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HÁBLAME TÚ DE TI, MI AMOR. HÁBLAME TÚ DE TI, MI AMOR El oído se pega a la voz, a la escucha. Así resalta en el Cantar de los cantares, en los Salmos, en páginas de Oseas, de Isaías. Te voy a hablar,…Más
HÁBLAME TÚ DE TI, MI AMOR.

HÁBLAME TÚ DE TI,
MI AMOR
El oído se pega a la voz, a la escucha. Así resalta en el Cantar de los cantares, en los Salmos, en páginas de Oseas, de Isaías. Te voy a hablar, estoy hablando: pon el oído a las palabras de mi boca.
Todo enamorado escucha, guarda, pega el oído a la voz que llega de lejos, que se aproxima, se acerca en expresión, calor y verdad. Es un rito y un juego.
¡Escúchame, Señor! Atento tú a mi palabra. ¡Inclina tu oído! Audi, filia.
Cantar, es decir simplemente, más que contar o narrar historias, largas hazañas o viajes interminables entre peligros. Hablar que se escucha pegando el oído a la voz de la palabra, a tu sentido, tono y veracidad.
Crece la amistad en el oír la voz. Si se rompe la escucha, la amistad desaparece. Si el habla es mentira, se prestará atención a otros sonidos que porten en sus vientos verdad de vida, sentido de verdad, paz y verdad con justicia.
¡Escucha! Inclina el oído, prendado está el Rey de tu belleza. ¡Cuántos mensajes ha recibido el mundo a través de toda la historia y prehistoria!
Dichosos los oídos que escuchan la voz de la verdad, la cercanía del soplo de Dios, la bienaventuranza de Oír cuanto otros desearon oír y ni vieron ni oyeron. Como paredes de barro grueso se volvieron sus huertos, y no penetró la voz de quien buscaba "al Amor de mi alma", con voz de amante.
Fr. Victorino Terradillos Ortega, franciscano.