BREVE PRÁCTICA, DEL MES DE MAYO CONSAGRADO A LA MADRE DE DIOS: MEDITACIÓN DÍA 16 DE MAYO.

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POR FELIX SARDA Y SALVANY, PBRO.

ACTO DE CONTRICIÓN.

Por la señal, etc.

A vuestra soberana Madre vengo a honrar, Señor mío Jesucristo, y al querer debidamente hacerlo, me avergüenza ante todo el estado de mi pobre alma, tan llena de ofensas a Vos. Os he faltado, Señor, mil veces, y agraviándoos a Vos, he agraviado juntamente a vuestra dulcísima Madre y mía. ¿Cómo he de poder, pues, presentarme en su presencia sin que le provoque a asco y enojo mi indignidad?

Vos, Señor mío, que tan misericordioso sois y que desde las entrañas de vuestra dulce Madre habéis traído al mundo tesoros de bondad y de compasión, tenedla de ese pobrecito pecador, y perdonadle una vez más sus negras ingratitudes. ¡Pésame, Señor en lo más vivo de mi alma haber herido con ellas vuestro amante Corazón! ¡Pésame, Padre mío y no quiero ofenderos con ellas ya más! Ayudadme con vuestra gracia para perseverar en este mi arrepentimiento y firme propósito hasta el fin de mi vida. Amén.


ORACIÓN A MARÍA SANTÍSIMA.

Vuestro permiso imploro, Madre y Señora mía, para acercarme, a pesar de mi indignidad, a vuestro altar sagrado. A él vengo, celestial Maestra, para que me instruyáis; a él corro, bondadosa Madre, para que me consoléis; a él me refugio, Abogada poderosísima, para que me protejáis. Todo lo sois, Señora, para el pueblo cristiano y para este infeliz pecador, luz, consuelo, amparo, fuerza, esperanza y segura protección. Enseñadme con el ejemplo de vuestra vida, especialmente con el paso de ella que me propongo hoy meditar; fortalecedme con la divina gracia que benévolamente me alcanzaréis de vuestro Hijo Jesús; consoladme y acariciadme con las infinitas dulzuras de vuestro culto y amor, singularmente en este vuestro devoto Mes. Amén.

¡Madre y Señora mía! De vuestro Soberano Hijo y Señor mío otorgadme en estos momentos el especial beneficio de hacer con fruto para mi alma estos breves puntos de meditación.

MEDITACIÓN DÍA 16 DE MAYO.

María en la vida pública de Jesús. —Para Dios toda la gloria.

Cristo emprendió entonces su predicación, y se iban las gentes tras Él atraídas por su doctrina y asombrosos milagros. En una ocasión las turbas le aclamaron profeta, varón de Dios, y aun quisieron alzarle por rey. María se conservaba oculta en su soledad, y nada apetecía sobre sí de aquella gloria y fama que hubiera podido acarrearle el ser conocida como Madre de tal Hijo.

Así debemos ser nosotros indiferentes a toda gloria nuestra, atentos a procurar solamente la de Dios. Si algo de lo que nace de nosotros merece aplauso, téngalo enhorabuena, pero no se nos vea a nosotros acudir ansiosos y sedientos a saborear su golosina. Den gloria a Dios nuestros trabajos y aprovechen a nuestros hermanos, pero mantengámonos nosotros personalmente oscurecidos, como si de nosotros no fuesen aquellas obras que están llamando la atención. Mejor fuera tal vez no haber tenido merecimiento alguno ante los hombres, si tales merecimientos no ha de considerarlos como gratos a su persona el Soberano Juez. María con sólo presentarse en compañía de su Hijo en aquel brillante teatro de sus prodigios hubiera arrebatado tras sí la general atención, y millares de lenguas hubieran repetido con entusiasmo en su loor aquella exclamación de una sencilla mujer al Divino Maestro: «Feliz el seno que te llevó y los pechos que te alimentaron.» No obstante, ni una sola vez se la nombra como personaje que interviniese en aquellas admirables escenas. En el Calvario se la encuentra, sí, cuando no hay palmas y laureles que compartir con su Hijo, sino injurias y vilipendios.


Espantarnos debe la consideración de cuan otra es la conducta nuestra la mayor parte de las veces. Háganos cautos y reservados, y celosos de la modestia y humildad, este ejemplo de la Madre de Dios.

DESPUÉS DE LA MEDITACIÓN.

Ahora saludaremos fervorosamente el Nombre suavísimo de nuestra Divina Madre con las siguientes jaculatorias y Ave Marías:

Madre mía amantísima, en todos los instantes de mi vida acordaos de mí, pobre pecador. Ave María.

Arca de Dios y Tesorera del cielo, concededme abundantes gracias para detestar y llorar mis pecados. Ave María.

Reina de cielos y tierra, sedme amparo y defensa en las tentaciones de mis enemigos. Ave María.

Inmaculada Madre de mi Dios y Señor, alcanzadme lo que os pido para mi salvación. Ave María.

Abogada mía y refugio mío, amparadme en el trance espantoso de la muerte y abridme las puertas del cielo. Ave María y Gloria.

ORACIÓN DE SAN BERNARDO.


(Memorare).

Acordaos, oh piadosísima Virgen María, que jamás se oyó decir que alguno de los que acudieron a vuestra mediación e imploraron vuestro auxilio fuese desamparado de Vos. Alentado con esta seguridad, a Vos acudo, Virgen Reina de las vírgenes, y aunque agobiado bajo el peso de mis culpas, atrévome á parecer ante vuestra presencia. No despreciéis mis ruegos, antes dignaos atenderlos y favorablemente despacharlos. Amén.

OFRECIMIENTO DEL DÍA...

Cuanto piense, cuanto hable, cuanto obre y cuanto quiera en este día de vuestro sagrado Mes, os lo ofrezco, purísima Reina de los cielos, como florido homenaje de amor consagrado a vuestra devoción. Sean por Vos todas y cada una de mis respiraciones. Sean por Vos todos y cada uno de los latidos de mi corazón, sean por Vos los deseos más íntimos de mi alma. Os dedico muy especialmente el obsequio o flor espiritual de hoy, y deseo lo recibáis como nueva prenda de mi fidelidad a vuestro amor. Y haced, Señora, que según Vos viva, y en Vos muera, y con Vos reine felizmente por toda la eternidad. Amén.

FLORES ESPIRITUALES:

—16. Visitar una imagen de la Virgen en forma de romería.