Papa Francisco: El Big Bang y la evolución no contradicen la intervención de Dios

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VATICANO, 27 Oct. 14 / 03:19 pm (ACI/EWTN Noticias).- La teoría del Big Bang y la evolución de la naturaleza no contradicen la intervención de Dios como Creador, sino que la requiere, afirmó este lunes el Papa Francisco en un discurso a la Asamblea Plenaria de la Pontificia Academia de las Ciencias, donde también develó un busto en honor a Benedicto XVI.
Francisco señaló que “cuando leemos en el Génesis el relato de la creación, creemos imaginar que Dios es un mago, que con una varita mágica ha hecho todas las cosas. Pero no es así. Él ha creado a los seres y les ha dejado desarrollarse según las leyes internas que dio a cada uno, para que alcancen su propio desarrollo. Dio la autonomía a los seres del universo al mismo tiempo que les aseguraba su continua presencia, dando el ser a toda realidad”.
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Roberto Benavides
· 'Un día sin ayer ": Georges Lemaitre y el Big Bang
· MARK MIDBON
En enero de 1933, el matemático belga y sacerdote católico Georges Lemaitre viajó con Albert Einstein a California para una serie de seminarios. Después de que el belga detallara su teoría del Big Bang, Einstein se puso de pie aplaudió, y dijo: "Esta es la explicación más hermosa y satisfactoria de la creación que yo haya …Más
· 'Un día sin ayer ": Georges Lemaitre y el Big Bang
· MARK MIDBON
En enero de 1933, el matemático belga y sacerdote católico Georges Lemaitre viajó con Albert Einstein a California para una serie de seminarios. Después de que el belga detallara su teoría del Big Bang, Einstein se puso de pie aplaudió, y dijo: "Esta es la explicación más hermosa y satisfactoria de la creación que yo haya escuchado."

Monseñor Georges Lemaître y Albert Einstein, 1933
En el invierno de 1998, dos equipos independientes de astrónomos de Berkeley, California, hicieron un descubrimiento sorprendente semejante. Los dos estaban observando supernovas - la explosión de estrellas visibles a grandes distancias - para ver lo rápido que el universo se está expandiendo. De conformidad con lo que prevalecía en la sabiduría científica, los astrónomos esperaban encontrar que el ritmo de expansión estuviera disminuyendo, en su lugar lo encontraron que era cada vez mayor - un descubrimiento que desde entonces "ha conmocionado la astronomía hasta sus cimientos" (Astronomy, October 1999).
Este descubrimiento no habría sido ninguna sorpresa para Georges Lemaître (1894-1966), un matemático belga y sacerdote católico que desarrolló la teoría del Big Bang. Lemaitre describió el principio del universo como una explosión de fuegos artificiales, comparó las galaxias a las brasas que se extienden en una esfera cada vez mayor desde el centro de la explosión. Él creía que esta explosión de fuegos artificiales fue el principio de los tiempos, que tuvo lugar en "un día sin ayer".
Después de décadas de lucha, otros científicos llegaron a aceptar el Big Bang como un hecho. Pero mientras la mayoría de los científicos - incluyendo el matemático Stephen Hawking - predijo que la gravedad eventualmente frenaría la expansión del universo y que el universo volvería de nuevo hacia su centro, Lemaitre creyó que el universo se mantendría en expansión. Sostuvo que el Big Bang fue un evento único, mientras que otros los científicos creían que el universo se contraería hasta el punto de otro Big Bang, y así sucesivamente. Las observaciones realizadas en Berkeley apoyaron la tesis de Lemaitre de que el Big Bang fue, de hecho, "un día sin ayer".
Cuando Georges Lemaitre nació en Charleroi, Bélgica, la mayoría de los científicos pensaban que el universo era infinito en edad y constante en su aspecto general. El trabajo de Isaac Newton y James C. Maxwell sugería un universo eterno. Cuando Albert Einstein publicó su teoría de la relatividad en 1916, parecía confirmarse que el universo había sido siempre, estable e inmutable.
Lemaitre comenzó su propia carrera científica en la Facultad de Ingeniería en Lovaina en 1913. Sin embargo, se vio obligado a abandonarla después de un año para servir en la artillería belga durante la Primera Guerra Mundial. Cuando la guerra terminó, entró al Maison Saint Rombaut, un seminario de la Arquidiócesis de Malinas, donde, en su tiempo libre leyó sobre matemáticas y ciencia. Después de su ordenación en 1923, Lemaitre estudió matemáticas y ciencias en la Universidad de Cambridge, donde uno de sus profesores, Arthur Eddington, era el director del observatorio, el universo se consideraba que siempre había sido estable e inmutable.
Por su investigación en Cambridge, Lemaitre revisó la teoría general de la relatividad. Al igual que con los cálculos de Einstein diez años antes, los cálculos de Lemaitre demostraron que el universo tenía que estar contrayéndose o expandiéndose. Pero mientras Einstein imaginó una fuerza desconocida - una constante cosmológica - que mantenía al mundo estable, Lemaitre decidió que el universo se estaba expandiendo. Llegó a esta conclusión después de observar el resplandor rojizo, conocido como corrimiento al rojo, que rodea los objetos fuera de nuestra galaxia. Si se interpreta como un efecto Doppler, este cambio en el color significaba que las galaxias se alejaban de nosotros. Lemaitre publicó sus cálculos y su razonamiento en los Annales de la Société Scientifique de Bruxelles en 1927. Pocas personas le prestaron atención. Ese mismo año habló con Einstein en Bruselas, pero este último, poco impresionado, dijo, "Sus cálculos son correctos, pero su comprensión de la física es abominable."
Fue la propia comprensión de la física de Einstein, sin embargo, la que pronto fue atacada. En 1929 las observaciones sistemáticas de Edwin Hubble de otras galaxias confirmaron el desplazamiento hacia el rojo. En Inglaterra la Royal Astronomical Society se reunió para considerar esta aparente contradicción entre la observación visual y la teoría de la relatividad. Sir Arthur Eddington se ofreció para encontrar una solución. Cuando Lemaitre leyó estas anotaciones, envió a Eddington una copia de su documento de 1927. El astrónomo británico se dio cuenta de que Lemaitre había tendido un puente entre la observación y la teoría. A sugerencia de Eddington, la Royal Astronomical Society publicó una traducción al Inglés del artículo de Lemaitre en sus Monthly Notices de marzo 1931.
La mayoría de los científicos que leyeron el artículo de Lemaitre aceptaron que el universo se estuviera expandiendo, al menos en la época actual, pero se resistieron a la implicación de que el universo tuviera un comienzo. Estaban acostumbrados a la idea de que el tiempo había existido siempre. Parecía ilógico que infinitos millones de años hubieran transcurrido antes de que el universo comenzara a existir. Eddington mismo escribió en la revista inglesa Nature que la noción de un comienzo del mundo era "repugnante".
El sacerdote belga le respondió a Eddington con una carta publicada en la revista Nature el 9 de mayo de 1931. Lemaitre sugirió que el mundo tuvo un comienzo definido en el que toda su materia y la energía estaban concentradas en un punto:
Si el mundo ha comenzado con un solo cuanto, las nociones de espacio y tiempo completamente dejarían de tener sentido al principio; sólo comenzarían a tener un sentido sensato cuando el cuanto original se hubiera dividido en un número suficiente de cuantos. Si esta sugerencia era correcta, el principio del mundo habría ocurrido un poco antes del comienzo del espacio y el tiempo.
En enero de 1933, ambos Lemaitre y Einstein viajaron a California para una serie de seminarios. Después de que el belga detallara su teoría, Einstein se puso de pie, aplaudió y dijo: "Esta es la explicación más hermosa y satisfactoria de la creación que yo haya escuchado." Duncan Aikman cubrió estos seminarios para el New York Times Magazine. Un artículo sobre Lemaitre apareció el 19 de febrero de 1933, y contó con una gran foto de Einstein y Lemaitre de pie uno al lado del otro. El texto decía: "Ellos se tienen un profundo respeto y admiración."
Por su trabajo, Lemaitre fue incluido como miembro de la Real Academia de Bélgica. Una comisión internacional le otorgó el Premio Francqui. El arzobispo de Malinas, el cardenal Josef Van Roey, hizo a Lemaitre canónigo de la catedral en 1935. Al año siguiente el Papa Pío XI elevó a Lemaitre a la Academia Pontificia de las Ciencias.
A pesar de esta alta consideración, había algunos problemas con la teoría de Lemaitre. Por un lado, la tasa calculada de Lemaitre de expansión no funcionaba. Si el universo se estaba expandiendo a un ritmo constante, el tiempo que habría tomado para cubrir su radio sería demasiado corto para permitir la formación de las estrellas y los planetas. Lemaitre resolvió este problema mediante la expropiación de la constante cosmológica de Einstein. Mientras Einstein la había utilizado en un intento de mantener el universo en un tamaño constante, Lemaitre la utilizó para acelerar la expansión del universo en el tiempo.
Después de que el belga detallara su teoría, Einstein se puso de pie, aplaudió y dijo: “Esta es la explicación más hermosa y satisfactoria de la creación que yo haya escuchado.”
Einstein no tomó amablemente la utilización por Lemaitre de la constante cosmológica. Consideraba la constante como el peor error de su carrera, y estaba molesto por el uso de Lemaitre de su factor súper galáctico.
Después de que Arthur Eddington muriera en 1944, la Universidad de Cambridge se convirtió en un centro de oposición a la teoría del Big Bang de Lemaître. De hecho, fue Fred Hoyle, astrónomo de Cambridge, quien sarcásticamente acuñó el término "Big Bang". Hoyle y otros favorecían la aproximación a la historia del universo conocida como el "Estado Estacionario" en el que los átomos de hidrógeno se hubieran creado de forma continua y se fundieran poco a poco en las nubes de gas, que luego formarían las estrellas.
Pero en 1964 se produjo un avance significativo que confirmó algunas de las teorías de Lemaitre. Los trabajadores de los Laboratorios Bell en Nueva Jersey estaban jugando con un radiotelescopio cuando descubrieron una especie frustrante la interferencia en microondas. Era igualmente fuerte si apuntaban su telescopio al centro de la galaxia o en la dirección opuesta. Es más, ella siempre tuvo la misma longitud de onda y siempre daba la misma temperatura de la fuente. Este descubrimiento accidental requirió el paso de varios meses para que se evaluara su importancia. Con el tiempo, hizo ganar a Arno Penzias el Premio Nobel de Física. Esta interferencia en microondas llegó a ser conocida como la radiación cósmica de fondo, un remanente del Big Bang. Lemaitre recibió la buena noticia mientras se recuperaba de un ataque al corazón en el Hospital de San Pedro en la Universidad de Lovaina. Murió en Lovaina en 1966, a la edad de setenta y un años.
Después de su muerte, se logró el consenso a favor de la explosión de los fuegos artificiales de Lemaitre. Pero las dudas persistieron: ¿sucedió realmente este evento en un día sin ayer? Tal vez la gravedad podría proporcionar una explicación alternativa. Algunos teorizaron que la gravedad frenaría la expansión del universo y lo harla caer de nuevo hacia el centro, donde habría un Big Crunch y otro Big Bang. El Big Bang, por lo tanto, no sería un evento único que marcara el comienzo de los tiempos, sino sólo una parte de una secuencia infinita de Big Bangs y Big Crunches.
Cuando la noticia del descubrimiento de Berkeley de 1998 sobre que el universo se está expandiendo a un ritmo creciente llegó a Stephen Hawking, dijo que era demasiado preliminar como para ser tomada en serio. Más tarde, cambió de opinión. "Ahora he tenido más tiempo para considerar las observaciones, y se ven bastante bien", dijo a la revista Astronomy (octubre de 1999). "Esto me llevó a reconsiderar mis prejuicios teóricos."
Hawking estaba realmente siendo modesto. A la vista de la agitación científica causada por los resultados de las supernovas, se ha adaptado muy rápidamente. Pero la frase "prejuicios teóricos" hace pensar en las actitudes que obnubilaron a los científicos hace setenta años. Tuvo que ser un matemático que también era sacerdote católico el que mirara la evidencia con una mente abierta y creara un modelo que funcionara.
¿Hay una paradoja en esta situación? Lemaitre no lo creía. Duncan Aikman del New York Times puso de relieve la opinión de Lemaitre en 1933: "'No hay conflicto entre la religión y la ciencia,' Lemaitre lo ha estado diciendo a la audiencia en este país una y otra vez... Su punto de vista es interesante e importante, no porque él sea un sacerdote católico, no porque sea uno de los físicos matemáticos líderes de nuestro tiempo, sino porque es ambas cosas a la vez. "
Roberto Benavides
Georges Lemaître: el padre del big-bang
PADRE MARIANO ARTIGAS
La teoría del Big Bang, la Gran Explosión que habría originado nuestro mundo, pertenece a la cultura general de nuestra época. Originalmente fue formulada por el belga Georges Lemaître, físico y sacerdote católico. Con ocasión del centenario de su nacimiento se ha editado un libro que ilustra la vida y obra de Lemaître1.
Todo el mundo …Más
Georges Lemaître: el padre del big-bang
PADRE MARIANO ARTIGAS

La teoría del Big Bang, la Gran Explosión que habría originado nuestro mundo, pertenece a la cultura general de nuestra época. Originalmente fue formulada por el belga Georges Lemaître, físico y sacerdote católico. Con ocasión del centenario de su nacimiento se ha editado un libro que ilustra la vida y obra de Lemaître1.

Todo el mundo sabe algo de Galileo, Newton o Einstein, por citar tres nombres especialmente ilustres de la física. Pero pocos han oído hablar de Georges Lemaître, el padre de las teorías actuales sobre el origen del universo.

Una trayectoria singular

Lemaître nació en Charleroi (Bélgica) el 17 de julio de 1894, y murió el 20 de junio de 1966. No fue un sacerdote que se dedicó a la ciencia ni un científico que se hizo sacerdote: fue, desde el principio, las dos cosas. Desde muy joven descubrió su doble vocación, y lo comentó con su familia. Su padre le aconsejó estudiar primero Ingeniería, y así lo hizo, aunque su trayectoria se complicó porque se pasó a la física y además porque, en mitad de sus estudios, estalló la primera guerra mundial.

En 1911 fue admitido en la Escuela de Ingenieros. En verano de 1914 pensaba pasar sus vacaciones yendo al Tirol en bicicleta con un amigo, pero tuvo que cambiar las vacaciones por la guerra en la que se vio envuelto su país hasta 1918. Después volvió a la Universidad de Lovaina y cambió su orientación: se dedicó a las matemáticas y a la física. Como seguía con su idea de ser sacerdote, tras obtener el doctorado en física y matemáticas ingresó en el Seminario de Malinas y fue ordenado sacerdote por el Cardenal Mercier, el 22 de septiembre de 1923. Ese mismo año le
fueron concedidas dos becas de investigación, una del gobierno belga y otra de una Fundación norteamericana, y fue admitido en la Universidad de Cambridge (Inglaterra) como investigador de astronomía.

El observatorio astronómico de Cambridge estaba entonces dirigido por Sir Arthur Eddington, uno de los astrofísicos más importantes del siglo XX. Eran unos años muy importantes para la física. Einstein había formulado la relatividad especial en 1905, y en 1915 la relatividad general, que por vez primera permitía estudiar científicamente el universo en su conjunto. Lemaître siguió las enseñanzas de Eddington y también las de Rutherford, padre de la física nuclear. En junio de 1924 volvió a Bruselas, pero ese mismo año volvió a viajar por motivos científicos, esta vez a Canadá y Estados Unidos. En América, además de encontrar a Eddington, tuvo la oportunidad de conocer directamente a algunos físicos que, en aquellos momentos, estaban realizando trabajos pioneros en las observaciones astronómicas, y pasó el
curso 1924-1925 trabajando en Harvard con uno de ellos, Harlow Shapley.

Desde octubre de 1925, Lemaître fue profesor de la Universidad de Lovaina. Abierto y simpático, tenía grandes dotes para la investigación y era un profesor nada convencional. Ejerció una gran influencia en muchos alumnos y promovió la investigación en la Universidad. Además, en 1930 se hizo famoso en la comunidad científica mundial y sus viajes, especialmente a los Estados Unidos, fueron ya una constante durante muchos años.

Lemaître se hizo famoso por dos trabajos que están muy relacionados y se refieren al universo en su conjunto: la expansión del universo, y su origen a partir de un «átomo primitivo».

La expansión del universo

Las ecuaciones de la relatividad general, formuladas por Einstein en 1915, permitían estudiar el universo en su conjunto. El mismo Einstein lo hizo, pero se encontró con un universo que no le gustaba: era un universo que cambiaba con el tiempo, y Einstein, por motivos no científicos, prefería un universo inalterable en su conjunto. Para conseguirlo, realizó una maniobra que, al menos en la ciencia, suele ser mala: introdujo en sus ecuaciones un término cuya única función era mantener al universo estable, de acuerdo con sus preferencias personales. Se trataba de una magnitud a la que denominó «constante cosmológica». Años más tarde, dijo que había sido el peor error de su vida.

Otros físicos también habían desarrollado los estudios del universo tomando como base la relatividad general. Fueron especialmente importantes los trabajos del holandés Willem de Sitter en 1917, y del ruso George Friedman en 1922 y 1924. Friedman formuló la hipótesis de un universo en expansión, pero sus trabajos tuvieron escasa repercusión en aquellos momentos.

Lemaître trabajó en esa línea hasta que consiguió una explicación teórica del universo en expansión, y la publicó en un artículo de 1927. Pero, aunque ese artículo era correcto y estaba de acuerdo con los datos obtenidos por los astrofísicos de vanguardia en aquellos años, no tuvo por el momento ningún impacto especial, a pesar de que Lemaître fue a hablar de ese tema, personalmente, con Einstein en 1927 y con de Sitter en 1928: ninguno de los dos le hizo caso.

Para que a uno le hagan caso, suele ser importante tener un buen intercesor. El gran intercesor de Lemaître fue Eddington, quien le conocía por haberle tenido como discípulo en Cambridge el curso 1923-1924. El 10 de enero de 1930 tuvo lugar en Londres una reunión de la Real Sociedad Astronómica. Leyendo el informe que se publicó sobre esa reunión, Lemaître advirtió que tanto de Sitter como Eddington estaban insatisfechos con el universo estático de Einstein y buscaban otra solución. ¡Una solución que él ya había publicado en 1927! Escribió a Eddington recordándole
ese trabajo de 1927. A Eddington, como a Einstein y por motivos semejantes, tampoco le hacía gracia un universo en expansión; pero esta vez se rindió ante los argumentos y se dispuso a reparar el desaguisado. El 10 de mayo de 1930 dió una conferencia ante la Sociedad Real sobre ese problema, y en ella informó sobre el trabajo de Lemaître: se refirió a la «contribución decididamente original avanzada por la brillante solución de Lemaître», diciendo que «da una respuesta asombrosamente completa a los diversos problemas que plantean las cosmogonías de Einstein y de de Sitter». El 19 de mayo, de Sitter reconoció también el valor del trabajo de Lemaître que fue publicado, traducido al inglés, por la Real Sociedad Astronómica. Lemaître se hizo famoso.

La fama de Lemaître se consolidó en 1932. Muchos astrónomos y periodistas estaban presentes en Cambridge (Estados Unidos), en la conferencia que Eddington pronunció el día 7 de septiembre en olor de multitud, y en esa conferencia Eddington se refirió a la hipótesis de Lemaître como una idea fundamental para comprender el universo (Lemaître estaba presente en la conferencia). El día 9, en el Observatorio de Harvard, se pidió a Eddington y Lemaître que explicasen su teoría.

El átomo primitivo

Si el universo está en expansión, resulta lógico pensar que, en el pasado, ocupaba un espacio cada vez más pequeño, hasta que, en algún momento original, todo el universo se encontraría concentrado en una especie de «átomo primitivo». Esto es lo que casi todos los científicos afirman hoy día, pero nadie había elaborado científicamente esa idea antes de que Lemaître lo hiciera, en un artículo publicado en la prestigiosa revista inglesa «Nature» el 9 de mayo de 1931.

El artículo era corto, y se titulaba «El comienzo del mundo desde el punto de vista de la teoría cuántica». Lemaître publicó otros artículos sobre el mismo tema en los años sucesivos, y llegó a publicar un libro titulado «La hipótesis del átomo primitivo».

En la actualidad estamos acostumbrados a estos temas, pero la situación era muy diferente en 1931. De hecho, la idea de Lemaître tropezó no sólo con críticas, sino con una abierta hostilidad por parte de científicos que reaccionaron a veces de modo violento. Especialmente, Einstein encontraba esa hipótesis demasiado audaz e incluso tendenciosa.

Llegamos así a una situación que se podría calificar como «síndrome Galileo». Este síndrome tiene diferentes manifestaciones, según los casos, pero responde a un mismo estado de ánimo: el temor de que la religión pueda interferir con la autonomía de las ciencias. Sin duda, una interferencia de ese tipo es indeseable; pero el síndrome Galileo se produce cuando no existe realmente una interferencia
y, sin embargo, se piensa que existe.

En nuestro caso, se dio el síndrome Galileo: varios científicos (entre ellos Einstein) veían con desconfianza la propuesta de Lemaître, que era una hipótesis científica seria, porque, según su opinión, podría favorecer a las ideas religiosas acerca de la creación. Pero antes de analizar más de cerca las manifestaciones del «síndrome Galileo» en este caso, vale la pena registrar cómo se desarrollaron las relaciones entre Lemaître y Einstein.

Einstein y Lemaître

El artículo de Lemaître de 1927, sobre la expansión del universo, no encontró mucho eco. Desde luego, Lemaître no era un hombre que se quedase con los brazos cruzados. Convencido de la importancia de su trabajo, fue a explicárselo al mismísimo Einstein.

El primer encuentro fue, más bien, un encontronazo. Del 24 al 29 de octubre de 1927 tuvo lugar, en Bruselas, el famoso quinto congreso Solvay, donde los grandes genios de la física discutieron la nueva física cuántica. Lemaître buscó hablar con Einstein sobre su artículo, y lo consiguió. Pero Einstein le dijo: «He leído su artículo. Sus cálculos son correctos, pero su física es abominable». Lemaître, convencido de que Einstein se equivocaba esta vez, buscó prolongar la conversación, y también lo consiguió. El profesor Piccard, que acompañaba a Einstein para mostrarle su laboratorio en la Universidad, invitó a Lemaître a subir al taxi con ellos. Una vez en el coche, Lemaître aludió a la velocidad de las nebulosas, tema que en aquellos momentos era objeto de importantes resultados que Lemaître conocía muy bien y que se encuentra muy relacionado con la expansión del universo. Pero la situación se volvió bastante embarazosa, porque Einstein no parecía estar al corriente de esos resultados. Piccard decidió huir hacia adelante: para salvar la situación, ¡comenzó a hablar con Einstein en alemán, idioma que Lemaître no entendía!

Las relaciones de Lemaître con Einstein mejoraron más tarde. La primera aproximación vino a través de los reyes de Bélgica, que se interesaron por los trabajos de Lemaître y le invitaron a la corte. Einstein pasaba cada año por Bélgica para visitar a Lorentz y a de Sitter, y en 1929 encontró una invitación de la reina Elisabeth, alemana como Einstein, en la que le pedía que fuera a verla llevando su violón (tocar el violón era una afición común a la reina y a Einstein): esa invitación
fue seguida por muchas otras, de modo que Einstein llegó a ser amigo de los reyes. En una conversación, el rey preguntó a Einstein sobre la famosa teoría acerca de la expansión del universo, e inevitablemente se habló de Lemaître; notando que Einstein se sentía incómodo, la reina le invitó a improvisar, con ella, un dúo de violón. Ya llovía sobre mojado.

Otra aproximación se produjo en 1930, en una ceremonia en Cambridge, donde Einstein encontró a Eddington. De nuevo salió en la conversación la teoría del sacerdote belga, y Eddington la defendió con entusiasmo.

Einstein tuvo varios años para reflexionar antes de encontrarse de nuevo personalmente con Lemaître, en los Estados Unidos. Lemaître había sido invitado por el famoso físico Robert Millikan, director del Instituto de Tecnología de California. Entre sus conferencias y seminarios, el 11 de enero de 1933 dirigió un seminario sobre los rayos cósmicos, y Einstein se encontraba entre los asistentes. Esta vez,
Einstein se mostró muy afable y felicitó a Lemaître por la calidad de su exposición. Después, ambos se fueron a discutir sus puntos de vista. Einstein ya admitió entonces que el universo está en expansión; sin embargo, no le convencía la teoría del átomo primitivo, que le recordaba demasiado la creación. Einstein dudó de la buena fe de Lemaître en ese tema, y Lemaître, por el momento, no insistió.

En mayo de 1933, Einstein dirigió algunos seminarios en la Universidad Libre de Bruselas. Al enterarse de que Hitler había sido nombrado Canciller de la República Alemana, fue a la Embajada alemana en Bruselas para renunciar a la nacionalidad alemana y dimitir de sus puestos en la Academia de Ciencias y en la Universidad de Berlín. Einstein permaneció varios meses en Bélgica, preparando su porvenir de exiliado. En esas circunstancias, Lemaître fue a verle y le organizó varios seminarios. En uno de ellos, Einstein anunció que la conferencia siguiente la daría Lemaître, añadiendo que tenía cosas interesantes que contarles. El pobre Lemaître, cogido esta vez por sorpresa, pasó un fin de semana preparando su conferencia, y la dió el 17 de mayo. Einstein le interrumpió varias veces en la conferencia manifestando su entusiasmo, y afirmó entonces que Lemaître era la persona que mejor había comprendido sus teorías de la relatividad.

De enero a junio de 1935, Lemaître estuvo en los Estados Unidos como profesor invitado por el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton. En Princeton encontró por última vez a Einstein.

Ciencia y religión

Volvamos al síndrome Galileo. A Einstein le costó aceptar la expansión del universo, aunque finalmente tuvo que rendirse ante ella, porque sus ideas religiosas se situaban en una línea que de algún modo podría calificarse, con los debidos matices, como panteísta. Por tanto, al otorgar de algún modo un carácter divino al universo, le costaba admitir que el universo en su conjunto va cambiando con el tiempo. Los mismos motivos le llevaron a rechazar la teoría del átomo primitivo. Un universo que tiene una historia y que comienza en un estado muy singular le recordaba demasiado la idea de creación.

Einstein no era el único científico que sufría los efectos del síndrome Galileo. El simple hecho de ver a un sacerdote católico metiéndose en cuestiones científicas parecía sugerir una intromisión de los eclesiásticos en un terreno ajeno. Y si ese sacerdote proponía, además, que el universo tenía un origen histórico, la
presunta intromisión parecía confirmarse: se trataría de un sacerdote que quería meter en la ciencia la creación divina. Pero los trabajos científicos de Lemaître eran serios, y finalmente todos los científicos, Einstein incluido, lo reconocieron y le otorgaron todo tipo de honores.

Lamaître jamás intentó explotar la ciencia en beneficio de la religión. Estaba convencido de que ciencia y religión son dos caminos diferentes y complementarios que convergen en la verdad. Al cabo de los años, declaraba en una entrevista concedida al New York Times: «Yo me interesaba por la verdad desde el punto de vista de la salvación y desde el punto de vista de la certeza científica. Me parecía que
los dos caminos conducen a la verdad, y decidí seguir ambos. Nada en mi vida profesional, ni en lo que he encontrado en la ciencia y en la religión, me ha inducido jamás a cambiar de opinión».

Un hecho resulta especialmente significativo en este contexto. El 22 de noviembre de 1951, el Papa Pío XII pronunció una famosa alocución ante la Academia Pontificia de Ciencias. Algún pasaje parece sugerir que la ciencia, y en particular los nuevos conocimientos sobre el origen del universo, prueban la existencia de la creación divina. Lemaître, que en 1960 fue nombrado Presidente de la Academia Pontificia de
Ciencias, pensó que era conveniente clarificar la situación para evitar equívocos, y habló con el jesuita Daniel O'Connell, director del Observatorio Vaticano, y con los Monseñores dell'Acqua y Tisserand, acerca del próximo discurso del Papa sobre cuestiones científicas. El 7 de septiembre de 1952, Pío XII dirigió un discurso a la asamblea general de la Unión astronómica internacional y, aludiendo a los conocimientos científicos mencionados en el discurso precedente, evitó extraer las consecuencias que podían prestarse a equívocos.

Lemaître dejó clara constancia de sus ideas sobre las relaciones entre ciencia y fe. Uno de sus textos resulta especialmente esclarecedor: «El científico cristiano debe dominar y aplicar con sagacidad la técnica especial adecuada a su problema. Tiene los mismos medios que su colega no creyente. También tiene la misma libertad de espíritu, al menos si la idea que se hace de las verdades religiosas está a la altura de su formación científica. Sabe que todo ha sido hecho por Dios, pero sabe también que Dios no sustituye a sus creaturas. La actividad divina omnipresente se encuentra por doquier esencialmente oculta. Nunca se podrá reducir el Ser supremo a una hipótesis científica. La revelación divina no nos ha enseñado lo que éramos capaces de descubrir por nosotros mismos, al menos cuando esas verdades naturales no son indispensables para comprender la verdad sobrenatural. Por tanto, el científico cristiano va hacia adelante libremente, con la seguridad de que su investigación no puede entrar en conflicto con su fe. Incluso quizá tiene una cierta ventaja sobre su colega no creyente; en efecto, ambos se esfuerzan por descifrar la múltiple complejidad de la naturaleza en la que se encuentran sobrepuestas y confundidas las diversas etapas de la larga evolución del mundo, pero el creyente tiene la ventaja de saber que el enigma tiene solución, que la escritura subyacente es al fin y al cabo la obra de un Ser inteligente, y que por tanto el problema que plantea la naturaleza puede ser resuelto y su dificultad está sin duda proporcionada a la capacidad
presente y futura de la humanidad. Probablemente esto no le proporcionará nuevos recursos para su investigación, pero contribuirá a fomentar en él ese sano optimismo sin el cual no se puede mantener durante largo tiempo un esfuerzo sostenido. En cierto sentido, el científico prescinde de su fe en su trabajo, no porque esa fe pudiera entorpecer su investigación, sino porque no se relaciona directamente con su actividad científica».
Estas palabras, pronunciadas el 10 de septiembre de 1936 en un Congreso celebrado en Malinas, sintetizan nítidamente la compatibilidad entre la ciencia y la fe, en un mutuo respeto que evita indebidas interferencias, y a la vez muestran el estímulo que la fe proporciona al científico cristiano para avanzar en su arduo trabajo.

(1) Valérie de Rath, Georges Lemaître, le Père du big bang. Éditions Labor, Bruselas 1994. 159 páginas.
Mario García
Gracias por los comentarios de todos, es verdad este es un tema delicado.
Hay que estar informados constantmente pues la exigencia del apóstol lo pide.
Que reine la caridad.Más
Gracias por los comentarios de todos, es verdad este es un tema delicado.
Hay que estar informados constantmente pues la exigencia del apóstol lo pide.

Que reine la caridad.
Pájaroloco
La actitud de la Iglesia de cara a las teorías de la evolución, que son varias, es de prudencia. Reconoce que parten de hipótesis científicas serias, dignas de ser tenidas en cuenta, pero que hay que estar atentos de cara a su interpretación. No es admisible, por ejemplo, una interpretación de tipo materialista, que excluya la causalidad divina.
Pájaroloco
De cara al origen del hombre, se podría admitir la posibilidad de una evolución en cuanto al cuerpo, pero sabemos por la Revelación, así como por una sana filosofía, que el alma humana, que es espiritual, no puede surgir de la materia, sino que implica una creación directa por parte de Dios.
12 más comentarios de Pájaroloco
Pájaroloco
A este respecto, puede ser útil leer un documento reciente de Juan Pablo II en el que trató el tema, del cual está tomada esta cita: «Teniendo en cuenta el estado de las investigaciones científicas de esa época y también las exigencias propias de la teología, la encíclica Humani generis consideraba la doctrina del evolucionismo como una hipótesis seria, digna de una investigación y de una …Más
A este respecto, puede ser útil leer un documento reciente de Juan Pablo II en el que trató el tema, del cual está tomada esta cita: «Teniendo en cuenta el estado de las investigaciones científicas de esa época y también las exigencias propias de la teología, la encíclica Humani generis consideraba la doctrina del evolucionismo como una hipótesis seria, digna de una investigación y de una reflexión profundas, al igual que la hipótesis opuesta.
Pájaroloco
Pío XII había destacado este punto esencial: el cuerpo humano tiene su origen en la materia viva que existe antes que él, pero el alma espiritual es creada inmediatamente por Dios "animas enim a Deo immediate creari catholica fides nos retinere iubet": encíclica Humani generis: AAS 42 [1950], p. 575).
Pájaroloco
En otro texto se había expresado de modo semejante: «En cuanto al aspecto puramente naturalista de la cuestión, ya mi inolvidable predecesor, el Papa Pío XII, en la encíclicaHumani generis, llamaba la atención en 1950 sobre el hecho de que el debate referente al modelo explicativo de evolución no es obstaculizado por la fe si la discusión se mantiene en el contexto del método naturalista y de …Más
En otro texto se había expresado de modo semejante: «En cuanto al aspecto puramente naturalista de la cuestión, ya mi inolvidable predecesor, el Papa Pío XII, en la encíclicaHumani generis, llamaba la atención en 1950 sobre el hecho de que el debate referente al modelo explicativo de evolución no es obstaculizado por la fe si la discusión se mantiene en el contexto del método naturalista y de sus posibilidades [...].
Pájaroloco
Según estas consideraciones de mi predecesor, una fe rectamente entendida sobre la creación y una enseñanza rectamente concebida de la evolución no crean obstáculos: en efecto, la evolución presupone la creación; la creación se encuadra en la luz de la evolución como un hecho que se prolonga en el tiempo - como una creatio continua - en la que Dios se hace visible a los ojos del creyente como …Más
Según estas consideraciones de mi predecesor, una fe rectamente entendida sobre la creación y una enseñanza rectamente concebida de la evolución no crean obstáculos: en efecto, la evolución presupone la creación; la creación se encuadra en la luz de la evolución como un hecho que se prolonga en el tiempo - como una creatio continua - en la que Dios se hace visible a los ojos del creyente como ‘Creador del cielo y de la tierra’» (Juan Pablo II, discurso en el Simposio científico internacional sobre Fe cristiana y teoría de la evolución, 26 de abril de 1985).
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A este respecto, científicos y teólogos, han gastado litros de tinta y kilos de papel, por lo que podría parecer algo simplista pretender responder a este tema en breves líneas. Sin embargo podemos responder lo siguiente: La teoría de que Dios se sirvió del cuerpo de un mono para hacer al primer hombre se llama evolucionismo. Esta teoría no está condenada por la Iglesia, desde la fe y la filosofía …Más
A este respecto, científicos y teólogos, han gastado litros de tinta y kilos de papel, por lo que podría parecer algo simplista pretender responder a este tema en breves líneas. Sin embargo podemos responder lo siguiente: La teoría de que Dios se sirvió del cuerpo de un mono para hacer al primer hombre se llama evolucionismo. Esta teoría no está condenada por la Iglesia, desde la fe y la filosofía no hay inconveniente en admitir la teoría de la evolución. La respuesta de la veracidad de esta teoría nos la debe dar la ciencia, pues hasta el momento no deja de ser eso, una teoría.
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De hecho, la teoría de la evolución no elimina la necesidad de una inteligencia ordenadora. Admitir el orden de este mundo y no preguntarse por su causa, es como encontrarse un televisor en lo alto de un monte y atribuirlo a la casualidad . Los textos de la Biblia no tratan de darnos una explicación científica del modo cómo fueron hechos Adán y Eva, sino algo mucho más profundo: el hombre es …Más
De hecho, la teoría de la evolución no elimina la necesidad de una inteligencia ordenadora. Admitir el orden de este mundo y no preguntarse por su causa, es como encontrarse un televisor en lo alto de un monte y atribuirlo a la casualidad . Los textos de la Biblia no tratan de darnos una explicación científica del modo cómo fueron hechos Adán y Eva, sino algo mucho más profundo: el hombre es obra de Dios y la mujer de la misma naturaleza que el hombre .
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Estos estudios evidencian una cosa de la que no podemos dudar: el hombre tiene muchas cosas en común con el mundo viviente inferior a él, y de modo especial con la familia de los monos. Esta es una verdad en la que la ciencia ha ido profundizando cada vez más y que permite pensar que la teoría de la evolución hoy día es la explicación más racional.
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Lo que a veces no se recalca de igual manera, es que el hombre por sus manifestaciones de inteligencia, voluntad y capacidad de amar... se separa claramente de los demás monos. Esto es lo que la Iglesia se esfuerza por comunicar: que el hombre no es pura materia sino que tiene espíritu y el espíritu no evoluciona.
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La ciencia podrá explicar cómo ha ido evolucionando el cuerpo, cosa que la Iglesia no sólo no tendrá problemas en aceptar, sino que la acogerá, pero lo que nunca podrá probar la ciencia es que “haya evolucionado el alma”.
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Resumiendo: la Iglesia acepta que para la creación del hombre, Dios se pudo valer de una “materia” que ya existía (los homínidos) y que perfeccionó, a la que añadió el alma espiritual y racional, creando así al hombre. Además la Iglesia enseña que Dios no sólo dio el alma al primer hombre, sino que la da a cada hombre que viene al mundo, que la crea. Con esto rechaza cualquier interpretación …Más
Resumiendo: la Iglesia acepta que para la creación del hombre, Dios se pudo valer de una “materia” que ya existía (los homínidos) y que perfeccionó, a la que añadió el alma espiritual y racional, creando así al hombre. Además la Iglesia enseña que Dios no sólo dio el alma al primer hombre, sino que la da a cada hombre que viene al mundo, que la crea. Con esto rechaza cualquier interpretación que diga que todo el hombre (alma y cuerpo) descienden del mono, porque si toda alma es creada por Dios, ya no hay lugar para la evolución.
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Para una mayor profundización se recomienda leer las siguientes obras:
- S.S. PIO XII: Carta Encíclica “Humani generis”, LEV.
- ALEJANDRO OPARIN: Origen de la vida sobre la Tierra, V. Ed. Tecnos. Madrid, 1970
- SALVADOR DE MADARIAGA: Dios y los españoles, pg.37. Ed. Planeta. Barcelona, 1975
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- FRED HOYLE: El Universo inteligente, I, 1. Ed. Grijalbo. Barcelona, 1984
- PIERO PASOLINI: Las grandes ideas que han revolucionado la Ciencia en el último siglo, I, 4. Ed. Ciudad Nueva. Madrid, 1981
- SEBASTIÁN BARTINA, S.I.: Hacia los origenes del hombre, I, 1. Ed. Garriga. Barcelona
- DR. BERMUDO MELÉNDEZ, Catedrático de Paleontología en la Universidad Complutense de Madrid: Las bases científicas …Más
- FRED HOYLE: El Universo inteligente, I, 1. Ed. Grijalbo. Barcelona, 1984
- PIERO PASOLINI: Las grandes ideas que han revolucionado la Ciencia en el último siglo, I, 4. Ed. Ciudad Nueva. Madrid, 1981
- SEBASTIÁN BARTINA, S.I.: Hacia los origenes del hombre, I, 1. Ed. Garriga. Barcelona
- DR. BERMUDO MELÉNDEZ, Catedrático de Paleontología en la Universidad Complutense de Madrid: Las bases científicas del evolucionismo, pg. 89. Ed. ADUE. Madrid
- ROBERT JASTROW: El telar mágico. Ed. Salvat. Barcelona, 1985
- P. JORGE LORING, S.I. : El origen del hombre a la luz de la ciencia actual y de la Biblia. (video)
Luzmaría
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Magda Mares
La teoría del Big Bang y la evolución de la naturaleza no contradicen la intervención de Dios como Creador, sino que la requiere, afirmó este lunes el Papa Francisco en un discurso a la Asamblea Plenaria de la Pontificia Academia de las Ciencias, donde también develó un busto en honor a Benedicto XVI.