Farrell, camarlengo: el mensaje claro de que la homosexualidad clerical no será investigada
Farrell, camarlengo: el mensaje claro de que la homosexualidad clerical no será investigada
Escudos de armas del cardenal Farrell y Theodore McCarrick
Por Carlos Esteban | 21 febrero, 2019
La suerte está echada, y no podemos fingir que del minisínodo romano vaya salir nada remotamente significativo o eficaz, como demuestran, más alto que cualquier palabra, los recientes nombramientos papales.
“El león rampante es homenaje a Theodore Cardenal McCarrick, Arzobispo emérito de Washington […] el oro y el rojo derivan del escudo del cardenal McCarrick, de quien fue obispo auxiliar […] Se incluye un campo azul en honor de la Virgen de Lourdes, en cuya festividad fue ordenado obispo de manos del cardenal McCarrick”.
Este es un extracto de la explicación del escudo episcopal del cardenal Kevin Farrell, nombrado por Su Santidad prefecto para los Laicos, la Familia y la Vida y, hace pocos días, Cardenal Camarlengo de la Iglesia, un puesto clave, con lo que se dará la curiosa paradoja de que los símbolos elegidos por McCarrick, el hombre cuyos crímenes han puesto en marcha la maquinaria causal que ha desembocado en el escándalo de abusos, serán omnipresentes para los presidentes de las conferencias episcopales en la cumbre convocada para solucionar ese mismo escándalo.
De hecho, el gran honor conferido a Farrell, que conviviera tanto tiempo en la misma casa con McCarrick y a quien profesaba tan explícita admiración, que invitó al homosexualista padre James Martin al Encuentro Mundial de las Familias de Dublín y prologó elogiosamente su libro más famoso, se empareja con el encargo a ese otro pupilo de McCarrick, el cardenal Blaise Cupich, arzobispo de Chicago, como mensajes diáfanos a la opinión pública: lejos de reconocer la gravedad de que entre el 70% y el 80% de los abusos tuvieran como víctima a un varón con la pubertad superada, se hará todo lo posible para ignorar este dato y para ocultar la evidente existencia de redes homosexuales en el clero.
Los hechos hablan siempre más alto que las palabras, y todos los hecho apuntan en una misma dirección.
infovaticana.com/…/farrell-camarle…
Escudos de armas del cardenal Farrell y Theodore McCarrick
Por Carlos Esteban | 21 febrero, 2019
La suerte está echada, y no podemos fingir que del minisínodo romano vaya salir nada remotamente significativo o eficaz, como demuestran, más alto que cualquier palabra, los recientes nombramientos papales.
“El león rampante es homenaje a Theodore Cardenal McCarrick, Arzobispo emérito de Washington […] el oro y el rojo derivan del escudo del cardenal McCarrick, de quien fue obispo auxiliar […] Se incluye un campo azul en honor de la Virgen de Lourdes, en cuya festividad fue ordenado obispo de manos del cardenal McCarrick”.
Este es un extracto de la explicación del escudo episcopal del cardenal Kevin Farrell, nombrado por Su Santidad prefecto para los Laicos, la Familia y la Vida y, hace pocos días, Cardenal Camarlengo de la Iglesia, un puesto clave, con lo que se dará la curiosa paradoja de que los símbolos elegidos por McCarrick, el hombre cuyos crímenes han puesto en marcha la maquinaria causal que ha desembocado en el escándalo de abusos, serán omnipresentes para los presidentes de las conferencias episcopales en la cumbre convocada para solucionar ese mismo escándalo.
De hecho, el gran honor conferido a Farrell, que conviviera tanto tiempo en la misma casa con McCarrick y a quien profesaba tan explícita admiración, que invitó al homosexualista padre James Martin al Encuentro Mundial de las Familias de Dublín y prologó elogiosamente su libro más famoso, se empareja con el encargo a ese otro pupilo de McCarrick, el cardenal Blaise Cupich, arzobispo de Chicago, como mensajes diáfanos a la opinión pública: lejos de reconocer la gravedad de que entre el 70% y el 80% de los abusos tuvieran como víctima a un varón con la pubertad superada, se hará todo lo posible para ignorar este dato y para ocultar la evidente existencia de redes homosexuales en el clero.
Los hechos hablan siempre más alto que las palabras, y todos los hecho apuntan en una misma dirección.
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