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Domingo VI del Tiempo de Pascua 2017 En este sexto domingo de Pascua nos ofrece la Liturgia otro pasaje del Evangelio de san Juan que se refiere nuevamente a la vida en Cristo a la que Dios nos destina …Más
Domingo VI del Tiempo de Pascua 2017

En este sexto domingo de Pascua nos ofrece la Liturgia otro pasaje del Evangelio de san Juan que se refiere nuevamente a la vida en Cristo a la que Dios nos destina. En la intimidad de la Ultima Cena Jesús manifiesta a sus discípulos el sentido profundo de su presencia entre los hombres: que podamos recibir el Espíritu Santo; que podamos, así, ser amados por Dios. Recibir el amor de Dios es lo máximo. En ese amor están contenidos todos los tesoros que pueden ser pensados: aquello que satisface plenamente y sin cansancio nuestros apetitos, no solamente de modo genérico, en cuanto personas que somos, sino nuestros deseos y gustos individuales. Dios, que nos ha creado, conoce a la perfección lo que satisface a cada uno. Es Dios quien toma la iniciativa, ya que, siendo criaturas, en modo alguno podíamos prever la grandeza de la vida en Él mismo a la que nos invita, gracias a su amor totalmente desinteresado. Reconocemos, pues, que con la misma libertad con que crea, llamando a la existencia a las demás criaturas, a los hombres los hace dignos de Sí: con capacidad para acoger su amor y para manifestarle amor. ¡Sólo las bestias no rezan!, afirmaba con fuerza san Josemaría. Quería referirse a que lo más propio del ser humano es su relación con Dios, consciente y libre: ese trato personal y espiritual, que solamente la criatura humana puede tener en este mundo con el Creador, y que llamamos oración. No rezar, por tanto, es quedarse –en cierta medida, al menos– al nivel de los irracionales, que no pueden rezar. Orar, por el contrario, por cuanto supone entrar en relación con el Ser más grandioso que existe y podemos pensar, es lo que objetivamente más nos dignifica. Lo que, por otra parte, nos puede proporcionar la máxima impresión de plenitud. Podemos afirmar, sin duda, que valemos tanto como vale nuestra oración.