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Pachamama y los dioses de la Grecia antigua. La lección de san Pablo en Atenas

Pachamama y los dioses de la Grecia antigua. La lección de san Pablo en Atenas

Por Sandro Magister | 13 noviembre, 2019

El Sínodo sobre la Amazonia ha pasado a los archivos, pero el escándalo que acompañó el camino está lejos de haber sido sanado.

Quien generó este “signo de contradicción” ha sido el mismo papa Francisco, ante todo el 4 de octubre en los jardines vaticanos, asistiendo a postraciones frente a objetos de culto no identificados, entre los cuales había una estatuilla de madera de una mujer desnuda y embarazada que al día siguiente fue llevada en procesión en el interior de la basílica de San Pedro, y en segundo lugar el 25 de octubre en el aula sinodal, al identificar la estatuilla como Pachamama, con el nombre de una divinidad inca, y al mismo tiempo negando “intenciones idolátricas”, hasta formular de nuevo la hipótesis de “la exposición durante la Santa Misa de conclusión del Sínodo”.

Entre estos dos actos, en las tres semanas de duración del Sínodo, los máximos responsables de la información vaticana se habían rehusado siempre a dar respuesta a los reiterados pedidos de aclaración por parte de la prensa internacional, mientras que en una iglesia vecina esas estatuillas siguieron siendo objeto de culto, salvo en los días en los que fueron sustraídas y arrojadas al río Tíber por un joven católico austríaco, lleno de ardor por un celo anti-idólatra.

Después del sínodo prosiguió la polémica, también entre obispos y cardenales, con algunos muy críticos y otros, por el contrario, como el obispo austríaco-brasilero Erwin Kräutler, que directamente auspiciaron la inclusión de la Pachamama en la liturgia católica.

Hasta que intervino de nuevo el papa Francisco, muy probablemente con la intención de clausurar la disputa, sin hacer referencia explícita a ella, sino dedicando toda una audiencia pública en la Plaza San Pedro precisamente al “extraordinario ejemplo de inculturación del mensaje de la fe” llevado a cabo por el apóstol san Pablo en Atenas, no “agrediendo a los adoradores de ídolos, sino haciéndose ‘pontífice’, constructor de puentes”.

La audiencia fue la del miércoles 6 de noviembre:

> Catechesi sugli Atti degli Apostoli – n. 15

El punto clave del discurso de san Pablo en Atenas, evidenciado por el Papa, es aquél en el que el apóstol reclama la atención de los asistentes respecto a un altar de la ciudad dedicado a “un dios desconocido”, para decir después: “Aquél que ustedes adoran sin conocerlo es el que yo les anuncio”.

Pero es precisamente ésta la contradicción no resuelta por el Sínodo sobre la Amazonia y de la experiencia de la Pachamama: entre la irrelevancia, si no la ausencia, del anuncio cristiano y el énfasis imprudente dado, por el contrario, a la cultura y a la religiosidad paganas, sin ejercer sobre éstas el necesario juicio – “krisis, crisis” – con la finalidad de usarlas rectamente – “chrêsis, utilización” –, sobre la base del mismo san Pablo y después de los Padres de la Iglesia, luchando contra la idolatría de la época.

Un insigne erudito, Christian Gnilka, de 83 años, amigo de Joseph Ratzinger, ha escrito una obra capital sobre este tema: “Chrêsis. Il metodo dei Padri della Chiesa nei rapporti con la cultura antica. Il concetto del retto uso” [Utilización. El método de los Padres de la Iglesia en las relaciones con la cultura antigua. El concepto del recto uso], editada en su última redacción en Basilea, en el 2012, y por ahora disponible sólo en idioma alemán, pero que pronto será traducida en Italia por la editorial Morcelliana.

Pero por otra parte puede ser instructivo el congreso llevado a cabo en Bolonia el pasado mes de mayo, sobre “Un metodo per il dialogo fra le culture. La ‘chrêsis’ patristica” [Un método para el diálogo entre las culturas. La ‘utilización’ patrística], cuyas actas serán publicadas también por Morcelliana.

Lo que sigue es un extracto muy abreviado de la apasionante exposición llevada a cabo en ese congreso por el profesor Leonardo Lugaresi – un patrólogo que los lectores de Settimo Cielo ya han apreciado por algunas contribuciones suyas anteriores – precisamente sobre el comportamiento de san Pablo en Atenas, tal como se narra en los Hechos de los Apóstoles y es comentado por los Padres de la Iglesia.

¡Buena lectura! (Con un pensamiento en la Amazonia y sus alrededores).

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La acción de san Pablo en el Areópago como modelo de ejercicio de la “krisis” cristiana

por Leonardo Lugaresi


El primer punto sobre el cual concentrar la atención es la dedicación “a un dios desconocido” que san Pablo afirma haber visto escrita en la plataforma de un altar de Atenas, y de la cual comienza su discurso kerigmático a los filósofos paganos de la ciudad.

En la mentalidad religiosa politeísta de la época, el significado de esa dedicación debía ser muy diferente del que san Pablo le atribuye. Como todo sistema religioso, también el politeísmo greco-romano debe comprenderlo, si quiere gestionar la relación con lo divino – que a fin de cuentas es la razón de ser de toda religión. Pero lo divino – en cuanto por definición es supra-humano – no es comprensible por parte del hombre. Y entonces el modo politeísta de resolver este problema es buscar soportar el impacto de la sobreabundancia divina a través de la multiplicación serial de las denominaciones divinas y de las respectivas prácticas cultuales. Por eso la inclusividad es una de sus características esenciales, sin la cual fracasa y muere. Sin embargo, en su esfuerzo de trazar todo el mundo divino el politeísmo está de todos modos obligado a admitir que no conoce todos los nombres de los dioses. De aquí la ansiedad que induce al devoto a agregar justamente la invocación a un “dios desconocido”, para estar seguro de no haber dejado afuera a ninguno.

Ahora bien, lo que san Pablo hace al recoger esta apelación que viene del corazón del paganismo – y dando, al principio, la impresión de valorizarlo – es precisamente cambiar profundamente el sentido y denunciar el fracaso de tal línea de conducta religiosa.

Si, efectivamente, el título “dios desconocido” no es otra cosa que el sustituto de un posterior nombre divino, al hombre religioso le quedaría siempre la duda que puede haber todavía otra forma de expresión de lo divino que esa etiqueta no cubre. Poner en la cuenta una “n” desconocida no le es suficiente al politeísmo para resolver su ecuación teológica, dada la hipótesis siempre inminente que las manifestaciones de lo divino pueden, por el contrario, ser “n + 1”.

Es necesario entonces que el “dios desconocido” signifique mucho más. No simplemente “un” dios desconocido, sino “el” Dios desconocido, es decir, el verdadero Dios. Ese Dios desconocido que el politeísmo no está en condiciones de aferrar y que, por el contrario, san Pablo proclama que ha venido a revelar.

Es necesario entonces que la radicalidad de lo divino respecto al modo en el que la religión politeísta lo piensa sea reconocida por ésta. Y es precisamente en este reconocimiento del límite el requisito previo que sólo puede abrir a los interlocutores de san Pablo hacia una verdadera escucha de su mensaje, venciendo la fácil tentación de reducirlo a un “anunciador de divinidades extranjeras”, para tratarlo según la lógica inclusiva del sistema religioso vigente, es decir, con una cooptación en el panteón.

La “krisis” cristiana aquí ejercitada por san Pablo – separando de su contexto un elemento del politeísmo, profundizándolo y recolocándolo en otro plano de la verdad – se configura de este modo como un encuentro que, al ingresar dentro de ese ambiente cultural, lo pone en discusión internamente y lo juzga. La “krisis” actúa como una espada que corta y desestructura el sistema con el que confronta, obligando a los que son sus artífices, usuarios y defensores a cuestionar sus propias certezas.

Este examen, o si se quiere, esta purificación, es la premisa necesaria para una “chrêsis”, para un uso recto de todos esos elementos de la cultura pagana de la que los cristianos reconocen el valor.

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Pero el segundo aspecto del relato de Hch 17, 16-34 que es necesario subrayar es que también san Pablo lleva a cabo una revisión crítica de su actitud inicial. En otras palabras, la “krisis” opera también sobre él.

El texto dice efectivamente que el apóstol “tembló de indignación en su espíritu al ver que la ciudad estaba llena de ídolos”. Préstese atención: esta violenta reacción suya no es de ninguna manera psicológica, sino cultural, en el sentido que corresponde plenamente a un código de comportamiento que un fariseo piadoso como Saulo/Pablo tiene perfectamente interiorizado. Es la respuesta única y necesaria que un seguidor del Dios verdadero debe dar frente a la idolatría, a la cual se le responde solamente con la indignación y la condena. ¿Pero ésta es ya la “krisis”? No, porque no se trata de un juicio que entra, separa y, en consecuencia, distingue, sino más bien es un juicio que queda afuera y rechaza en bloque. Sobre esta base, evidentemente, no es posible ninguna “chrêsis”.

Pero el relato prosigue diciendo que san Pablo no sólo “discutía mientras tanto en la sinagoga, con los judíos y los adoradores” – lo que parece totalmente coherente con indignada repulsa de la idolatría pagana de la que hablamos recién –, sino también “en el ágora, día tras día, con los que encontraba”, y esto, por otro lado, está lejos de ser obvio.

No me detengo en el implícito, pero reconocidísimo «encanto» socrático que el autor de los Hechos de los Apóstoles imprime en este punto a su personaje, comúnmente reconocido por los comentaristas como una de las claves de lectura de todo el episodio. Me limito a poner en evidencia que está precisamente aquí – en la decisión paulina de hablar con cualquiera en el espacio público, sin cerrarse, a causa del juicio inicial de condena de la impiedad reconocida como rasgo característico de la ciudad, dentro del recinto de una relación exclusiva con los judíos y los temerosos de Dios – el supuesto imprescindible de la “krisis” y de la “chrêsis” que él después hace realidad y la razón del carácter de reflexibilidad que tal proceso asume inevitablemente.

Decidiendo, efectivamente, entrar en diálogo con todo aquél con el que se encuentra, san Pablo debe dar necesariamente crédito también a los idólatras, tomar en serio su posición, y sobre este cambio de actitud se funda la intención de entrar en su campo y de hacer propia, aunque en modo profundamente crítico, su instancia religiosa.

El valor paradigmático de la acción misionera de san Pablo en Atenas y el alcance crítico y autocrítico de su discurso, en orden a la posibilidad de fundar una “chrêsis”, un uso correcto incluso de la religión pagana, serán plenamente comprendidos por la exégesis de los Padres de la Iglesia.

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Los anteriores artículos del profesor Lugaresi en Settimo Cielo y en www.chiesa:

> La ira de Dios no es tabú. La admite también el papa Francisco (28.2.2019)

> Cómo ser hoy «minoría creativa». El ejemplo de los cristianos de los primeros tres siglos (17.2.2018)

> Actor de teatro, ¡bota la máscara! (20.2.2011)

Y sobre las formas actuales de politeísmo:

> El nuevo politeísmo y sus ídolos tentadores (9.12.2010)