LA CREACIÓN NUEVA PASA POR LA COMUNICACIÓN. SEGUNDO DE NAVIDAD A 2014
El hecho de celebrar este año el segundo domingo de Navidad y la circunstancia de que el evangelio del prólogo de Juan, que se leyó en la misa del día del 25 de diciembre, nos permite detenernos mejor en el texto y considerarlo más propiamente junto con su significado.
Se trata de un texto en clave de creación, de nueva creación. En realidad, no es un texto aislado, pues nos da las claves para poder interpretar todo el cuarto evangelio. Todo el cuarto evangelio, el más tardío, es un canto a la creación nueva obrada por el Padre con el envío de su Hijo al mundo. Los cuatro primeros versos nos presentan a la Palabra: estaba junto a Dios y era Dios. Participando del ser de Dios, vivía siempre junto a él. Es decir, Dios y su Palabra son eternos, pues existían antes de la creación. Los dos versos siguientes nos citan la tarea creadora: Dios ha creado por medio de la Palabra; ella está en el origen de todas las cosas y nada existe sin su acción. Si vamos al texto del Génesis, veremos, en efecto, que Dios crea pronunciando las cosas que crea: Y dijo Dios: Que exista la luz; y la luz existió. Dios, por tanto, se ha servido de su Palabra para crearlo todo. Seguidamente, los dos versos que vienen a continuación identifican la Palabra con la luz y la luz con la vida. Pero aparece un cuarto elemento, un elemento perturbador: la tiniebla. Palabra, luz y vida van con la acción creadora de Dios; pero la tiniebla se sitúa frente a Dios; rechaza la luz y, por tanto, rechaza la vida y rechaza la Palabra. La tiniebla se erige, por tanto, en enemiga de la acción de Dios. El evangelista sigue desarrollando ese enfrentamiento. La luz verdadera, que es la Palabra, alumbra a todo hombre sin excepción. Al mundo vino y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella y el mundo no la conoció. Aquí, San Juan ha introducido un nuevo concepto, el de mundo. A él vino la Palabra y en él estaba, pero el mundo no la conoció. Mundo, por tanto, se alinea con tiniebla. Luz, vida y Palabra son de Dios, mientras que tiniebla y mundo son los que no han aceptado y han rechazado la luz y la Palabra. De hecho, desde este momento, el concepto mundo en el cuarto evangelio hará referencia siempre a todos los que han rechazado a Jesús, a sus enemigos, a sus contrincantes, que viven en la tiniebla y que no tienen vida en ellos porque han rechazado al que es la Palabra creadora. Cuando leemos vino a su casa y los suyos no la recibieron, hemos de entender que vino a la casa de Israel y que sus autoridades no la recibieron. De todos modos, el texto habla de otras gentes que sí la recibieron; son gentiles, paganos, pueblos ajenos a la casa de Israel. Es la universalidad del conocimiento de Dios, del reconocimiento del que ha sido enviado al mundo, de Jesucristo, Hijo de Dios eterno, Palabra eterna del Padre. Dios ha puesto en todos los hombres la capacidad de reconocer en Jesús a su Hijo, a su Palabra. Sea del lugar que sea, quien reconoce a Jesucristo como el Hijo del Padre vive en la luz y tiene vida. Esos, dice el evangelista, han nacido de Dios. pues se han dejado conducir por la revelación de Dios. El clímax del texto viene en el versículo siguiente: Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros. Y en estas palabras está el misterio de la Navidad, el misterio de la creación y el misterio de la salvación. Si al principio la Palabra lo creó todo, ahora se hace carne para volver a crearlo de nuevo; ha venido para vencer el pecado y la muerte y hacernos puros para Dios, dignos de Dios. La primera creación ha sido corrompida; ahora, resultará una nueva humanidad, sin pecado, de la cual Jesús es el primero nacido de mujer. El concepto de “acampar” sugiere una tienda, una morada provisional, no definitiva, y además nómada. El que escribe el texto habla en plural refiriéndose a su comunidad: “Hemos contemplado su gloria; gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad”. Jesús es proclamado solemnemente como la Palabra creadora, como el Hijo único del Padre. Gracia y verdad van con él y con quienes le acompañan. No se dan fuera de él. Sin el reconocimiento de Jesús no hay gracia ni verdad.
Todos estos planteamientos se dan en el prólogo e irán saliendo a lo largo de todo el evangelio de Juan. En cada pasaje hay que recordar las claves de interpretación que nos da en esta introducción. Pero el hecho de reflexionar en Jesús como la Palabra, nos sugiere de inmediato el afán de comunicación de Dios para con el hombre. Al fin y al cabo, la palabra es el instrumento privilegiado de comunicación entre los hombres. Que la Palabra se haga carne y acampe entre nosotros es que Dios nos quiere hablar a través de ella. Jesús el el puente a través del cual Dios nos habla. Es más, lo que Jesús nos dice, el propio Dios nos lo dice. Cuando Jesús nos escucha, Dios nos escucha; cuando Jesús nos habla, Dios mismo nos habla. ¡Es como para volverse loco de la alegría! Despertemos nuestra lengua para exponerle nuestros problemas, nuestros sufrimientos, pues él nos escucha. Despertemos nuestros oídos y nuestro corazón para escucharle, para aceptarle, para reconocerle, pues él nos habla y quiere estar en comunicación permanente con nosotros. La Palabra creadora se ha hecho humana y nos trae la buena noticia de la salvación de Dios. ¡La humanidad está de enhorabuena; está de fiesta festejando este nacimiento!
P. JUAN SEGURA
Se trata de un texto en clave de creación, de nueva creación. En realidad, no es un texto aislado, pues nos da las claves para poder interpretar todo el cuarto evangelio. Todo el cuarto evangelio, el más tardío, es un canto a la creación nueva obrada por el Padre con el envío de su Hijo al mundo. Los cuatro primeros versos nos presentan a la Palabra: estaba junto a Dios y era Dios. Participando del ser de Dios, vivía siempre junto a él. Es decir, Dios y su Palabra son eternos, pues existían antes de la creación. Los dos versos siguientes nos citan la tarea creadora: Dios ha creado por medio de la Palabra; ella está en el origen de todas las cosas y nada existe sin su acción. Si vamos al texto del Génesis, veremos, en efecto, que Dios crea pronunciando las cosas que crea: Y dijo Dios: Que exista la luz; y la luz existió. Dios, por tanto, se ha servido de su Palabra para crearlo todo. Seguidamente, los dos versos que vienen a continuación identifican la Palabra con la luz y la luz con la vida. Pero aparece un cuarto elemento, un elemento perturbador: la tiniebla. Palabra, luz y vida van con la acción creadora de Dios; pero la tiniebla se sitúa frente a Dios; rechaza la luz y, por tanto, rechaza la vida y rechaza la Palabra. La tiniebla se erige, por tanto, en enemiga de la acción de Dios. El evangelista sigue desarrollando ese enfrentamiento. La luz verdadera, que es la Palabra, alumbra a todo hombre sin excepción. Al mundo vino y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella y el mundo no la conoció. Aquí, San Juan ha introducido un nuevo concepto, el de mundo. A él vino la Palabra y en él estaba, pero el mundo no la conoció. Mundo, por tanto, se alinea con tiniebla. Luz, vida y Palabra son de Dios, mientras que tiniebla y mundo son los que no han aceptado y han rechazado la luz y la Palabra. De hecho, desde este momento, el concepto mundo en el cuarto evangelio hará referencia siempre a todos los que han rechazado a Jesús, a sus enemigos, a sus contrincantes, que viven en la tiniebla y que no tienen vida en ellos porque han rechazado al que es la Palabra creadora. Cuando leemos vino a su casa y los suyos no la recibieron, hemos de entender que vino a la casa de Israel y que sus autoridades no la recibieron. De todos modos, el texto habla de otras gentes que sí la recibieron; son gentiles, paganos, pueblos ajenos a la casa de Israel. Es la universalidad del conocimiento de Dios, del reconocimiento del que ha sido enviado al mundo, de Jesucristo, Hijo de Dios eterno, Palabra eterna del Padre. Dios ha puesto en todos los hombres la capacidad de reconocer en Jesús a su Hijo, a su Palabra. Sea del lugar que sea, quien reconoce a Jesucristo como el Hijo del Padre vive en la luz y tiene vida. Esos, dice el evangelista, han nacido de Dios. pues se han dejado conducir por la revelación de Dios. El clímax del texto viene en el versículo siguiente: Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros. Y en estas palabras está el misterio de la Navidad, el misterio de la creación y el misterio de la salvación. Si al principio la Palabra lo creó todo, ahora se hace carne para volver a crearlo de nuevo; ha venido para vencer el pecado y la muerte y hacernos puros para Dios, dignos de Dios. La primera creación ha sido corrompida; ahora, resultará una nueva humanidad, sin pecado, de la cual Jesús es el primero nacido de mujer. El concepto de “acampar” sugiere una tienda, una morada provisional, no definitiva, y además nómada. El que escribe el texto habla en plural refiriéndose a su comunidad: “Hemos contemplado su gloria; gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad”. Jesús es proclamado solemnemente como la Palabra creadora, como el Hijo único del Padre. Gracia y verdad van con él y con quienes le acompañan. No se dan fuera de él. Sin el reconocimiento de Jesús no hay gracia ni verdad.
Todos estos planteamientos se dan en el prólogo e irán saliendo a lo largo de todo el evangelio de Juan. En cada pasaje hay que recordar las claves de interpretación que nos da en esta introducción. Pero el hecho de reflexionar en Jesús como la Palabra, nos sugiere de inmediato el afán de comunicación de Dios para con el hombre. Al fin y al cabo, la palabra es el instrumento privilegiado de comunicación entre los hombres. Que la Palabra se haga carne y acampe entre nosotros es que Dios nos quiere hablar a través de ella. Jesús el el puente a través del cual Dios nos habla. Es más, lo que Jesús nos dice, el propio Dios nos lo dice. Cuando Jesús nos escucha, Dios nos escucha; cuando Jesús nos habla, Dios mismo nos habla. ¡Es como para volverse loco de la alegría! Despertemos nuestra lengua para exponerle nuestros problemas, nuestros sufrimientos, pues él nos escucha. Despertemos nuestros oídos y nuestro corazón para escucharle, para aceptarle, para reconocerle, pues él nos habla y quiere estar en comunicación permanente con nosotros. La Palabra creadora se ha hecho humana y nos trae la buena noticia de la salvación de Dios. ¡La humanidad está de enhorabuena; está de fiesta festejando este nacimiento!
P. JUAN SEGURA