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Sacerdotes en Rusia 1/2 En 1996, la Santa Sede pidió sacerdotes para ir a Kazajstán, y don Alejandro Burgos, sacerdote de la diócesis de Valladolid, se ofreció. Aquel proyecto no salió adelante, pero …Más
Sacerdotes en Rusia 1/2

En 1996, la Santa Sede pidió sacerdotes para ir a Kazajstán, y don Alejandro Burgos, sacerdote de la diócesis de Valladolid, se ofreció. Aquel proyecto no salió adelante, pero, como todo lo que resulta ser providencial, otra ocasión se presentó de nuevo más adelante, y don Alejandro, que llevaba hecho un largo proceso de discernimiento, acabó viajando a Rusia para desarrollar allí su labor sacerdotal. Hoy está integrado en aquella sociedad y es un buen conocedor de los problemas y las dificultades que afectan a la minoría de cristianos católicos que, muy poco a poco, ven disminuir la represión a la que ha estado sometidos durante tantos y tantos años.
¿Cuáles fueron sus primeras impresiones del país?
Rusia es un país precioso, con una cultura profunda y una naturaleza que te llena el alma, pero cuando don José Francisco, de la diócesis de Astorga, y yo nos vinimos en noviembre de 2002, acababan de ser expulsados varios sacerdotes y un obispo, y el ambiente estaba muy tenso. Además, ese invierno fue el más crudo en 50 años y las autoridades rusas invitaron a abandonar el país al párroco al que debíamos ayudar durante ese primer año. Gracias a Dios, luego pudo regresar, pero fue un comienzo bastante duro.

¿Cuál es hoy la situación de Rusia?

La situación actual de Rusia es la de un país que busca su identidad y no le resulta fácil encontrarla. Por eso, a pesar de la evidente mejora económica, hay mucha gente que lo pasa mal. El comunismo ha dejado una herencia gris, un país sin alegría, unos modos metálicos y anónimos, típicamente soviéticos, antítesis de la exhuberancia vital rusa, que todavía hoy perduran y hacen que la existencia de la gente sea en general enormemente difícil. Luego, cada zona tiene sus características más peculiares; por ejemplo, en Moscú hay más dinero, pero también la herencia soviética es más pesada; San Petersburgo es la capital cultural, más abierta a Europa; las zonas rurales son más pobres, pero son encantadoras...

¿Cómo viven los católicos allí el ser una minoría?

Los católicos rusos viven el hecho de ser una minoría de modos diferentes. Hay que partir de la base de que no es tan fácil olvidar tantas décadas de persecución, y todavía el miedo tiende a reaparecer incluso inconscientemente. Por eso algunos prefieren cerrarse en grupos nacionales, donde se encuentran más cobijados y a su gusto. Otros, por el contrario, procuran reconstruir (la Iglesia católica en Rusia antes de la Revolución estaba mucho más extendida que en nuestros días) una iglesia que sea al mismo tiempo muy católica y muy rusa.

¿En qué estado se encuentra la familia en Rusia?

La familia en Rusia está destrozada, y se puede decir que, por eso, el país es poco feliz. Resulta difícil encontrar familias normales, de uno con una para siempre y con sus hijos. Ahora en España están haciendo experimentos con la familia que pueden parecer inofensivos y liberales. Pero cuando uno se encuentra con el resultado de 70 años de ateísmo, y palpa cómo la disgregación familiar produce una vida realmente amarga, llena de alcoholismo, de problemas psicológicos de todo tipo y de continua tensión, se le quitan las ganas de jugar con algo tan valioso y tan importante para el ser humano, como es su familia, el lugar donde la personalidad se desarrolla con equilibrio, porque el individuo se siente amado.

¿Durante todos estos años, cómo ha sido la transmisión de la fe entre los católicos rusos?

Por lo que se refiere a los años del comunismo, se puede contestar lo siguiente: sin sacerdotes, sin libros, sin libertad, exterminados, perseguidos, han hecho lo que han podido. Por ejemplo, en Syktybkar (Komi) una abuela bautizaba y casaba a la gente en una habitación de su casa convertida en capilla, y también acudía a los entierros. Los domingos ponía en su casa un casette grabado con el texto de la misa, y todos lo escuchaban. Ahora, sin embargo, a pesar de que vamos nosotros, continúa haciendo lo mismo. El heroísmo y la falta de formación se dan la mano de maneras que resultan, al final, enternecedoras.
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