“Veía cómo eran derribados los Altares Sagrados por los propios ministros del Señor” (Beata Isabel Canori Mora)

“VEÍA CÓMO ERAN DERRIBADOS LOS ALTARES SAGRADOS POR LOS PROPIOS MINISTROS DEL SEÑOR” (Beata Isabel Canori Mora)

La Beata Isabel Canori Mora (Roma, 21 de noviembre de 1774 - Roma, 5 de febrero de 1825) fue una terciaria trinitaria y mística italiana del siglo XVIII, esposa y madre de familia, proclamada beata por el papa Juan Pablo II el 24 de abril de 1994. Sus revelaciones y visiones son muy actuales, conciernen el fin de los tiempos, y coiciden con todas las demás apariciones de la Virgen, como por ejemplo Fátima, Akita, Nuestra Señora del Buen Suceso, etc.

LA ESPANTOSA CRISIS DE LA IGLESIA – CONSPIRACIÓN CONTRA LA SANTA IGLESIA CATÓLICA Y EL SANTO PADRE

En la Navidad de 1813, ella fue arrebatada a un lugar inundado de luz, donde innumerables santos rodeaban un humilde pesebre. Desde él, el Niño Jesús la llamaba dulcemente. La propia Isabel describe sin preocupaciones literarias la sorpresa que tuvo:

“De solo pensar, me causa horror. […] vi a mi amado Jesús recién nacido bañado en su propia sangre […], en ese momento comprendí por vía intelectual cuál era la razón de tanto derramamiento de sangre del Divino Infante apenas nacido. […] La mala conducta de muchos sacerdotes seculares y regulares, de muchas religiosas que no se comportan según su estado, la mala educación que es dada a los hijos por parte de sus padres y madres, como también por aquellos a quienes incumbe una obligación similar. Éstas son las personas por cuyo buen ejemplo debe aumentar el espíritu del Señor en el corazón de los demás. Pero ellos, por el contrario, apenas nace [el Espíritu de Nuestro Señor] en el corazón de los niños, le persiguen a muerte con su mala conducta y malas enseñanzas”.

El 24 de febrero de 1814 le fueron exhibidas escenas que recuerdan la crisis de los días en que vivimos:

“Veía a muchos ministros del Señor que se despojaban unos a otros; muy rabiosamente se arrancaban los paramentos sagrados; “veía cómo eran derribados los altares sagrados por los propios ministros del Señor”.

Los ángeles condujeron espiritualmente a la beata Isabel a los antros secretos donde se tramaba una conjuración contra la Iglesia. Cada vez, nuevas aberraciones le eran desvendadas. El 22 de mayo de 1814, mientras rezaba por el Santo Padre tuvo esta visión:

“Lo vi viajando rodeado de lobos que […] complotaban para traicionarlo”.

La visión se repitió los días 2 y 5 de junio. En esta última, narra la vidente:

“Vi el sanedrín de lobos que lo circundaban y dos santos ángeles que lloraban. Una santa osadía me inspiró a preguntarles la razón de su tristeza y de su llanto. Ellos, contemplando la ciudad de Roma con ojos llenos de compasión, dijeron lo siguiente: «Ciudad miserable, pueblo ingrato, la justicia de Dios te castigará»”.

“TODO EL MUNDO ESTABA EN CAOS”

El 26 de enero de 1815, los ángeles le mostraron a muchos eclesiásticos que :

“Bajo el manto de bien, persiguen a Jesús Crucificado y a su santo Evangelio”, y que “como lobos rabiosos tramaban derribar al jefe de la Iglesia de su trono”.

Entonces ella fue llevada “a ver el cruel estrago que la Justicia de Dios está por hacer entre aquellos miserables: con sumo terror, veía que alrededor mío fulguraban los rayos de la Justicia irritada. Vi edificios cayendo en ruinas. Las ciudades, provincias enteras, todo el mundo estaba en caos. No se oía otra cosa sino débiles voces implorando misericordia. El número de muertos era incalculable”.

No obstante, lo que más le impresionó fue ver a Dios indignado. En un lugar altísimo y solitario, vio a Dios representado por “un gigante fuerte y airado hasta el extremo contra aquellos que lo perseguían. Sus manos omnipotentes estaban llenas de rayos, su rostro estaba repleto de indignación: sólo su mirada bastaba para incinerar al mundo entero. No había ni ángeles ni santos que lo circundasen, sino sólo su indignación lo circundaba por todas partes”.

Tal visión duró apenas un instante. Según la Beata Isabel, “si hubiese durado un momento más, ciertamente yo habría muerto”.

LA GRAVEDAD DEL PECADO DE APOSTASÍA DEL MUNDO

La Beata Isabel vio a María Santísima “triste y dolorosa”. Le preguntó entonces la razón de su dolor :

“La Madre de Dios se volvió hacia mí y dijo: «Contempla, oh hija, contempla la gran impiedad». Oyendo estas palabras, vi que unos apóstatas osadamente intentaban arrancar temerariamente a su Santísimo Hijo de su purísimo seno y de sus santísimos brazos. Ante este gran atentado, la Madre de Dios no pedía más misericordia para el mundo, sino justicia al Divino Padre Eterno; el cual, revestido de su inexorable justicia y lleno de indignación, se volvió hacia el mundo. En aquel momento toda la naturaleza entró en convulsión, y el mundo perdió su recto orden, y se formó sobre la tierra la mayor infelicidad que se pueda contar o imaginar. Una cosa tan deplorable y aflictiva que dejará al mundo reducido a la última desolación”.

“CINCO HEREJÍAS INFECTAN EL MUNDO”

Nuestro Señor le dijo a inicios de 1821:

Yo reformaré a mi pueblo y a mi Iglesia. Mandaré sacerdotes celosos para predicar mi fe, formaré un nuevo apostolado, enviaré al divino Espíritu Santo a renovar la tierra. Reformaré las órdenes religiosas por medio de nuevos reformadores santos y doctos. Todos tendrán el espíritu de mi dilecto hijo Ignacio de Loyola. Daré un nuevo Pastor a mi Iglesia, docto, santo, repleto de mi espíritu. Con santo celo reformará la grey de Jesucristo […] Él me hizo conocer muchas otras cosas concernientes a esta reforma. Varios soberanos sustentarán a la Iglesia Católica y serán verdaderos católicos, depositando sus cetros y coronas a los pies del Santo Padre, Vicario de Jesucristo. Varios reinos abandonarán sus errores y volverán al seno de la fe católica. Pueblos enteros se convertirán y reconocerán como religión verdadera la fe de Jesucristo”.

Dios le hizo ver en varias ocasiones una esplendorosa nave nueva, símbolo de la Iglesia restaurada, que estaba siendo armada por los ángeles. También, el 10 de enero de 1824, le mostró el principal obstáculo para la conclusión de esa nave. Ella vio cinco árboles de desmesurado tamaño:

“Observé que estos cinco árboles con sus raíces alimentaban y producían un enmarañadísimo bosque de millones de plantas estériles y selváticas”. Dios le hizo entender que esos cinco enigmáticos árboles simbolizaban “las cinco herejías que infectan el mundo en nuestro tiempo”.

LA DIFUSIÓN DE IDEOLOGÍAS MASÓNICAS

El 22 de enero de 1824, la Beata Isabel conoció que aquel bosque maldito representaba un número incontable de almas :

“Porque tienen una conciencia depravada, pueden ser denominadas almas sin fe, sin religión, porque piensan en todo, menos en aquello que todo buen católico esta obligado a pensar, porque hacen de todo, menos aquello que deben hacer. […] Aquellas míseras plantas son tenidas por el divino Señor no solamente en cuenta de estériles, también de nocivas y pésimas, que merecen ser arrojadas al fuego eterno”.

La vidente escuchó que las cinco aludidas herejías se identificaban con las “falsas máximas de la filosofía de nuestro tiempo”. Máximas éstas que, según ella, estaban en la médula de los movimientos revolucionarios de su época, inspiradas en el espíritu y en las doctrinas masónicas de la Revolución Francesa. Tales máximas (de la Masonería) orientaban la conjuración que subvertía la Iglesia y el orden sociopolítico, algo que hoy en día se ve muy claramente en todo el mundo.

VISIÓN DE LOS CASTIGOS

El 7 de junio de 1815 Dios Nuestro Señor le mostró, una vez más, el castigo que atraían sobre la humanidad aquellos :

“Lobos rapaces con piel de oveja, […] acérrimos perseguidores de Jesús Crucificado y de su Esposa, la Santa Iglesia … Me parecía ver a todo el mundo en convulsión, especialmente la ciudad de Roma. […] ¿Qué decir del Sacro Colegio? A causa de la variedad de opiniones, unos habían sido dispersados, otros abatidos, otros despiadadamente asesinados. De un modo similar o aun peor eran tratados el clero secular y la nobleza. El clero regular no sufría la dispersión total, pero era diezmado. Innumerables eran los hombres de toda condición que perecían en esa masacre, pero no todos se condenaban. Muchos eran hombres de buenas costumbres, y muchos otros de vida santa.”

EL GRAN CASTIGO – LA VENGANZA DE DIOS CONTRA LOS ENEMIGOS DE LA IGLESIA

Siguiendo la narración de la visión, la Beata Canori relata que San Pedro regresó al cielo. Entonces, en la tierra :

“El firmamento quedó cubierto de un color azul tenebroso, que sólo de mirarlo causaba terror. Un viento caliginoso hacía sentir su soplo impetuoso por todas partes. Con un vehemente y tétrico silbido aullando en el aire, como fiero león con su feroz rugido, hacía resonar sobre toda la tierra su horripilante eco.”

“El terror y el espanto pondrán a todos los hombres y todos los animales en un estado de supremo pavor, todo el mundo estará en convulsión y se matarán los unos a los otros, se despedazarán mutuamente sin piedad. En el tiempo de la sanguinaria pugna, la mano vengadora de Dios pesará sobre esos infelices, y con su omnipotencia castigará el orgullo, la temeridad y su desvergonzada arrogancia; Dios se servirá de las potencias de las tinieblas para exterminar a esos hombres sectarios, inicuos y criminales que pretenden derribar, erradicar la Iglesia Católica, nuestra Santa Madre, por sus raíces más profundas y arrojarla por tierra […].”

“Dios se reirá de ellos y de su maldad, y con un sólo gesto de su mano derecha omnipotente castigará a esos inicuos, permitiendo a las potestades de las tinieblas que salgan del infierno; y estas grandes legiones de demonios recorrerán todo el mundo, y por medio de grandes ruinas ejecutarán las órdenes de la Divina Justicia, a la cual estos espíritus malignos están sometidos, de manera que no podrán hacer ni mayor ni menor daño de lo que Dios permitirá, a los hombres, a sus bienes, a sus familias, a sus aldeas, ciudades, casas y palacios, y cualquier otra cosa que subsistirá sobre la tierra […].”

“Dios permitirá que esos hombres inicuos sean castigados por medio de la crueldad de demonios feroces, porque se sometieron voluntariamente a la potestad del demonio y se confederaron con él para causar daño a la Santa Iglesia Católica. […] Me fue mostrada la horrenda cárcel infernal. Vi abrirse en la mayor profundidad de la tierra una caverna tenebrosa y espantosa, llena de fuego, de donde vi salir a muchos demonios, los cuales, tomando unos una figura y otros otra, unos de animal y otros de hombre, venían todos a infestar el mundo y a hacer por todas partes maleficios y ruinas […]. Devastarán todos los lugares donde Dios ha sido y es ultrajado, profanado, sacrílegamente tratado, donde se ha practicado la idolatría. Todos esos lugares serán demolidos, arruinados y se perderá todo vestigio de ellos.”


DESPUÉS DEL CASTIGO – TRIUNFO Y HONRA DE LA IGLESIA, ELECCIÓN DE UN NUEVO PONTÍFICE EN LA NUEVA ÉPOCA DE PAZ

En la visión del 29 de junio de 1820, después de los purificadores castigos que se han descrito, la beata Isabel vio a San Pedro regresar del cielo en un majestuoso trono pontifical. A continuación, bajó con gran pompa el Apóstol San Pablo “recorría todo el mundo y encadenaba aquellos espíritus malignos e infernales, y los conducía ante el Apóstol San Pedro, el cual, con una orden llena de autoridad, volvía a confinarlos en las tenebrosas cavernas de las cuales habían salido […]. En ese momento se vio aparecer sobre la tierra un bello resplandor, que anunciaba la reconciliación de Dios con los hombres”.

La pequeña grey de católicos fieles, refugiada bajo los árboles en forma de cruz, fue entonces conducida a los pies del trono de San Pedro:

“El santo escogió al nuevo Pontífice toda la Iglesia fue reordenada según los verdaderos dictámenes de los Santos Evangelios; fueron restablecidas las ordenes religiosas, y todas las casas de los cristianos se convirtieron en otras tantas casas penetradas de religión; tan grande era el fervor y el celo por la gloria de Dios, que todo era ordenado en función del amor de Dios y del próximo. De esta manera tomó cuerpo en un momento el triunfo, la gloria y la honra de la Iglesia Católica: Ella era aclamada por todos, estimada por todos, venerada por todos, todos decidieron seguirla, reconociendo al Vicario de Cristo, el Sumo Pontífice”.

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