Dei referidos a la Administración, con el fin de entender su concepción y perspectiva de esta realidad; la reflexión sobre la evolución histórica de la Administración; y la articulación de un diálogo que integre la perspectiva de diferentes disciplinas y perfiles profesionales para lograr una visión lo más completa posible de su naturaleza. El propósito del documento resultante es proporcionar líneas de reflexión que ayuden a profundizar en la identidad y la proyección apostólica de la Administración, aportando claridad sobre sus rasgos esenciales, que la perfilan como «un trabajo profesional, un modo apostólico y medio de santificación»[3].

Percibimos que, con el transcurso de los años, se ha podido entender la Administración, de forma reductiva, como el conjunto de servicios ofrecidos por mujeres de la Obra, en los centros donde viven numerarios y numerarias, para hacer posible el espíritu de familia y la fidelidad a la propia vocación y encender el sentido de misión. Además, se aspira a que esas tareas sean realizadas con excelencia profesional. Ambas consideraciones unidas podrían llevar a comprender la expresión «apostolado de apostolados», con la que el fundador del Opus Dei se refería a la Administración[4], principalmente en un sentido instrumental: como una realidad que favorece la dedicación de las personas de la Obra a otros campos apostólicos. Ahora bien, pensamos que esta aproximación meramente funcional empobrece la realidad de la Administración tal como la comprendía san Josemaría, propiciando modos alternativos de concebir su tarea, eventualmente más funcionales, pero alejados de su sentido original.

En efecto, una consecuencia de que la Administración se entienda solo en clave funcional o instrumental, como proveedora de servicios, por muy apreciados que estos resulten, podría ser que, según la coyuntura social, cultural y económica de los distintos países, surjan modos alternativos de organizar esos servicios, que en algunos casos pueden llegar a alterar la naturaleza propia de la Administración[5].

Esto puede ocurrir, especialmente, allí donde —por distintas razones— no se percibe ya de forma concreta que la Administración facilita a las personas el sentirse en su casa y, en cambio, se hace notar el coste económico que supone.

Este tipo de valoración, sin embargo, por comprensible que sea en un contexto social marcadamente utilitarista, discrepa de la concepción de la Administración como espina dorsal[6], tal como el fundador del Opus Dei la definió. Tal discrepancia no es un asunto menor, pues podría llevar fácilmente a pensar que este apostolado y la formación que lo sostiene, no serían capaces de adaptarse a la contemporaneidad, ni de ir a la vanguardia de los cambios sociales y culturales, como requiere el mismo espíritu de la Obra. En definitiva, parecería que la columna vertebral hubiera perdido algo de su flexibilidad y su fuerza, lastrando el movimiento ágil de la Obra en su conjunto.

Las consideraciones precedentes contrastan, sin embargo, con la convicción de que, por su propio carisma, la Obra y sus apostolados son siempre actuales; así como con el testimonio de vida de muchas numerarias y numerarias auxiliares que no solo entienden con hondura su misión, sino que han calado de manera experiencial la grandeza de la visión que san Josemaría tiene de la Administración, en cuyos escritos aparece siempre como una realidad atractiva, moderna y fecunda. Cabe entonces preguntarse: ¿cuándo y cómo se ha difuminado el brillo de esa realidad vital y dinámica que es y está llamada a ser la Administración?, ¿cómo liberar su potencial intrínseco, para que dinamice la marcha de todos los apostolados de la Obra?

Este estudio tiene el propósito de buscar nuevas perspectivas desde las que profundizar en la dimensión sobrenatural y humana de lo que san Josemaría no dudaba en llamar «apostolado de apostolados».

1. La Administración como «apostolado de apostolados»

En numerosas ocasiones, san Josemaría ha definido la Administración como apostolado de apostolados. Entre los muchos textos posibles, escogemos como ejemplo éste de la Carta nº 36, conocida como Verba Domini, de 1965, sobre la santificación del trabajo de las mujeres del Opus Dei, y en particular de la atención de los centros de la Obra: «Os incumbe la tarea de atender la Administración de todos nuestros Centros, de una y otra Sección: apostolado de apostolados, vuelvo a escribir, con segura conciencia de no exagerar; tarea que es un servicio a toda la Obra y un verdadero trabajo profesional»[7]. Parece pertinente preguntarse a qué se refería exactamente san Josemaría con esta expresión y qué alcance daba a estas palabras.

Para llegar a entender a fondo lo que en realidad es la Administración, ayudaría profundizar en su concepción como apostolado específico; es decir, como savia apostólica, que vivifica a las tres ramas de apostolado de la Obra[8]. ¿Pero por dónde se empieza a entender a fondo la misión propia de la Administración?

a) La raíz evangélica de este apostolado

San Josemaría encontraba en el Evangelio la clave hermenéutica y la fuente que vivifica todo el apostolado de la Obra: «Como siempre os escribí, nuestro espíritu es (…) viejo como el Evangelio y, como el Evangelio, nuevo (...). Vamos pues a recoger con juventud el tesoro del Evangelio para hacerlo llegar a todos los rincones de la tierra»[9]. Y en otro lugar: «Somos vino nuevo y nuestro espíritu es la doctrina del Evangelio, y nuestro modo de hacer es el modo de hacer de los primeros cristiano[10].

Para aplicar estas palabras a la realidad de la Administración, se puede partir del hecho de que Dios al encarnarse quiso nacer, crecer y ser cuidado en una familia: primero en la de Nazaret, después en la de los apóstoles y ahora en la Iglesia. El Evangelio de Marcos refiere la vocación de los primeros apóstoles: «Jesús llamó a los Apóstoles para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar» (Mc 3,14). La buena nueva que predicaba Jesús revela algo novedoso: nuestra filiación en el Hijo; esto es, el mensaje de que Dios es nuestro Padre, que está con nosotros y nos cuida como un padre cuida de sus hijos. Estar con el Señor y ser transformados por él, para luego lanzarlos a la misión, forma parte de la vocación de los primeros discípulos. Lo explica de modo sugerente Joseph Ratzinger en su libro Jesús de Nazareth: «En todas las etapas de la actividad de Jesús sobre las que hemos reflexionado hasta ahora, se ha puesto en relieve la estrecha relación entre Jesús y el “nosotros” de la nueva familia que Él reúne a través de su mensaje y su actuación. También ha aparecido claramente que este “nosotros” según su planteamiento de fondo, es concebido como universal: no se basa ya en la estirpe, sino en la comunión con Jesús, que es Él mismo la Torá viva de Dios. Este “nosotros” de la nueva familia no es algo informe. Jesús llama a un núcleo de íntimos particularmente elegidos por Él, que continúan su misión y dan orden y forma a esa familia»[11].

A su vez, el Evangelio habla también de unas mujeres que acompañaban a Jesús y le servían con sus bienes (cfr. Lc 8,3). Pero no cuidan solo al Señor, sino a Cristo con sus discípulos (cfr. Lc 8,1-3; Mt, 27,55; Lc 23,49) y lo siguen hasta la Cruz[12]. Así actúan también las hermanas de Betania (cfr. Lc 10,38-42) y, en primer término, la santísima Virgen en Nazaret.

Se trataba de una serie de mujeres que gozaban de una especial intimidad con el Maestro (cfr. Lc 10,39). Junto a santa María, experimentaban el gran privilegio y el gozo de cuidar del mismo Cristo y de sus apóstoles. Y la gratitud de Jesús se manifestaba en atenciones especiales: se dirige a ellas por su nombre (cfr. Lc 10,41) y se deja tratar por ellas con gran confianza y sencillez; les exige fe recia y las hace participar de su misión. Los evangelistas nos han transmitido el papel relevante que tienen en torno a la Resurrección de Jesús, indicativo de su responsabilidad respecto a la vida de la comunidad cristiana y a la propagación de la fe (cfr. Mt 28,8 y Lc 24,9). La presencia de la Madre de Dios entre ellas marca una singular pauta de comportamiento, tanto espiritual como humano (cfr. Jn 19,25). El papel de esas mujeres se sitúa en un contexto que bíblicamente es muy claro: la comunidad de discípulos que Jesús reúne es su «verdadera familia»[13]. Esta comunidad constituye el germen y el inicio de la Iglesia como familia de Dios en la tierra y misterio de comunión.

Santa María dio a Dios la vida humana, le ayudó a crecer, cuidó de Él como hombre en sus necesidades humanas y espirituales. Jesucristo entregó los hombres a la Virgen como hijos (cfr. Jn 19,26) y precisamente en ser Madre de Cristo y de los hombres consiste la específica misión de María. Esas santas mujeres compartieron con ella una misión particular: la de cuidar a Cristo y a su círculo de íntimos.

b) El origen de este apostolado en el Opus Dei: perspectiva histórica

El mensaje fundacional que recibió san Josemaría conduce a la transformación del mundo a través del trabajo y con una dimensión familiar, en la Iglesia, que es familia y pueblo de Dios. El trabajo ordena el mundo a Dios cuando está bien hecho y pone las necesidades de las personas en el centro: es decir, cuando quien trabaja pone en el centro la dimensión personal, de servicio, que toda tarea tiene.

Para desarrollar su labor apostólica, san Josemaría quiso contar pronto con una casa para reservar a Cristo en la Eucaristía, un hogar desde el que se irradiara un ambiente de familia cristiana. Esto requería también atender a los aspectos materiales. Por este motivo, en la primera residencia empleó a personas que realizaran los servicios de limpieza, cocina, etc. Sin embargo, a pesar de que los servicios estaban cubiertos, no se llegaba a crear un auténtico ambiente de familia, un hogar en el que cada uno se sintiera cuidado y querido y, a la vez, protagonista y responsable[14].

En ese contexto, san Josemaría puso a disposición de sus hijos el hogar de su madre y, meditando sobre esa experiencia, advirtió lo decisivo que resultaba ese modo de cuidar —en un entorno de familia— para la asimilación de la formación y la fidelidad de sus hijos. Con el tiempo, su madre, Dolores Albás, a la que llamaban familiarmente Abuela, y su hermana Carmen —tía Carmen para todos—, se hicieron cargo de la Administración, proporcionando un entorno familiar simpático y atractivo, en el que la personalidad de cada cual se podía desarrollar de forma armónica y sin estridencias.

Quedaba patente de qué modo la aportación femenina, concretada en las personas de su madre y de su hermana, contribuía al desarrollo del apostolado. Ellas, con su propia vida y su hacer profesional, no eran una pura solución funcional a un problema práctico, sino parte integrante del proyecto apostólico y familiar del Opus Dei. A partir de 1942, las mujeres de la Obra tomaron el relevo de este apostolado específico, que no consiste en una serie de tareas —que en sí mismas pueden realizar igualmente los hombres, como había sido el caso anteriormente—, sino en cuidar de sus hermanos o hermanas, desde una profesión donde brilla especialmente el servicio a la persona.

c) La Administración como inspiración para todo trabajo

La misión de la Administración, como apostolado específico, puede comprenderse como una dedicación profesional al cuidado de las personas, capaz de inspirar y potenciar el trabajo de todos los fieles de la Prelatura en sus respectivos ámbitos de la sociedad. La Administración está llamada a mostrar con hechos muy concretos lo que supone trabajar para servir y servir con el trabajo, santificar el trabajo y santificarse con el trabajo: hacer la vida amable, cuidar las cosas pequeñas, convertir la propia tarea en oración, vivir sin buscar brillo humano, dando a Dios toda la gloria. La presencia de la Administración repercute así en la fisonomía y en el temple espiritual de la Obra entera, de todos y cada uno de sus miembros, pues recuerda constantemente y de modo vivo que la dimensión de servicio es propia de toda existencia cristiana. Esa riqueza no es accidental, sino columna vertebral, como la definía san Josemaría: sin ella, la Obra no se sustenta, no es sostenible.

Conviene destacar, que además de esta dimensión subjetiva y centrada en la persona, el apostolado de apostolados se hace desde el trabajo santificado, y por esa razón éste ha de ser un trabajo a la altura del propio tiempo, es decir: un trabajo creativo, innovador y sostenible. Trabajar así contribuye a afianzar el modo cristiano de estar en el mundo que es propio de una persona del Opus Dei. En el caso de la Administración, eso comporta también enriquecer la propia tarea formativa, siendo permeables a los valores positivos que, como parte de la Providencia con la que Dios gobierna el curso de la historia, la sociedad enfatiza más en cada época; en nuestro preciso momento histórico, por ejemplo, es lógico que valores como la cooperación, la igualdad, la justicia, la acogida, la inclusión o la responsabilidad ecológica encuentren eco en la tarea ordinaria de la Administración. Así, con su trabajo, la Administración puede facilitar más o menos la contemporaneidad de aquellos a quienes atiende. Cuando la Administración pone la competencia profesional directamente al servicio de las personas, mostrando de modo práctico cómo el mismo espíritu puede materializarse en distintas circunstancias históricas, se convierte en un factor de humanización de la cultura, de vanguardia, y, por tanto, de inspiración para el trabajo profesional de todos.

Estas dos vertientes, que es posible reconocer en el trabajo de la Administración, refuerzan el sentido de pertenencia y la adhesión de las personas de la Obra.

d) Contribución de la Administración a la sostenibilidad de todo apostolado

Otra cuestión de interés, en ese ser soporte de todas las labores, es considerar que la Administración contribuye a la sostenibilidad de todo apostolado en tres ámbitos: atendiendo al cuidado de la persona concreta en el entorno particular en el que se desenvuelve; atendiendo al cuidado de los centros del Opus Dei —donde es necesaria la sostenibilidad económica—; y estimulando, desde su peculiar posición formativa, el cuidado de la sociedad por parte de todos.

Respecto a la persona, la Administración contribuye a la salud corporal y espiritual de los fieles de la Obra haciendo que la casa en la que habitan constituya un auténtico hogar familiar; al que cada fiel contribuye también de forma decisiva, apoyando personalmente y contando con el apoyo de los demás, para que todos sigan llevando a cabo su misión con renovadas energías. Desde esta esfera doméstica, la Administración promueve que el Opus Dei, antes que una organización, sea una comunión de personas.

Por su parte, sostener el centro del Opus Dei supone una buena gestión económica de los instrumentos, que garantiza en el tiempo la labor apostólica. Etimológicamente, «economía» (de οἶκος (oikos), «casa» y νέμειν (némein), «administrar») hace referencia principalmente al cuidado, la administración de la casa, en lo que tiene de más material.

Finalmente, para el desarrollo del Opus Dei en el tiempo, es indispensable garantizar su anclaje en la realidad en todas sus facetas: la material (recursos económicos, suministros, mantenimiento de los inmuebles, etc.), la social (relación con el entorno, legislación laboral, medioambiente) y la cultural: una comprensión correcta del espíritu fundacional exige estar siempre en vivo diálogo con la sociedad circundante, pues de ese diálogo, enraizado en el propio trabajo, es de donde ha de surgir, siempre de forma original, la transformación cristiana de la sociedad. Todas estas facetas se hallan presentes de forma más o menos inmediata en el trabajo de la Administración.

e) Algunos rasgos de la naturaleza y misión de este apostolado

La Administración, tal y como la vio san Josemaría, es un apostolado de las mujeres: esta es una cuestión fundacional[15], cuyo sentido último solo podemos conjeturar. De alguna forma, san Josemaría entrevió que en la Obra la Administración reproduce la misión de cuidar a los apóstoles que pusieron en práctica la Virgen y las santas mujeres: cuidar de los demás fieles de la Obra para fortalecer su comunión con Cristo y contribuir así al dinamismo apostólico de una Iglesia «en salida»[16]. Lo ilustra, por ejemplo, este texto: «Aquellas santas y valientes mujeres —de las que nos habla el Evangelio— querían al Señor, compraron bálsamos, emerunt aromata (Mc 16, 1), para embalsamar su Cuerpo. Vuela otra vez mi imaginación hasta Betania, a aquella casa de Marta y María y de Lázaro, donde acudía Jesús, cansado, y se dejaba cuidar: ¡cómo lo entiendo! Era perfecto Dios, pero también perfecto hombre; necesitaba reponer fuerzas, encontrar la paz y el cariño de un hogar (…). Eso hacéis también vosotras, cuando, por amor a Jesucristo, lográis en el ambiente de nuestras casas la fragancia de un hogar alegre y luminoso: en verdad os digo que cuantas veces os comportáis así con vuestras hermanas y con vuestros hermanos menores, a mí mismo –dice el Señor– habéis hecho ese servicio»[17].

La Administración tiene la responsabilidad también del cuidado de Jesús Sacramentado, porque la Eucaristía es el corazón de la Iglesia y la fuente de la que mana su vida y misión[18]. Si la Obra es en la Iglesia[19], la Eucaristía tiene necesariamente en su vida y misión un lugar central. Partiendo de la fuerza que confiere ese amor, la Administración asume un papel crucial en el cuidado de las personas, proporcionando el entorno en el que puedan prosperar la formación y el apostolado. Es más, al cuidar al Señor, oculto sacramentalmente en el Sagrario de cada centro del Opus Dei, se da mayor relieve a su Presencia: se hace «visible al Dios invisible» y esta es la acción más apostólica que existe. Son numerosas las ocasiones en que san Josemaría se refiere a la Administración como «luz encendida delante del Sagrario»[20].

A la Administración se le encomienda también velar por la unidad, de vocación, de espíritu y de misión[21]. Y esto, al menos, de dos modos principales: por un lado, materializando un espíritu de familia que permite aunar a personas procedentes de entornos muy distintos y cuyas experiencias familiares previas son diversas; por otro, custodiando la separación, rasgo fundacional de los apostolados del Opus Dei[22].

La Administración salvaguarda el espíritu de familia cristiana que Dios quiso para el Opus Dei, facilitando que todos los fieles —numerarios, agregados, supernumerarios— lo difundan después en los ambientes profesionales y sociales en los que desarrollan su vida familiar y profesional[23]. Si el hogar es «el lugar al que se vuelve»[24], la Administración crea un hogar, donde los miembros de la Obra se rehacen espiritualmente para volver a sus responsabilidades y tareas ordinarias con nuevas fuerzas.

Como se ha visto, la Administración contribuye a la sostenibilidad de todo apostolado en esa triple dimensión: personal, de los centros y de la sociedad.

Concluimos que la comprensión integral, no meramente funcional o instrumental, de la expresión apostolado de apostolados es clave para apreciar la naturaleza propia de la Administración y entender por qué, en esa visión fundacional, corresponde a las mujeres de la Obra llevar a cabo esta tarea. Como toda labor apostólica, algunas numerarias asumen su dirección e impulso[25]. Más adelante profundizaremos en esta últimacuestión, que encuentra aquí su razón de ser.

2. La importancia central del trabajo y desarrollo profesional

Como se aprecia por lo considerado hasta aquí, reflexionar sobre la naturaleza del trabajo de la Administración se perfila como una cuestión crucial para articular debidamente la dimensión humana de la vocación divina de las numerarias y las numerarias auxiliares, y situarla en el horizonte que señaló san Josemaría: como apostolado de apostolados, como columna vertebral de la Obra. De hecho, parte de la dificultad que hay, en algunos lugares, para apreciar la Administración desde esta perspectiva reside en que se arrastran inercias (estructuras, organización, tareas, etc.) que quizá empequeñecen, en lugar de hacer brillar, su auténtica naturaleza, y limitan el desarrollo humano y profesional de quienes desempeñan ese trabajo.

Algunas de esas dificultades derivan de la legislación vigente en algunos países, que solo conoce la figura de «empleada del hogar» para referirse al trabajo que realizan quienes se dedican a la Administración —tanto numerarias como numerarias auxiliares—, una figura genérica que no se corresponde con la percepción que ellas mismas tienen de la proyección humana y profesional de su tarea. Una consecuencia de este desajuste entre legislación y vivencia personal es la dificultad que experimentan estas personas para explicar su proyecto vital y profesional de forma comprensible para sus contemporáneos: el escaso reconocimiento social y legal de estas tareas representa un obstáculo para irradiar con más eficacia el valor y la belleza que tiene intrínsecamente el cuidado de las personas. Superar este obstáculo requiere reflexionar sobre la naturaleza misma del trabajo profesional.

a) Una labor profesional, con todas sus consecuencias

Resulta importante partir de una visión realista, tanto del trabajo en sí como del mundo contemporáneo del trabajo. Hablar de trabajo profesional supone, además, —por estar implícito en la palabra «profesión»— una dedicación que afecta y da forma a la vida entera; en esto se diferencia la profesión de un encargo, que es recibido y asumido por un tiempo, aunque sea también realizado con «mentalidad profesional».

Actualmente el panorama del trabajo es muy heterogéneo y cambiante: existen pocos itinerarios profesionales prefijados más allá de las profesiones reguladas por su particular cometido social (sanitarias, educativas, asistenciales, etc.). Hoy, las personas entran y salen del mercado laboral con mucha facilidad —o dificultad—, y a menudo el trabajo se organiza en forma de «cartera de proyectos»; las organizaciones de trabajo piramidal altamente jerárquico, muy lentas para gestionar el cambio por su rigidez estructural, ceden el paso a organizaciones más pequeñas y flexibles.

En este contexto laboral, volátil y cambiante, se aprecian ante todo la innovación y la creatividad para generar soluciones rápidas y acertadas a diversas necesidades sociales. Por esta razón, reviste especial importancia que cada persona que se introduce en el mundo del trabajo tenga visión para captar necesidades y oportunidades, y sepa dar razón de la posición que libremente ocupa en el mundo[26].

En el caso de las numerarias y numerarias auxiliares que trabajan en la Administración, esta reflexión personal, particularmente necesaria, no puede darse por supuesta. El hecho de que tengan esa vocación al Opus Dei no produce por sí solo, como algo obvio, una profunda comprensión de su trabajo, que manifieste su condición secular. En efecto, san Josemaría dejó escrito que, al venir a la Obra, uno continúa realizando el trabajo que hubiera realizado sin estar en la Obra, y sigue siendo así para las supernumerarias, agregadas y algunas numerarias y numerarias auxiliares. Sin embargo, esta expresión de san Josemaría necesita ser contextualizada al aplicarla al ámbito que abordamos, ya que hay una mayoría creciente de mujeres en todo el mundo para las que el descubrir el camino de numerarias auxiliares, es decir, la vocación a cuidar de la Obra, supone modificar su inicial proyecto profesional. En eso tampoco se distinguen de cualquiera que, a veces, por las circunstancias de la vida, cambia de profesión. El descubrimiento de su vocación les lleva a configurar una dedicación profesional específica, personal, que no necesariamente coincide con el trabajo que hubieran realizado de no haber conocido la Obra. Esa llamada a santificar su trabajo les impulsa a un desarrollo personal y profesional real. Ahí se advierte de manera especial que el trabajo es el quicio de nuestra búsqueda de la santidad y nuestro lugar en el mundo[27].

Desde su misión específica de cuidar de la Obra como de su propia familia, las personas del Opus Dei dedicadas a la Administración, como cualquier persona hoy, forjan su desarrollo profesional desde su iniciativa y creatividad personales. Por eso, una visión estandarizada, reducida y limitante de lo que está llamado a ser el trabajo de la Administración perjudicaría seriamente el desarrollo personal y vocacional de las numerarias y numerarias auxiliares implicadas en ella. Y, dada la centralidad de esta labor en el Opus Dei, redundaría negativamente en la labor apostólica de toda la Obra. Salvaguardar y potenciar una visión honda y rica, adecuada, de la Administración en su dimensión profesional es un punto clave, tanto en la formación que se imparte a todas las personas de la Obra —hombres y mujeres—, como en las oportunas decisiones que corresponden al gobierno de la Prelatura.

Superar una visión estandarizada del trabajo de la Administración, manteniendo a la vez fielmente lo que le es esencial según el espíritu de la Obra, abre un amplio abanico de itinerarios profesionales específicos. En definitiva, caben tantos perfiles en el trabajo de la Administración como facetas admite la diversidad de las necesidades de las personas, los tipos de centros y los propios talentos.

b) Una labor que requiere unos talentos específicos

En términos generales, el objeto del trabajo de la Administración consiste en «hacer tangible una realidad intangible»: la del cuidado y la centralidad de la persona en la familia. Como se puede apreciar, una misión tan importante requiere, más aún que otros trabajos profesionales, unos talentos personales y una capacitación específica, que permitan:

—asimilar y materializar ese espíritu, que es un espíritu de familia;

—captar la profundidad y el impacto que el propio trabajo tiene en las personas a las que se dirige y en la sociedad en general;

—facilitar el desarrollo y la proyección de la personalidad humana de los hombres y mujeres de la Obra directamente beneficiados por este trabajo, así como a todos aquellos que entran en contacto con sus apostolados; y

—capacitarse en las destrezas y habilidades necesarias para materializar el cuidado de las personas, el mantenimiento de los inmuebles, la gestión de los recursos, etc.

Por todo lo anterior, quienes trabajan en la Administración son conscientes de que necesitan plantearse, con ambición y amplitud de miras, la propia formación y el diálogo con otros profesionales con los que compartir conocimiento y experiencia. En este trabajo, como en cualquier otro, la ambición profesional no está reñida con la expresión tan utilizada por san Josemaría, «ocultarse y desaparecer, que solo Jesús se luzca»[28]: el reconocimiento profesional no pone en peligro la virtud cristiana de la humildad[29].

c) Dimensión pedagógica (o ejemplar) del trabajo de la Administración

Finalmente, la tarea profesional de la Administración tiene una dimensión educativa, pues, al materializar un espíritu, lo comunica del modo más eficaz: por la vía de los hechos concretos y constantes. Ni el espíritu ni los valores que se comunican mediante el trabajo de la Administración se agotan en las virtudes de la puntualidad, el orden, la templanza o el cuidado de los detalles. La sensibilidad hacia las necesidades de los hombres y las mujeres contemporáneos hace que la Administración incorpore —dé cuerpo— y promueva a su vez valores positivos que se encuentran en la sociedad del momento, como son hoy, por ejemplo, la sostenibilidad, la igualdad, la responsabilidad ecológica, la austeridad, etc. En la medida en que todo valor auténticamente humano es también cristiano, es lógico que, en los centros del Opus Dei, el cuidado de las personas y de la casa, liderado por la Administración, incluya y facilite esa clase de contemporaneidad.

Desde esta perspectiva, el potencial transformador del entorno contenido en el trabajo de la Administración es enorme. Desde cierto punto de vista, podríamos decir que, por la proyección de su trabajo, la Administración introduce el talento femenino en la vida social, más allá de las paredes de los centros del Opus Dei. En efecto: más allá de cualesquiera estereotipos culturalmente variables, el modo de actuar históricamente consolidado como «femenino» resulta hoy especialmente reconocible en un estilo de trabajo que promueve la colaboración sobre la competitividad, el cuidado sobre la eficacia, la atención a las personas sobre la gestión de las cosas, la concreción sobre las especulaciones, la tenacidad sobre el brillo... La célebre enumeración de «cualidades femeninas» que lleva a cabo san Josemaría en Conversaciones, n. 87, ilumina esa clave, sin que tal cosa impida, como es obvio, que estas cualidades estén presentes entre los hombres, o las opuestas entre las mujeres.

3. Numerarias auxiliares y numerarias en la Administración

Tras haber profundizado en el sentido de la expresión apostolado de apostolados y haber explicado la importancia del trabajo profesional, nos centramos ahora en la identidad y misión de las numerarias auxiliares y de las numerarias que se dedican a la Administración.

Es un hecho que allí donde hay un aprecio mutuo, un trabajo compartido y una comprensión profunda y sencilla de la especificidad de lo que a cada una le es propio, la vida compartida de numerarias y numerarias auxiliares se desarrolla armónicamente[30]. En cambio, cuando esto no es así se dan situaciones que dificultan la relación. Estas dificultades proceden a veces de una visión jerárquica, rígida y formalista del trabajo de la administración; otras, por el contrario, de una visión superficial que menosprecia la profundidad humana y sobrenatural de ese mismo trabajo, que constituye el valor y la fuerza de la misma Administración.

Parece conveniente adentrarse en esta cuestión, para discernir mejor en qué se asemeja y en qué difiere la misión de numerarias auxiliares y numerarias que trabajan en la Administración, y qué manifestaciones específicas tiene esa diferencia.

a) Identidad de las numerarias auxiliares

Cuando una numeraria auxiliar descubre su vocación, entiende que Dios la llama a santificar su vida ordinaria y, simultáneamente, que está llamada a cuidar de las personas de la Obra y a hacer de cada centro un hogar de familia: en palabras del actual Prelado, «con vuestro trabajo cuidáis y servís la vida en la Obra, poniendo la persona singular como foco y prioridad de vuestra labor»[31]. Ciertamente esta misión corresponde a todos los fieles de la Obra, pero, en el caso de las numerarias auxiliares, configura, determina y concreta su dedicación profesional, al tiempo que sirve de estímulo e inspiración para todos.

Así lo expresa la actual secretaria central en una entrevista: «En el caso del Opus Dei, tanto hombres como mujeres estamos llamados a cuidar las casas de la Obra. A todos compete la limpieza, el orden, y las distintas tareas necesarias para asegurar que ese espacio se reconozca como un hogar. Pero Dios ha querido comprometerse a que nunca falte quien con entrega de madre y con competencia profesional excelente, promueva y custodie el ambiente de familia, haciendo que nadie sume como un número anónimo, sino como alguien querido, conocido en sus gustos y atendido en sus necesidades. Esta es la misión específica que Dios dejó en manos de mujeres que escogen esta como su profesión»[32].

En Statuta se afirma que «las Numerarias Auxiliares, con la misma disponibilidad que las demás Numerarias, dedican su vida principalmente a los trabajos manuales o tareas domésticas, que voluntariamente asumen como su propio trabajo profesional, en las sedes de los Centros de la Obra»[33]. A pesar de que todo en el espíritu de la Obra habla a favor de la igual dignidad de todos los trabajos, ciertos prejuicios culturales respecto a los trabajos manuales hacen que la misma expresión sea considerada por algunas personas como una manifestación de clasismo. Naturalmente, no era esa la visión de san Josemaría que, tanto en las indicaciones prácticas como en sus enseñanzas, se expresó siempre enérgicamente en sentido contrario[34].

Asimismo, puede ser oportuna una explicación que refleje la proyección profesional que el fundador quería para el trabajo de la Administración, y en concreto para las numerarias auxiliares, y que encuentra expresión en muchos textos suyos. Sirva como ejemplo el horizonte profesional que san Josemaría presenta en la Carta n. 36, al hablar del trabajo de la Administración. Entre otros aspectos, señala: responsabilidad económica, control de gastos, ajuste de presupuestos, perfección de laboratorio, cariño de madre, dominio de la dietética, aprendizaje continuo, huir de lo casero y de la monotonía, atención de los enfermos, cualificación, especialización, dedicación de tiempo a la formación...

El actual prelado, en el n. 14 de la Carta pastoral del 28 de octubre de 2020, refleja también la amplitud de ese trabajo: «Como sabéis, no se trata solo de realizar una serie de tareas materiales, que en diversas medidas podemos y debemos hacer entre todos, sino de preverlas, organizarlas y coordinarlas de tal manera que el resultado sea precisamente ese hogar donde todos se sientan en casa, acogidos, afirmados, cuidados y, a la vez, responsables. Esto, que por lo demás tiene gran importancia para toda persona humana, repercute en la fisonomía y en el temple espiritual de la Obra entera, de todos y cada uno de sus miembros».

Como la vocación de las numerarias auxiliares se orienta desde su origen al cuidado de su familia a través del trabajo en la Administración, la preparación profesional que tienen o adquieren se orienta a realizar mejor esa precisa misión. Su trabajo, como todo trabajo, es lugar de encuentro con Dios, de desarrollo personal, de encuentro con los demás y de contribución al bien común.

Para calibrar el alcance de la misión de esta específica vocación, recordemos también otras palabras del Prelado en su carta del 28 de octubre de 2020 donde, al hablar de la misión de sus hijas numerarias auxiliares —que califica de «entusiasmante»—, señala que ésta ha de «transformar este mundo, hoy tan lleno de individualismo e indiferencia, en un auténtico hogar. Vuestra tarea, realizada con amor, puede llegar a todos los ambientes. Estáis construyendo un mundo más humano y más divino, porque lo dignificáis con vuestro trabajo convertido en oración, con vuestro cariño y con la profesionalidad que ponéis en el cuidado de las personas en su integridad».

Si una numeraria auxiliar tenía otra profesión antes de descubrir su vocación a la Obra, lógicamente conserva la mentalidad de la primera, que enriquece el modo de realizar su trabajo en la administración y los diferentes aspectos de su vida; al mismo tiempo, como cualquier persona que cambia de profesión, procura capacitarse y mejorar el modo de ejercer su nueva ocupación. De cualquier forma, en la medida en que la atención a la familia y al apostolado se lo permite, se mantiene al día de su ocupación originaria y cultiva otras habilidades y aficiones. Esto, como es natural, también se aplica a las numerarias que trabajan en la Administración.

Como señala el prelado en la carta del 28 de octubre de 2020,«es una estupenda realidad que las numerarias auxiliares procedéis de todos los ambientes. De hecho, a veces algunas se plantean la duda acerca de si Dios les pide ser numeraria o numeraria auxiliar»[35]. San Josemaría anticipó lo que sucedió años después de su muerte: pedirían la admisión en el Opus Dei numerarias auxiliares con estudios superiores y una cultura y preparación semejante a la de las numerarias[36]. Esto ya es en muchos países una realidad desde hace años[37].

Efectivamente, cada vez es más frecuente que las numerarias auxiliares tengan una sólida preparación profesional que las hace capaces de asumir tareas que durante años han desempeñado las numerarias. Esto puede llevar a preguntarse si en ese caso seguirían haciendo falta numerarias en la Administración. Para responder a esta cuestión, en el marco del espíritu fundacional, conviene profundizar en la misión e identidad de las numerarias.

b) La misión de la numeraria en la Administración

Las numerarias están llamadas a una especial misión de servicio. Se trata de un punto claro en la mente del fundador del Opus Dei, que se recoge en Statuta n. 8 §1: Los numerarios «se ocupan de las iniciativas de apostolado peculiares de la Prelatura, con todas sus fuerzas y con la máxima disponibilidad personal para trabajar (…) y atender esas iniciativas de apostolado y para dedicarse a la formación de los demás fieles de la Prelatura». En una carta de 1957, abundaba en esta cuestión: «En el corazón de la Obra, los Numerarios –llamados a una especial misión de servicio– saben ponerse a los pies de todos sus hermanos, para hacerles amable el camino de santidad; para atenderles en todas sus necesidades del alma y del cuerpo; para ayudarles en sus dificultades, y hacer posible, con su entregado sacrificio, el apostolado fecundo de todos, teniendo presente aquellas palabras del Señor: el mayor entre vosotros será como el menor, y el que manda como el que sirve. Porque ¿quién es mayor, el que está sentado a la mesa o el que sirve? Pues bien, yo soy en medio de vosotros el servidor (Lc 22)»[38].

Este marco puede ayudar a entender el contexto y el sentido de la expresión de san Josemaría sobre el papel de las numerarias en la Administración, cuando dice que han de ser auxiliares de las Auxiliares[39]. Eso comprende facilitar la formación y el acompañamiento espiritual necesario para que puedan llevar a cabo su misión. Por otro lado, la libre disponibilidad de las numerarias para dedicarse profesionalmente a la Administración realza la dignidad de este trabajo y elimina cualquier apariencia de clases en el Opus Dei.

Como para todo trabajo, se requiere un desarrollo profesional específico al que hay que dedicar tiempo y preparación. Además, en el caso de las personas que tengan la responsabilidad de dirigir, es condición obligada que desarrollen competencias profesionales específicas que las capaciten para tener visión de conjunto en la dirección del trabajo, hacer equipo, potenciar la formación y proyección profesional de quienes trabajan en la Administración, etc. De hecho, puede decirse que este es uno de los aspectos de su misión de «auxiliares de las Auxiliares»[40].

Con eso tienen que ver también directamente las palabras de san Josemaría «no las dejéis solas»[41]. En este punto, es especialmente importante no hacer una interpretación paternalista de esa expresión; en la mente de san Josemaría «no dejarlas solas» no significa suplir a una persona en sus decisiones, o evitar que asuma responsabilidades. Todo eso equivaldría a empequeñecer a las personas, cuando la formación —toda formación— va orientada precisamente a fomentar el crecimiento. Para apreciar el sentido de esas palabras es preciso tener presente la cita completa: san Josemaría incide en la necesidad –que califica de deber de justicia– de que las numerarias trabajen juntamente con las auxiliares, tanto en las tareas manuales como orientando la ejecución misma del trabajo[42]. Esto es, se entiende en el sentido de «no las dejéis solas en la misión del cuidado, que se traduce especialmente en el trabajo».

Por otro lado, san Josemaría señala que se dedican profesionalmente a la Administración aquellas numerarias «que tengan inclinación, las que tengan esa vocación profesional, y deseen santificar esa labor y, con ella, santificarse y ayudar a los demás a hacerse santos»[43]. De esto se sigue que no toda numeraria está necesariamente capacitada para ser administradora. Esto se complementa con otras palabras suyas, con las que se subraya también el valor formativo de la Administración para todas las numerarias, aunque no se dediquen profesionalmente a ese trabajo: «Conviene que, por estas ocupaciones, vayan pasando todas mis hijas numerarias. Después se dedicarán específicamente a esta actividad las que tengan cualidades especiales, pero aprenderán, siempre todas, porque todas necesitáis esa formación»[44].

Parece, pues, importante destacar que las numerarias –en cuanto formadoras, especialmente si se encargan más directamente de la formación de las numerarias auxiliares–, deben tener una comprensión profunda de la vocación específica como numeraria auxiliar y de la dimensión formativa de la Administración. Sólo así podrán alentar y potenciar su identidad y su misión.

De todo lo dicho, en relación con el trabajo de la Administración se desprende lo siguiente:

1. La Administración, como labor apostólica que es, requiere de la presencia, dirección y liderazgo formativo de las numerarias. Estas numerarias deberían tener condiciones de formación y dirección y, además, competencia profesional en el trabajo de la Administración.

2. Esto es compatible con la presencia en la Administración de otras numerarias que pueden no asumir responsabilidades de dirección de esos trabajos. Esto último puede deberse a causas muy diversas: bien a que están en el inicio de su formación profesional, que requiere de un tiempo de preparación, bien a que no tienen especiales condiciones para dirigir ese trabajo, bien a que necesitan de un tiempo de descanso de esas responsabilidades, etc.

3. Por tanto, en una administración con varios departamentos, puede darse que un grupo de trabajo del que formen parte numerarias auxiliares, numerarias u otras personas empleadas lo dirija tanto una numeraria como una numeraria auxiliar; de hecho, ya sucede así en algunos casos. En definitiva, la dirección en cada área de trabajo corresponde a quien esté más capacitada para hacerlo.

Después de profundizar y abrir perspectivas, quizá se entienda de una manera más amplia que la misión específica de las numerarias son las tareas de formación y gobierno, y que las numerarias auxiliares colaboran con las numerarias en todos los apostolados de la Obra.

4. Conclusiones

En las páginas anteriores se ha procurado presentar un marco que permita hacer más comprensible en su esencia y actualidad la realidad de la Administración desde la inspiración fundacional. Este desarrollo conceptual lleva a destacar varias cuestiones, que marcan las coordenadas de referencia de esta reflexión:

1. Acercarse con actitud de estudio a la Administración ha puesto de manifiesto que, en ocasiones, dentro de la misma Prelatura existe una comprensión limitada de esta realidad, que hace difícil afrontar las preguntas y los retos actuales. En cualquier caso, es preciso fomentar una comprensión amplia y profunda que permita dar las respuestas adecuadas.

2. La visión de san Josemaría sobre la Administración muestra una realidad querida por Dios y llamada a manifestarse de modo acorde a su tiempo. Para esto, es necesario saber discernir en sus textos lo que se refiere al espíritu, y los ejemplos que responden al contexto histórico. Advertir que «aggiornamento significa sobre todo eso: fidelidad»[45] y que «la sustancia permanece cambiando»[46], resulta clave para afrontar los retos de un mundo en continua evolución, donde Dios nos espera: «Porque lo mismo que permanece la identidad de la persona a lo largo de las diversas etapas del crecimiento: niñez, adolescencia, madurez...; así hay, en nuestro desarrollo, evolución: seríamos, si no, cosa muerta. Permanece inconmovible el meollo, la esencia, el espíritu, pero evolucionan los modos de decir y de hacer, siempre viejos y nuevos, siempre santos. Y es misión vuestra que ningún vagón se estacione en vías muertas»[47].

3. La fuerza de tracción de la Obra no somos nosotros, sino Dios mismo, que nos habla también en y a través del mundo[48].

4. La Administración está llamada a iluminar las realidades de su tiempo desde el espíritu transmitido por san Josemaría. Lo hará en la medida en que se profundice en las implicaciones humanas de algo tan nuclear como la santificación del trabajo.

5. Las personas de la Administración, ni más ni menos que cualquier otra, configuran su posición en la sociedad a través de su trabajo profesional, desarrollado con pasión, capacitación específica y permanente, iniciativa y creatividad.

6. Para cumplir su misión específica con la proyección que vio san Josemaría (ser apostolado de apostolados), la Administración requiere estar en contacto con el mundo mediante el trabajo: no puede convertirse en una realidad autorreferencial y aislada de su contexto. En la medida en que el trabajo nos sitúa en el mundo, lleva consigo un diálogo vivo con las realidades de nuestro tiempo y constituye un factor de contemporaneidad. Una Administración al día(aggiornata, como le gustaba decir a san Josemaría usando el vocablo italiano), permite que las personas de la Obra que residen en los centros estén «al día» (aggiornate).

7. Desde esta perspectiva, el potencial transformador del mundo que contiene el trabajo de la Administración es enorme. En el orden sobrenatural, por el caudal de oración que incorpora; en el orden humano, en cuanto introduce el talento femenino en la vida social, como factor de humanización frente a las lógicas del dominio, la confrontación, la productividad como norma suprema, el individualismo, el éxito a ultranza o el materialismo asfixiante.

8. La adecuada comprensión de la expresión apostolado de apostolados, como eje apostólico para toda la Obra, constituye la clave para entender la identidad de las numerarias auxiliares y la misión de las numerarias en la Administración.

9. La Administración es indispensable en la Obra para su sostenibilidad, entendida como la virtud de mantener el espíritu –especialmente, familia, unidad y separación–, de forma que contribuya a que los miembros de la Obra sean fieles a la llamada y a la misión, y la buena administración material de los recursos sin comprometer el futuro.

10. Ciertos comportamientos (estructuras, estilos de liderazgo, etc.), comprensibles en su momento, pero sostenidos inercialmente en el tiempo más allá de lo razonable, han podido ser causa, tiempo después, de una débil comprensión de la propia identidad de la Administración. Las inercias solo se sacuden volviendo al espíritu fundacional. Desde ahí es responsabilidad de cada generación de miembros de la Obra dar forma, con las palabras y con los hechos, a un estilo de trabajo y a una narrativa que haga justicia a la realidad de la Administración tal y como la vio san Josemaría.

5. Propuesta de definición de Administración

Las reflexiones precedentes permiten volver al punto de partida: elaborar una definición de la Administración, en términos contemporáneos, que refleje su identidad tal como san Josemaría la vio, ilumine los desafíos que se presentan, apunte vías de solución a los problemas actuales y libere el potencial formativo y apostólico que contiene. Proponemos como posible definición la siguiente:

La Administración es un apostolado del Opus Dei, liderado por mujeres de forma profesional y económicamente sostenible, necesario para comunicar, a los fieles de la Obra y a quienes entran en contacto con sus apostolados, un espíritu de familia y de santificación de las realidades ordinarias profundamente entrañados en el Evangelio, que hace que los centros de la Obra sean verdaderos hogares y dinamiza la entera labor que sus fieles realizan en medio del mundo.

Se trata de una expresión sintética que para su correcta comprensión precisa del marco conceptual que hemos presentado.

En definitiva, cuando la Administración refleja su naturaleza y misión, y están armonizados estos diferentes aspectos, se manifiesta en el desarrollo apostólico de la Prelatura.

[1] El resultado del documento incorpora aportaciones de diferentes perspectivas disciplinares: Historia, Filosofía, Sociología, Teología y Comunicación; así como de profesionales de la Administración y del gobierno de la Prelatura.

[2] Como en todo hogar, las personas que viven en los centros de la Obra precisan de un cuidado que contribuya a crear un ambiente de familia, propio de la tarea formativa y apostólica que realiza la Prelatura. Con el término Administración, en sentido general y con mayúscula, se hace referencia a esta labor y a las personas que la realizan. Para referirse a las realizaciones particulares, a las administraciones concretas, se usa la minúscula. Para una breve descripción del nacimiento y la evolución de esta realidad, cfr. “Administración de la Residencia de la Moncloa”, en Diccionario de San Josemaría Escrivá de Balaguer, Editorial Monte Carmelo, Burgos, 2013.

[3] Inmaculada Alva – Mercedes Montero, El hecho inesperado, Rialp, Madrid, 2021, p. 47.

[4] Cfr. San Josemaría, Carta nº 36, conocida como Verba Domini, de 29 de julio de 1965.

[5] Desde una aproximación meramente instrumental a la Administración, sería razonable no solo proponer soluciones alternativas para la gestión ordinaria de los centros, sino también plantear una involucración más directa de residentes, tanto hombres como mujeres, en esas tareas, también como parte de su formación para la vida, llegando incluso a cuestionar la necesidad misma de la Administración; el mismo planteamiento instrumental podría motivar que, a causa de la escasez de numerarias y numerarias auxiliares en algunos lugares, se plantease externalizar por completo esos servicios, dejándolos en manos de terceros, con el fin de que numerarias y numerarias auxiliares se dediquen a otras tareas. O bien, que se viese en el desarrollo de las tecnologías, que aligeran y facilitan la organización y realización de las tareas del cuidado, principalmente una oportunidad para que unas y otras, al igual que muchos padres y madres de familia, puedan compatibilizar su dedicación a la casa con otras tareas profesionales. De modo parecido, ese mismo planteamiento instrumental, explicaría que, ante la buena capacitación profesional de las numerarias auxiliares y, en algunos casos, la falta de numerarias preparadas para dirigir y realizar ese trabajo, llevaría a cuestionar la necesidad o el papel de numerarias administradoras. De todo ello tratamos en la parte final de este artículo.

[6] «Hay que hacer que la labor de la Administración se ame, porque es como la espina dorsal de toda la acción apostólica de la Obra», en San Josemaría, Carta nº 36, de 29 de julio de 1965, n. 11.

[7] San Josemaría, Carta nº 36, 29 de julio de 1965, n. 9.

[8] Nos referimos a las labores de san Miguel, san Gabriel, san Rafael y, también, a la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz; pues la Administración afecta a todas ellas y se proyecta también en el apostolado de la opinión pública. Es significativa la mención que se hace en la introducción de la edición crítica del volumen En diálogo con el Señor, cuando se explica el nacimiento de las revistas Crónica y Noticias: «En 1949, san Josemaría había escrito un largo elenco –siete folios a mano– de iniciativas que se proponía impulsar. Estaban en curso y encarriladas las gestiones para conseguir la aprobación definitiva del Opus Dei por parte de la Santa Sede –llegaría a mediados de 1950–, y el fundador pensaba ya en ulteriores trabajos y labores que habría que acometer.

Entre estas, bajo el epígrafe de “Publicaciones”, se leen las siguientes:

—Una revista general interna,

—Una, para cada obra, duplicadas: San Miguel, San Gabriel, San Rafael, con noticias, guiones de círculos de estudio, temas doctrinales y prácticos. Una hoja especial para las administraciones

—Cartas de familia: fascículo trimestral
(…).»

El elenco continúa, pero llama la atención el lugar donde sitúa la hoja para las administraciones: junto con las demás ramas apostólicas; no en una sección aparte, o como “noticias de familia”. En San Josemaría, En diálogo con el Señor. Textos de la predicación oral. Obras completas V/1. Edición crítico-histórica preparada por Luis Cano y Francesc Castells, Rialp, Madrid, 2017, p. 31.

[9] San Josemaría, Carta nº 6, 11 de marzo de 1940, n. 31.

[10] San Josemaría, Instrucción, 8-XII-1941, n. 80 (Ref. “Instrucciones (obra inédita)”, pp. 650-655 en Diccionario de San Josemaría).

[11] Joseph Ratzinger - Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, II, La Esfera de los Libros, Madrid, 2007, cap. 6, “Los discípulos”, p. 207.

[12] «En los versículos 8, 1-3 (San Lucas) nos relata que Jesús, que caminaba junto con los Doce predicando, también iba acompañado de algunas mujeres. Menciona tres nombres y añade: “Y muchas otras que lo ayudaban con sus bienes” (Lc 8, 3). La diferencia entre el discipulado de los Doce y el de las mujeres es evidente: el cometido de ambos es completamente diferente. No obstante, Lucas deja claro algo que también consta en muchos modos en los otros Evangelios: que “muchas” mujeres formaban parte de la comunidad restringida de creyentes, y que su acompañar a Jesús en la fe era esencial para pertenecer a esa comunidad, como se demostraría luego claramente al pie de la cruz y en el contexto de la resurrección», en íd., pp. 219-220.

[13] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 764.

[14] Inmaculada Alva – Mercedes Montero, El hecho inesperado, Rialp, Madrid, 2021, pp. 44-47 (“Nacimiento y desarrollo de la Administración de los centros”).

[15] Statuta, n. 8, § 2: «Las Numerarias atienden además la administración familiar o cuidado doméstico de todos los Centros de la Prelatura».

[16] Francisco, Exhort. apost. Evangelii gaudium, n.24: «La Iglesia en salida es la comunidad de discípulos misioneros que primerean, que se involucran, que acompañan, que fructifican y festejan».

[17] San Josemaría, Carta nº 36, 29 de julio de 1965, n. 16.

[18] San Juan Pablo II, Enc. Ecclesia de Eucharistia, n. 1.

[19] San Juan Pablo II, Bula Ut sit: «Con grandísima esperanza, la Iglesia dirige sus cuidados maternales y su atención al Opus Dei, que por inspiración divina el Siervo de Dios Josemaría Escrivá de Balaguer fundó en Madrid el 2 de octubre de 1928, con el fin de que siempre sea un instrumento apto y eficaz de la misión salvífica que la Iglesia lleva a cabo para la vida del mundo».

[20] San Josemaría, Cartanº 36, 29 de julio de 1965, n. 18.

[21] Cfr., por ejemplo, Fernando Ocáriz, Carta pastoral, 28 de octubre de 2020, nn. 2-7.

[22] Cfr. Statuta, n. 4, § 3. En ambas Secciones del Opus Dei por igual, es decir la de hombres y la de mujeres, hay la misma unidad de vocación, de espíritu, de fin y de régimen, aunque cada Sección tenga sus propios apostolados.

[23] Es interesante reparar en que en el grupo de las santas mujeres hay un núcleo permanente de madres: la de Jesús, Salomé (madre de Santiago y Juan), María de Cleofás (madre del otro Santiago). Análogamente, Dios muestra y nos ofrece una “maternidad” en la Obra, a través de la Administración, que sirve de estímulo para los centros y para los hogares de todas las personas del Opus Dei

[24] Cfr. Rafael Alvira, El lugar al que se vuelve. Reflexiones sobre la familia, EUNSA, Pamplona, 2014.

[25] Fernando Ocáriz, Carta pastoral 28 de octubre de 2020, n.11.

[26] «Vuestra vocación humana es parte, y parte importante, de vuestra vocación divina. Esta es la razón por la cual os tenéis que santificar, contribuyendo al mismo tiempo a la santificación de los demás, de vuestros iguales, precisamente santificando vuestro trabajo y vuestro ambiente: esa profesión u oficio que llena vuestros días, que da fisonomía peculiar a vuestra personalidad humana, que es vuestra manera de estar en el mundo; ese hogar, esa familia vuestra; y esa nación, en la que habéis nacido y a la que amáis» (San Josemaría, Es Cristo que pasa, n. 46).

[27] En efecto, la vocación divina no otorga a una persona por sí sola la posición en el mundo. La vocación nos da una luz, una fuerza para enfocar nuestra situación en la sociedad y desarrollar una dedicación profesional en la que realizar nuestra misión apostólica.

[28] San Josemaría, Carta con motivo de las bodas de oro sacerdotales, 28-I-1975. Esta frase fue utilizada por San Josemaría reiteradamente en su predicación y sus escritos.

[29] Un ejemplo entre muchos es el de Gloria Gandiaga, primera numeraria auxiliar de Bilbao, que ganó en 1970 el Premio Nacional de Cocina. Escribió un libro de cocina prologado por Pedro Subijana (chef galardonado con tres estrellas Michelin), quien reconoció el prestigio profesional y la categoría humana de Gloria.

[30] Al utilizar la expresión «vida compartida», nos referimos indistintamente a las administraciones en las que numerarias y numerarias auxiliares coinciden solamente en el trabajo y a aquellas en que también comparten la vida familiar porque son centros.

[31]Fernando Ocáriz, Carta pastoral, 28 de octubre de 2020, n. 15

[32] Palabras de Isabel Sánchez, en Álvaro Sánchez León, En la tierra como en el cielo, Rialp, Madrid, 2018, p. 136.

[33] Statuta, n. 9.

[34] Por lo demás, desde hace algunos años, se está dando una revalorización de ciertos trabajos manuales. Véase, por ejemplo, Michael Crawford, The Case for Working with Your Hands, Viking, New York, 2009; Richard Sennet, The craftsman, Yale University Press, New Haven, 2008.

[35] Fernando Ocáriz, Carta pastoral, 28 de octubre de 2020, n. 16.

[36] El beato Álvaro del Portillo quiso recordar en 1982 algunas ideas del fundador cercanas a la fecha de su fallecimiento: San Josemaría había afirmado (las palabras no son textuales) que «si, por el desarrollo de un país, va siendo corriente que casi todas las chicas obtengan un título profesional o universitario, lógicamente habrá graduadas universitarias y doctoras que serán numerarias auxiliares del Opus Dei: y encontrarán en esta vocación divina la dicha y honra de su vida» (nota (17/82), AGP, Q.1.3, legajo 08, carpeta 53).

[37] José Luis González Gullón - John F. Coverdale, Historia del Opus Dei, Rialp, Madrid, 2021, pp. 560-561.

[38] San Josemaría. Carta nº 27, 29 de septiembre de 1957, n. 8.

[39] «De modo que las otras Numerarias son también de hecho auxiliares de las Auxiliares» (San Josemaría,Carta nº 36, 29 de julio de 1965, n. 25).

[40] «Mi enseñanza constante ha sido que las otras Numerarias tienen que saber servir a las Auxiliares. (…) Así son instrumentos espléndidos: pueden mirarse en el espejo de vuestra conducta y reflejar la luz que vosotras podéis y debéis dar. (…) Como el Señor servía a sus discípulos, debéis también vosotras servir las Numerarias Auxiliares» (San Josemaría, Carta nº 36, 29 de julio de 1965, n. 30).

[41] Ibíd.

[42] «No las dejéis nunca solas: sería contrario a nuestro espíritu. Y esto no es una manifestación de desconfianza, sino una prueba de cariño y un deber de justicia, porque tienen el derecho a percibir constantemente el calor de vuestro trabajo manual; derecho a que las ayudéis, a que las guieis» (ibíd.).

[43] San Josemaría,Carta nº 36, 29 de julio de 1965, n.18.

[44] Ibíd.

[45] Cfr. Conversaciones, n. 1.

[46] Cfr. Fernando Inciarte, Cultura y verdad, EUNSA, Pamplona, 2015, pp. 250-251.

[47] San Josemaría, Carta nº 27, 29 de septiembre de 1957, n. 27.

[48] Cfr. Paula Hermida Romero - Fernando Ocáriz, Cristianos en la sociedad del siglo XXI: conversación con Monseñor Fernando Ocáriz, Prelado del Opus Dei, Ediciones Cristiandad, Madrid, 2020, p. 25: «No podemos olvidar que, sin ignorar los problemas propios de cada época, Dios es el Señor de la Historia; es Él quien nos ha dado este mundo para cuidarlo y dirigirlo a su gloria, nos lo ha dejado en herencia y cuenta con nuestro esfuerzo para hacerlo cada día mejor».San Josemaría lo explica de este modo: «La caridad no es algo abstracto; quiere decir entrega real y total al servicio de Dios y de todos los hombres; de ese Dios, que nos habla en el silencio de la oración y en el rumor del mundo; de esos hombres, cuya existencia se entrecruza con la nuestra» (Conversaciones con Monseñor Escrivá de Balaguer, n. 62). Cfr. también Dar al mundo su modernidad [Dar al mundo su modernidad].

Romana, n. 72, Enero-Junio 2021, p. 123-142.

Nº 72 Estudio - Romana - Opus Dei