EDGARIUS
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Los grados de pertenencia a la Iglesia, (Incidencia de la Iglesia en la salvación de todos los hombres.)

Consecuencia: la mediación universal de la Iglesia y los grados de pertenencia a la Iglesia

a) La mediación universal de la Iglesia


Por ser la iglesia en el mundo el sacramento universal de la salvación, toda gracia llega a través de ella y toda gracia tiende hacia ella.

a. Toda gracia llega a través de la iglesia: No solamente el camino normal previsto por Cristo para comunicar su vida es el canal de los sacramentos, sino que además, siendo como es la Iglesia ‘Jesucristo difundido y comunicado’, según palabras de Bossuet, toda participación en la vida de Cristo será eclesial, aun en el caso de que sus beneficiarios no tengan conciencia de ello, ya que no existen dos especies de una misma vida cristiana, supuestamente distintas en razón de la pertenencia o no pertenencia a la Iglesia. Concretamente, dicha mediación se ejerce de dos maneras sobre todo:

-En virtud de los sacramentos, y de la eucaristía en particular. En la economía de la salvación, la misa y la cruz son dos misterios inseparables: ‘Sin la cruz, la misa sería una ceremonia vacía. Pero, sin la misa, la cruz sería una fuente sellada’ (Montcheuil).

-En virtud de las restantes plegarias y sacrificios ofrecidos por la iglesia. La encíclica Mystici corporis insiste varias veces en el papel maternal que la Iglesia desempeña con respecto al conjunto de la humanidad.

b. Toda gracia tiende hacia la Iglesia: Más cierto aún es que toda gracia ordena necesariamente a quien la recibe hacia la Iglesia, para que pertenezca a ella cada vez más y mejor. Cristo, escribía Isaac de Stella, ‘es un esposo humilde y fiel’, todo lo que hace, lo hace pues para su esposa. Esta fidelidad forma parte de su misterio. ‘Adondequiera que vaya ahora, a la derecha del Padre o al fondo de las almas, sigue siendo siempre el Cristo de su Iglesia y de Pedro, y los primeros momentos de su entrada en no importa qué corazón, las primeras acometidas de su gracia, que no descansa nunca y en parte alguna, serán asimismo los primeros pasos de su venida a la Iglesia’ (Mersch).

b) Los grados de pertenencia a la Iglesia

La cuestión de la pertenencia a la Iglesia no es más que una aplicación de todo lo que acaba de decirse. Dos grandes principios deben tomarse aquí en cuenta:

a. ‘Están plenamente incorporados a la sociedad de la iglesia quienes, poseyendo el Espíritu de Cristo, aceptan íntegramente su constitución y todos los medios de salvación establecidos en ella. y en su cuerpo visible están unidos con Cristo, el cual la rige por medio del soberano pontífice y los obispos, por los vínculos de la profesión de fe, de los sacramentos, del gobierno y comunión eclesiástica’ (Lumen gentium, 14). El mismo documento añade a continuación:

-esta ‘incorporación’ a la Iglesia no asegura la salvación a quien, no perseverando en la caridad, permanece en el seno de la Iglesia sólo en cuerpo, y no en corazón;

-esta situación sobrenatural de los hijos de la Iglesia ‘debe atribuirse no a sus méritos, sino a una gracia singular de Cristo’.

También añade: ‘los catecúmenos que, movidos por el Espíritu Santo, solicitan con voluntad expresa ser incorporados a la Iglesia, por este mismo deseo ya están vinculados a ella y la madre Iglesia los abraza con amor y solicitud como suyos’ (L.G., 14).

b. Aun sin estar plenamente incorporado a la iglesia, es posible, sin embargo, estar unido a ella y, en este sentido, pertenecer a ella de algún modo. El concilio Vaticano II habla explícitamente de un vínculo por el que están unidos a la Iglesia todos aquellos que, aun sin estar plenamente incorporados a ella, pertenecen sin embargo a ella de algún modo (L.G., 15-16; Decreto sobre el ecumenismo, 3 y 4). Hay, pues, una pertenencia en sentido amplio (en esta última, es preciso establecer una distinción entre aquellos que admiten el Evangelio y ‘se honran con el bello nombre de cristianos’, algunos de los cuales están unidos a la Iglesia por vínculos sacramentales muy fuertes -cf. L.G. 15-, y aquellos otros que, no habiendo recibido todavía el Evangelio, están simplemente ‘ordenados al pueblo de Dios’ -ibid., 16-). Tal es la razón de que, para mejor definir y caracterizar estos diferentes casos, procedan algunos teólogos a enumerar las tres categorías siguientes:

-la incorporación plena (o pertenencia en sentido fuerte), incorporación que supone las tres condiciones clásicas recogidas por el Concilio (profesión de fe cristiana, vida sacramental, comunión con la jerarquía de la Iglesia);

-una pertenencia en sentido amplio o incompleta, caso de faltar uno o dos de los elementos antes citados;

-un cierto vinculo con la Iglesia, que ni siquiera cabe calificarlo como pertenencia, cuando no se da ninguna de las tres condiciones.