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Homo-herejía al poder, la Iglesia cede también en el tema de la familia

RICCARDO CASCIOLI, 13-06-2018

En el encuentro mundial de las familias que se llevará a cabo en Dublín en agosto, se dará la palabra también al padre Martin y a sus reivindicaciones Lgbt. Una señal clara que derriba el significado de estos encuentros que san Juan Pablo II había querido para reafirmar la unicidad e insustituibilidad de la familia natural, fundamentada en el matrimonio entre un hombre y una mujer.


Obviamente, ha suscitado mucha curiosidad – también polémica- la noticia que el padre James Martin, jesuita estadounidense abanderado de los derechos Lgbt en la Iglesia, será un relator oficial al próximo Encuentro mundial de las Familias que se llevará a cabo en Dublín desde el 21 al 26 de agosto. Martin, cuyo libro “Un puente para construir” fue traducido en seguida al italiano, será llamado a hablar del acogimiento de las personas Lgbt y de sus familiares en las parroquias.

Del padre Martin y de sus ideas sobre la homosexualidad muy distantes del Catecismo de la Iglesia Católica ya nos hemos ocupado en diversas ocasiones (hacer click aquí, aquí y aquí) y su participación en el encuentro en Dublín manda entonces un mensaje claro de apertura a las parejas homosexuales. monseñor Vincenzo Paglia, había dicho que no habría habido exclusiones hacia cualquier tipo de familia.

Pero en Dublín, bajo la guía del nuevo Dicasterio para la Familia, los Laicos y la Vida, dirigido por el cardenal Kevin Farrell, desde el comienzo ha sido la voluntad de ser mucho más explícitos. Basta recordar que en el otoño pasado la primera versión del material preparado para las catequesis estaba presentada como forma apropiada de familia también las parejas homosexuales, con muchos diseños explícitos. Las protestas posteriores habían aconsejado excluir esas partes de la versión definitiva, pero otro Martin, de nombre Diarmuid, el arzobispo de Dublín, afirmaba que de todos modos el Encuentro Mundial de las Familias había quedado como «un evento inclusivo, abierto a todas las familias». Cómo decir que también esas uniones entre personas del mismo sexo eran consideradas tales, si bien en sentido laxo.

La experiencia Martin, en todo caso, nos da la dimensión de en qué medida la Iglesia ha cedido a la mentalidad moderna. Basta volver a 24 años atrás, a ese 1994 en el que san Juan Pablo II convocó en Roma al primer Encuentro Mundial de las Familias. La ONU había proclamado a ese año como el Año Internacional de la Familia y también la Iglesia aprovechó la ocasión para proclamar un año dedicado a la familia. El Papa era bien consciente que en torno a la familia se jugaba el partido decisivo de la humanidad (poco antes había fundado el Pontificio Consejo para la Familia y el Instituto de Estudios sobre el Matrimonio y la Familia) y deseaba que las familias cristianas tomaran conciencia de su propia identidad, del significado de la “comunión del hombre y de la mujer en el matrimonio” que genera la vida.

No sólo una defensa frente al ataque que el mundo estaba frente al ataque que el mundo estaba llevando al instituto de la familia natural, pero una familia “en primer plano en la obra de la nueva evangelización”. De aquí la iniciativa del Encuentro Mundial de las Familias, precedido por un congreso teológico-pastoral que habría debido ayudar a profundizar las razones y las dimensiones del matrimonio cristiano.

Para llenar de ulteriores motivos el encuentro del Papa con las familias en ese octubre de 1994 hubo en el mes anterior la Conferencia Internacional de la ONU sobre población y desarrollo, en El Cairo, donde el ataque a la familia apareció en toda su virulencia.

La delegación de la Santa Sede había dado batalla durante meses no sólo en torno a la anticoncepción y al aborto, que Estados Unidos (administración Clinton) y la Unión Europea querían imponer a todo el mundo, sino también en torno a la concepción de la familia: en efecto, se quería a toda costa insertar en el documento final el concepto de “familias” –negando la unicidad de la familia fundada en el matrimonio entre varón y mujer- junto al reconocimiento de cinco géneros (en la práctica, el programa LGTB). Al final la Santa Sede, que había asociado en torno a ella a muchos gobiernos de América Latina y de los países islámicos, logró relegar el tema del género al lugar del sexo masculino y femenino, y limitó los daños en el tema familia. Pero sabiendo bien que era solamente el comienzo de una gran guerra: por eso el primer Encuentro Mundial de las Famlias fue dominado por la necesidad de reafirmar la unicidad de la institución familiar natural y su insustituible rol social.

Después de 24 años, debemos por el contrario constatar que es precisamente un Encuentro Mundial de las Familias organizado por la Iglesia el que ha de dar vía libre y promover ese concepto de “familias” (entendido precisamente como diversidad de uniones posibles) contra el que se batió san Juan Pablo II. Encontramos una Iglesia que abraza hoy esa ideología propagada gracias a las agencias de la ONU, contra las cuales se había batido hasta hace poco tiempo, y contra las cuales debían servir también los Encuentros Mundiales de las Familias. Ironía del destino: el que tiene que hacer de huésped para esta perversión de la intuición original es el arzobispo de Dublín, monseñor Diarmuid Martin, quien en El Cairo fue el combativo número 2 de la delegación vaticana.

Publicado originalmente en italiano el 13 de junio de 2018, en www.lanuovabq.it/it/omoeresia-al-po…

Traducción al español por: José Arturo Quarracino
Angie W.
Apostasía, huyan esa secta de sodomitas que se ha tomado ilícitamente el poder NO es la Iglesia de Cristo.