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Rafaela y su amigo el sacerdoto

Rafaela y su amigo el sacerdoto

Jorge, el 23.01.20 a las 12:41 PM

Una vez más no me queda más remedio que reconocer el sentido común y las buenas ocurrencias de mi amiga Rafaela. Lleva unos días en los que, cuando quiere tomarme el pelo, y es especialista, se dirige a mí llamándome no D. Jorge, ni siquiera Jorge a secas, qué va. Ni mucho menos. Simplemente me dice: “oye, curo”.

Ha decidido jugar a ser moderna, feminista e inclusiva. La cosa de incordiar. Comenzó teniendo muchísimo cuidado en decir siempre eso de “hombres y mujeres”, “niños y niñas”, “paisanos y paisanas”. Más aún, es que si hablas con ella y dices, por ejemplo, “es que los españoles” … rápido salta con cara de feminista recalcitrante: “y españolas”. No necesita lecciones. Señora, mayor, de pueblo, pero si hay que ser feminista, moderna, inclusiva y reivindicativa, ahí está Rafaela.

El siguiente paso ha consistido en aplicar el mismo trato y razonamiento a las especies animales. No habla de sus vacas, sino de vacas y toro, terneros y terneras, chotos y chotas. También de gallinas y gallo, patos y patas. Y si no hay femenino reconocida, ahí está ella aportando su granito de arena: gorriones y gorrionas, avestruzos y avestruzas, incluso perdizo y perdiza, porque hablar de perdiz macho o hembra ya sería adjudicar un sexo al animal en función de sus características físicas, lo que supondría violentar su identidad. Otra cosa es cómo preguntar al perdizo o a la perdiza por su sentimiento de identidad, pero dice ella que lo de los idiomas animales tendrá sus especialistas propios.

Solo hay una cosa que en esto de la diferenciación y explicitación del nombre en los animales se le resiste, precisamente en una voz que recoge el diccionario. Y es que cuando habla de sus cabras simplemente dice “las cabras y el …”, y ahí algo enrojece, se ríe, se acuerda de la catequesis y las clases de urbanidad y lo otro no le sale… Atavismos infantiles, posiblemente.

Nada fácil lo tiene Rafaela con un servidor, pero no descansa para conseguir llevar a su terreno del esperpento y el despropósito el lenguaje eclesiástico. De momento, ha comenzado por llamarme “curo”, porque, evidentemente, si un día hubiera mujeres, lo propio sería distinguir entre curo y cura. También se refiere a un servidor como el “sacerdoto” de su parroquia, en previsión de que un día, vaya usted a saber si pronto, llegara una sacerdota. Así nos vamos acostumbrando, dice ella.

¿No te estarás pasando, Rafaela?

¿Qué me estoy pasando? Mira, curo, el fin de semana pasado me tocó ir a misa con mis sobrinos a su parroquia de Madrid. No te lo creerás, o a lo mejor sí, pero el curo o sacerdoto que celebró la misa empezó por decir que “el Señor esté con vosotros y vosotras”, siguió por “hermanos y hermanas, antes de celebrar los sagrados misterios..” y hasta en la consagración tuve que aguantar “esto es mi Cuerpo que se entrega por vosotros y vosotras”, “este es el cáliz de mi Sangre … que será derramada por vosotros y vosotras y por muchos y muchas…”

Me queda la esperanza de que a base de llamaros curos y sacerdotos os deis cuenta del ridículo que hacen algunos.

Al acabar la misa, sigue diciendo Rafaela, pasé a la sacristía para decirle al celebrante que me había sorprendido mucho encontrar un curo tan sensibilizado con la problemática de la ideología de género y que si en la zona había muchos sacerdotos como él.

- Señora, me dijo, ¿esta usted bien de la cabeza?

- Posiblemente, le respondí, bastante mejor que usted. Feliz día, señor curo.

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