12:00
Irapuato
1899
Libro de Joel Completo - Biblia Católica de Jerusalén. wjllman San Joel, santo del AT- el 19 de octubre Conmemoración de san Joel, profeta, que anunció el día grande del Señor y el misterio de la …Más
Libro de Joel Completo - Biblia Católica de Jerusalén.

wjllman San Joel, santo del AT- el 19 de octubre
Conmemoración de san Joel, profeta, que anunció el día grande del Señor y el misterio de la efusión del Espíritu sobre toda criatura, lo que Dios tuvo a bien hacer llegar a su pleno cumplimiento en la persona de Cristo, el día de Pentecostés.

El libro de Joel es pequeño, apenas cuatro capítulos, o casi mejor se diría tres y medio, a juzgar por la brevísima extensión del capítulo tercero. Pero los problemas que plantean las alusiones históricas y las muchas alusiones literarias que contiene, justifican que al autor se lo haya situado en una época tan temprana como el siglo VIII aC. o tan tardía como el III. Sí, así de indeterminado se nos presenta el autor, del que sólo sabemos su nombre y filiación: Joel, hijo de Petuel (o Fetuel). Sobre su persona nada más podemos decir con certeza. Podemos deducir que se trata de alguien de elevada cultura, porque maneja el idioma y las convenciones poéticas con fluidez. Se ha tratado de relacionarlo con los «profetas cultuales», profetas sacerdotes o estrechamente relacionados con el culto del templo, pero nada hay de decisivo al respecto en el libro.

Lo más interesante, sin embargo, no es su persona sino el libro mismo, la mirada que propone. Abre con una grandiosa visión de la naturaleza: el profeta contempla una plaga de langostas, seguida de una sequía. la descripción es completamente realista, como de quien verdaderamente ha visto aquello de lo que habla. Sin embargo, las referencias a estos hechos naturales, van mezclando frases que ya no se refieren a la devastación de la naturaleza, sino a la devastación sufrida por el pueblo de Dios, arrasado por los enemigos. Una y otra referencia se entretejen:

«El campo ha sido arrasado, en duelo está el suelo, porque el grano ha sido arrasado, ha faltado el mosto, y el aceite virgen se ha agotado. ¡Consternaos, labradores, gemid, viñadores, por el trigo y la cebada, porque se ha perdido la cosecha del campo! Se ha secado la viña, se ha amustiado la higuera, granado, palmera, manzano, todos los árboles del campo están secos. ¡Sí, se ha secado la alegría de entre los hijos de hombre! ¡Ceñíos y plañid, sacerdotes, gemid, ministros del altar; venid, pasad la noche en sayal, ministros de mi Dios, porque a la Casa de vuestro Dios se le ha negado oblación y libación!»

A la enormidad de toda esta destrucción en la naturaleza y en la tierra de Yahvé, el profeta le opone un tercer plano: el «Día de Yahvé», en el que él se levanta para destruir a su vez a sus enemigos, los enemigos de Israel, e instaurar definitivamente su Reino. Llega finalmente la paz, llega la restauración definitiva, pero no suavemente, sino por una lucha que el poeta describe con imágenes y alusiones que se hunden en el lenguaje de los demás profetas. Si, por ejemplo, Isaías describía la gran instauración del reinado de Yahvé con estas palabras: «Forjarán de sus espadas azadones, y de sus lanzas podaderas» (Is 2,4b), Joel no deja de lanzar esta advertencia: «Forjad espadas de vuestros azadones y lanzas de vuestras podaderas», en clara alusión inversa al dístico de Isaías.

La visión inicial, naturalista de Joel adquiere, en conjunto, un tono apocalíptico, que bien conocemos por otros poetas apocalípticos de la misma Biblia y de fuera de ella también: «Y realizaré prodigios en el cielo y en la tierra, sangre, fuego, columnas de humo. El sol se cambiará en tinieblas y la luna en sangre, ante la venida del Día de Yahveh, grande y terrible.» (Jl 3,3-4). La destrucción y el juicio, sin embargo, no son más que el prólogo de la instauración de una paz y una comunión con Yahvé como hasta ahora nunca han tenido los hombres: «Sucederá después de esto que yo derramaré mi Espíritu en toda carne. Vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán, vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Hasta en los siervos y las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días.» (Jl 3,1-2) Promesa que retoma el Martirologio para relacionarla con la efusión del Espíritu en Pentecostés.

El libro está muy presente en la liturgia, ya que se leen en ella muchos versículos, sea en la misa, o en las horas del oficio. Sin embargo, esas lecturas fragmentarias, aunque logran extraer el tono de grandiosidad y esperanza de la promesa divina, pierden un poco el sentido de unidad de este poema, que mezcla todo el tiempo los tres planos, de la naturaleza, de la historia de Israel, de la escatología del mundo, en una unidad que vale la pena percibir.
Irapuato
✍️ Jueves de la vigésima octava semana del tiempo ordinario
Carta de San Pablo a los Romanos 3,21-30.

Pero ahora, sin la Ley, se ha manifestado la justicia de Dios atestiguada por la Ley y los Profetas:
la justicia de Dios, por la fe en Jesucristo, para todos los que creen. Porque no hay ninguna distinción:
todos han pecado y están privados de la gloria de Dios,
pero son justificados gratuitamente …Más
✍️ Jueves de la vigésima octava semana del tiempo ordinario

Carta de San Pablo a los Romanos 3,21-30.

Pero ahora, sin la Ley, se ha manifestado la justicia de Dios atestiguada por la Ley y los Profetas:
la justicia de Dios, por la fe en Jesucristo, para todos los que creen. Porque no hay ninguna distinción:
todos han pecado y están privados de la gloria de Dios,
pero son justificados gratuitamente por su gracia, en virtud de la redención cumplida en Cristo Jesús.
El fue puesto por Dios como instrumento de propiciación por su propia sangre, gracias a la fe. De esa manera, Dios ha querido mostrar su justicia:
en el tiempo de la paciencia divina, pasando por alto los pecados cometidos anteriormente, y en el tiempo presente, siendo justo y justificado a los que creen en Jesús.
¿Qué derecho hay entonces para gloriarse? Ninguna. Pero, ¿en virtud de qué ley se excluye ese derecho? ¿Por la ley de las obras? No, sino por la ley de la fe.
Porque nosotros estimamos que el hombre es justificando por la fe, sin las obras de la Ley.
¿Acaso Dios es solamente el Dios de los judíos? ¿No lo es también de los paganos? Evidentemente que sí,
porque no hay más que un solo Dios, que justifica por medio de la fe tanto a los judíos circuncidados como a los paganos incircuncisos.

Salmo 130(129),1-2.3-4.6.
Desde lo más profundo te invoco, Señor.
¡Señor, oye mi voz!
Estén tus oídos atentos
al clamor de mi plegaria.

Si tienes en cuenta las culpas, Señor,
¿quién podrá subsistir?
Pero en ti se encuentra el perdón,
para que seas temido.

Mi alma espera al Señor,
más que el centinela la aurora.
Como el centinela espera la aurora

Evangelio según San Lucas 11,47-54.
Dijo el Señor:
«¡Ay de ustedes, que construyen los sepulcros de los profetas, a quienes sus mismos padres han matado!
Así se convierten en testigos y aprueban los actos de sus padres: ellos los mataron y ustedes les construyen sepulcros.
Por eso la Sabiduría de Dios ha dicho: Yo les enviaré profetas y apóstoles: matarán y perseguirán a muchos de ellos.
Así se pedirá cuanta a esta generación de la sangre de todos los profetas, que ha sido derramada desde la creación del mundo:
desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, que fue asesinado entre el altar y el santuario. Sí, les aseguro que a esta generación se le pedirá cuenta de todo esto.
¡Ay de ustedes, doctores de la Ley, porque se han apoderado de la llave de la ciencia! No han entrado ustedes, y a los que quieren entrar, se lo impiden.»
Cuando Jesús salió de allí, los escribas y los fariseos comenzaron a acosarlo, exigiéndole respuesta sobre muchas cosas
y tendiéndole trampas para sorprenderlo en alguna afirmación.

Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

Leer el comentario del Evangelio por : Misal Romano
«Empezaron a acosarlo y a tirarle de la lengua»